El año nuevo, además de presentarse con atentados terroristas, los mugidos de Cristiano Ronaldo y la Belén Estebán llorando cual Zarzamora en el "reality" de turno, nos dice hola con multitud de desafíos que parecen ruedas de molino (sobre todo para el que debe hacerles frente). Dejar el tabaco a un lado, erradicar nuestra dependencia del teléfono móvil (sé de algunos/as que sufren calambres en los pulgares de tanto darle al guasap) o desintoxicarse de parejas malnacidas, pueden ser el gran reto de lo que queda de este mes de enero, tan malo para los supermercados, tan bueno para los gimnasios.
Me encantan los retos, gusto de sacar pecho ante las complicaciones, no amedrentarme por los vientos (hipo)huracanados y dar un paso al frente pese a quien pese. Créanme, cuanto más tengo que hacer, más animado me veo a llegar a buen puerto con todo ello. Llámenlo masoquismo o hiperactividad, pero prefiero estar más que entretenido con mis quehaceres diarios (léase este blog, mis lecturas y mis dibujos) que andar aburrido por los rincones, más si cabe cuando las cosas se presentan negras (sí, sí, más todavía…).
Y así les aconsejo (ríanse, hoy me he puesto en “modo evangélico”…): no se rindan ante las dificultades, ante las bofetadas que nos propinan los días. Quizá necesitemos algo de colapso diario, de prender esa fuerza inflamable que todos atesoramos, para quemar los lípidos almacenados durante la pasada Navidad y obtener unos resultados óptimos en aquellas facetas que deseemos ver nacer, desarrollar o fortalecer en nosotros.
Apelo al sentido común y al esfuerzo diario para templar el carácter y luchar contra las adversidades, eso que nos diferencia del resto de los animales… ¡Ups, perdón! ¡¿De todos los animales…?! ¡Se me olvidaba un pequeño ratón de biblioteca cuyo nombre da título a uno de los libros más preciosistas del curso! Lindbergh, la increíble aventura de un ratón volador, ideado por el ilustrador Torben Kuhlmann y publicado en nuestro país por la editorial Juventud narra las peripecias de este ser bautizado como el primer piloto que gestó una de las más importantes hazañas de la aviación.
No desprecien a este roedor, el protagonista de una historia en la que la inteligencia, el valor y la constancia, se unen en pro de un sueño (el de cruzar sobrevolando el Atlántico para reencontrarse con sus congéneres), ya que, con total seguridad aleccione a más de un humano con sus artes para la aeronáutica, su perseverancia y su afán de superación. Porque no lo olviden, queridos primates, querer es poder, y quien no se aprieta las tuercas para cambiar lo que en principio puede parecer imposible, poco merece la condescendencia del tiempo.