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Channel: Donde Viven Los Monstruos: LIJ
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Cuentos bajo cero

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Atrás quedaron los días de vacaciones para regresar a una rutina que, aunque necesaria, es poco agradecida (¿A quién le gusta trabajar? Al primero que levante la mano lo mando al psiquiatra...). Si a todo ello añado las gélidas temperaturas que sufro en mi lugar de laboreo, la cosa se va de madre...
Todavía está por llegar el instituto en el que no tenga que ir con el chambergo encima toda la santa mañana. Mientras que unos tienen una orientación nefasta (se ve que los arquitectos sólo pensaron en lo "bonito y barato", y se olvidaron del "bueno", sobre todo en lo que a funcionalidad y eficiencia energética se refiere), otros tienen una gestión económica de país bananero (¡Pero qué malos son los políticos...! ¡No tenemos con qué encender...! ¡La culpa de este tiritar es de las petroleras...!), pero el caso es que, hay alumnos y maestros (esos tan envidiados) que se pasan el día con la manta a cuestas (y sin exagerar)... Que sí, que sí, más frío se pasa en el campo o sobre un andamio, pero aquí, sepan ustedes que también (y eso sin ser friolero... 9 º C marcaba el termómetro en el interior del laboratorio a las 9:12 minutos)


Quizá todo se deba a un problema de ubicación y que por estas latitudes prestemos poca atención a los rigores del invierno por ya tener bastante con los de agosto, algo estúpido teniendo en cuenta que Albacete ostenta el récord de temperatura mínima en una capital de provincia (el 3 de enero de 1971 alcanzamos los -24ºC). La ropa, las construcciones y nuestros hábitos, no atienden al hielo o la nieve, y así nos pasa, que vivimos congelados. Y como todo no se puede tener, elijan: o calor en enero, o fresquito en verano... Para hacer bien el amor hay que venir al sur, pero eso sí, no se les ocurra venir en pleno enero a menos que el vuelo proceda de Oslo.
Y con tanto frío y escarcha, en este lunes de invierno no he podido resistirme a apuntar a los Cuentos noruegos, unos recién publicados por la pequeña editorial Libros de las Malas Compañías en una edición más que recomendable para todos aquellos apasionados con el mundo de los cuentos populares. Esta es la colección que Absjørnsen y Moe recopilaron y publicaron entre 1841 y 1871, mucho antes de que Noruega existiera como país. 




Estos cuentos, más que interesantes para muchos folcloristas como Jakob Grimm, se utilizaron para normalizar la lengua noruega una vez que la triada de los países nórdicos (Dinamarca, Suecia y Noruega) se escindiera. En este volumen de sus cuentos completos pueden encontrar más de una centena de narraciones como El rey oso(también conocido como Al este del sol y al oeste de la luna, del que, por cierto, hay una edición preciosa ilustrada por Kay Nielsen) o Los doce patos salvajes, acompañadas por los grabados de los mejores artistas de la época y precedidas por un prólogo de Gustavo Martín Garzo.


Así que, estas noches bajo cero, ya saben: sofá, manta, algo que caliente el gaznate y cuentos, muchos cuentos.


Breve historia del contexto social de la LIJ: de la escuela a la web 2.0

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Jessie Willcox Smith

Aunque la Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) tenga un largo recorrido dentro de la Historia de la Literatura y se considere uno de los géneros más difundidos dentro del panorama lector y editorial de nuestros días, no siempre ha sido así, ya que el interés por este tipo de literatura ha ido evolucionando a lo largo de la Historia. Por ello, este artículo pretende realizar una breve retrospectiva histórica, tomando como referencia los cuatro puntos cardinales que constituyen el contexto social de la LIJ: autores, editores, mediadores y lectores, desde los primeros textos escolares y los clásicos de aventuras, hasta el día de hoy en el que la globalización y la Web 2.0., son las grandes protagonistas.

Occidente hasta el siglo XVIII. Inicios de la lectura.

Hasta bien entrado el siglo XVIII, los libros se consideran bienes de lujo, es decir, sólo están al alcance de las clases altas y/o eclesiásticas, capacitadas, económica y/o intelectualmente, para consumir libros. Las bibliotecas escasean, quedando relegadas a las citadas esferas, aquellas que tradicionalmente han cultivado la cultura de la lectura, y por tanto, la del conocimiento y el entretenimiento. El analfabetismo se extiende como la pólvora en Europa, un territorio donde el poder feudal lo controla todo.
En mitad de este campo culturalmente yermo de la Edad Media, son los seglares los encargados de ejercer como editores y traductores, produciendo un reducido número de copias de los llamados códices iluminados y otras obras de los saberes clásicos, en sus scriptoride abadías y conventos. Estas son las dos razones que provocan que el libro no se pueda considerar un bien económico; por un lado, la oferta es escasísima, muy reducida, y por otro, la demanda es casi inexistente debido al mínimo nivel educativo de la población, cuya cultura tiene un gran arraigo en la tradición oral. Imágenes, frescos, historias, leyendas y cuentos son escuchados por todos, sin distinción de edad, constituyendo así el saber y el ocio de los pueblos.




Letras capitulares de los códices emilianenses (siglos X-XI)

Algo cambia durante el Renacimiento… Los copistas, cajistas e iluminadores comienzan a interactuar con los lectores y tienen en cuenta sus preferencias. La apariencia física del libro cambia: forma, tamaño, materia prima a emplear, cuerpo del texto, tipografía y encuadernación, se ven alteradas respecto a las de épocas pasadas. Un nuevo libro, austero y elegante, práctico y manejable, altera el espacio bibliotecario dotando a este de amplitud, luz y mobiliario para el debate y la conversación. El libro escapa de la oscuridad de las celdas monacales y se exhibe ante humanistas ávidos por la investigación y el conocimiento. Aupados por la figura del impresor-editor y la imprenta de Gutemberg (siglo XV), esa misma que desencadena la Reforma protestante, los títulos de gran interés se pueden copiar las veces necesarias de manera barata y eficaz, haciendo crecer la oferta paulatinamente y dinamizando el mercado. Cada vez son más los que tienen el libro al alcance de sus posibilidades, sobre todo la clase alta y una burguesía incipiente.


Así, con una lenta evolución en cuanto al número de lectores, la producción de libros en serie y una industria editorial emergente, llegamos a la Edad Moderna, una época de verdadera revolución en el mundo de la lectura debida, principalmente, a la revolución cultural que sufre occidente: la Ilustración promueve la instrucción del pueblo a través de las lenguas vernáculas, dejando a un lado las lenguas cultas como el latín. El analfabetismo empieza a considerarse una lacra que hay que erradicar y nacen los sistemas educativos extensivos, prueba de ello es la publicación del primer libro infantil ilustrado (pictogramas) con fines pedagógicos, el Orbis sensualium pictus de J. A. Comenius (1658) que se puede asimilar al primer libro informativo para niños.




A esta situación se añade la que vive Norteamérica. El Nuevo Mundo emerge, los emigrantes de media Europa aterrizan en busca de oportunidades, y por tanto, nace un nuevo mercado editorial que explotar.
También es en la Edad Moderna en la que la concepción de biblioteca privada y hermética queda rota por una nueva biblioteca. La biblioteca de suscripción, la biblioteca de préstamo, la biblioteca parroquial norteamericana o las bibliotecas nacionales europeas son alternativas a las que se suman numerosas iniciativas ciudadanas para adquirir cooperativamente libros que, aunque más baratos que en épocas pasadas, todavía no están al alcance de todos los ciudadanos.


Ilustración de las primeras ediciones de los cuentos de Grimm

El contexto del XIX: La literatura y las clases populares.

Tras los últimos años del siglo XVIII en los que se publican obras de corte infantil como las recopilaciones de cuentos de folcloristas como los hermanos Grimm y Perrault, o las fábulas de Samaniego, así como novelas de clara aceptación juvenil -Robinson Crusoe-, llega el siglo XIX y con él, la Revolución Industrial. Todas las manufacturas, incluida la del libro, pasan a ser un producto relativamente abundante y menos costoso. Esto provoca un vuelco en los hábitos de consumo de la Europa occidental. El libro disminuye su precio e incrementa su valor como bien social, la alfabetización se generaliza entre la clase obrera y la lectura adquiere más relevancia en todos los estratos sociales, incluyendo, cómo no, a los niños. El cuento y la novela de aventuras (H. C. Andersen, E. T. A. Hoffmann, J. Fenimore Cooper, Charles Dickens, Julio Verne o Alexandre Dumas) durante la primera mitad del siglo, y el nonsense, el realismo y la fantasía (Lewis Carroll, F. Hodgson Burnett, Louise May Alcott, Mark Twain, R. Louis Stevenson, J. M. Barrie o Carlo Collodi) durante la segunda mitad, provocan un despegue vertiginoso de la LIJ, aupándola como género literario a tener en cuenta por el mundo editorial. Durante esta edad de oro de la LIJ, la LIJ se establece como un género y, aunque el término no se acuña hasta el siglo posterior, queda definido el destinatario de esas obras, el niño o joven que necesita hacer propias lecturas que le interesen.


N. C. Wyeth

La necesidad de crear un libro atractivo para los pequeños lectores obliga a los editores a buscar nuevas fórmulas editoriales que incluyan material gráfico, campo en el que destacan figuras como Randolph Caldecott, Kate Greenaway, Walter Crane o Arthur Rackham, integrantes del primer grupo de ilustradores profesionales de LIJ.


Kate Greenaway


Arthur Rackham

Otro de los factores a destacar en estos años es la dinamización del mercado impreso, en el que destacará la prensa escrita, el primer medio de comunicación de masas, que también se podría considerar el primer vehículo de dinamización literaria. La publicación por entregas de muchas novelas hace más asequible la lectura, económica y temporalmente, al mismo tiempo que obliga al autor a buscar fórmulas apropiadas para mantener el suspense, lo que dio lugar a los fenómenos de retroalimentación literaria, tan comunes a día de hoy.
A pesar de esta generalización en torno a la LIJ, sobre todo entre las clases altas y medias, el libro infantil no posee un contexto tan amplio como se podría creer en principio, quedando restringido al de los propios autores, ciertamente especializados en literatura adulta, los escasos ilustradores de la época y un mundo editorial, que se interesa más por las ventas que por la innovación e investigación en el terreno del libro para niños.



El siglo XX. Una época agitada

Ya entrado el siglo XX, se desata una época convulsa, minada por todo tipo de conflictos bélicos entre los que destacan la Primera y Segunda Guerras Mundiales, que complican el avance cultural, quedando relegadas las artes a un segundo plano y esperando un nuevo contexto que favorezca su reflorecimiento. Es así como el interés por la LIJ renace, sobre todo en aquellos países donde quedan instaurados regímenes políticos de corte estable, léanse república democrática o soberanía compartida. Empiezan a surgir autores de LIJ que ven en este mercado la oportunidad de destacar, amparándose en los cambios de paradigmas sociales. El numeroso público infantil y juvenil es un acicate para revolucionar los cánones literarios de este tipo de literatura, de hecho, es entre los años 40 y los años 70, cuando las obras narrativas de LIJ más revolucionarias, sobre todo en los países nórdicos, Reino Unido y Norteamérica, ven la luz (El viento en los sauces de Kenneth Grahame, El doctor Dolittlede Hugh Lofting, Mary Poppins de P. L. Travers, Los Muminsde Tove Jansson o Pippa Mediaslargas de Astrid Lindgren).



El álbum infantil ilustrado del siglo XX, iniciado por los franceses Antoine de Saint-Exupery -El principito- y Jean de Brunhoff –Babar-, se impone dentro de la LIJ como un valor seguro donde la imagen, bien ilustración, bien fotografía, no sólo complementa al texto, sino que lo articula y añade otra serie de contenidos, convirtiendo a este tipo de libros en los indiscutibles protagonistas de la época, con ejemplos como Donde viven los monstruos de Maurice Sendak, El viaje de Anno de Mitsumasa Anno, Pequeño Azul y Pequeño Amarillo de Leo Lionni, el Flicts de Ziraldo Alves Pinto, o Los tres bandidos de Tomi Ungerer.




Y entonces, llega la escuela… Es la escuela y no otra institución, la que favorece el desarrollo de la LIJ. El profesorado tiene que mediar entre el niño y el libro aunque muchas veces ciertos títulos sean censurados por el docente. Se genera un diálogo entre el mundo escolar y el mundo literario, prueba de ello es el nacimiento de la biblioteca infantil, un espacio enmarcado dentro de un concepto más amplio, el de biblioteca escolar. De esta manera, el contexto social de la LIJ queda adscrito única y exclusivamente a las aulas y tiene como mediador al maestro que empieza a tomar conciencia de qué es la literatura infantil.
Años después, en los que la sociedad del bienestar se instala en numerosos territorios europeos, la cultura arraiga y nace una nueva biblioteca pública: una biblioteca abierta a todos los usuarios donde tienen cabida las salas de lectura infantiles y juveniles, zonas especialmente habilitadas que atesoran títulos y publicaciones dirigidas a estos lectores. La biblioteca pasa a ser un lugar de recreo, un espacio capaz de aunar el gusto por la lectura, el aprovechamiento del tiempo libre y un tipo de literatura, la LIJ.
Para que ello sea posible, son necesarios agentes que gestionen este primer contacto entre lector y libro, una tarea que recae sobre los bibliotecarios, trabajadores que comienzan a formarse en técnicas de animación a la lectura para desarrollar todo tipo de actividades que desaten el gusto por la letra impresa, de entre las que destaca la narración oral, una actividad que, habiendo sido aparcada en el olvido, se retoma como vía de conexión entre el mundo literario y los lectores.



De este modo, la red social entre el libro y el lector se construye sobre unas nuevas bases, autor-mediador-lector. Es, sin duda, lo más destacable del contexto social de la LIJ durante el siglo XX, el nacimiento de corrientes de animación a la lectura formadas por mediadores que desarrollan todo tipo de actividades en bibliotecas y centros educativos e intercambian experiencias, se considera un punto de inflexión para integrar a la LIJ en la sociedad a través de acciones generalistas o especializadas, como la aparición de numerosas publicaciones que se dedican al estudio de la LIJ.
Esto, unido a la creación de numerosas asociaciones y fundaciones, entre las que destaca el IBBY (1953), que otorga el premio Hans Christian Andersen (desde 1953) o la celebración del Día del Libro Infantil y Juvenil (2 de abril), como defensa del libro infantil para educar a las generaciones futuras en el placer por leer


A todo ello hay que añadir el claro despropósito con el que la radio y la televisión, los dos medios de comunicación de masas de la época, encaran a la lectura. El sonido y la imagen desbancan al invento por antonomasia, el libro, relegándolo a un segundo plano, aunque a veces también le presten ciertos servicios con programas dedicados a la lectura y las novedades bibliográficas.
En rasgos generales, este es el panorama que enmarcaría el contexto social de la LIJ en todos aquellos países occidentales con una estabilidad política, social y económica que favorece una cultura emergente dentro de la cual pueden florecer las disciplinas minoritarias. En el resto de estados europeos, como el caso de España, hay que esperar a la instauración democrática para que la LIJ evolucione en estos términos.


Noemí Villamuza

El nuevo milenio. Una nueva concepción global.

Durante lo poco que llevamos de siglo XXI son dos los factores que más influyen en el contexto social de la LIJ. En primer lugar, destacar que gran parte de los países occidentales han apostado por desarrollar los llamados planes de lectura, unos conjuntos de medidas que persiguen hacer frente a la degradación cultural que sufre la población de las naciones del mundo desarrollado o en vías de desarrollo. Estos planes lectores cuentan con campañas publicitarias, mejora de bibliotecas y otros servicios de lectura, así como diversos tipos de incentivos, para intentar que los jóvenes, lectores potenciales, enarbolen el libro como vía de conocimiento y ocio.
A tenor de estos planes lectores, y tomando como ejemplo el caso español, surge un movimiento social muy importante, el de aquellos profesionales, léase maestros, bibliotecarios o teóricos de LIJ, que abogan por trabajar de manera conjunta a través de todo tipo de vías privadas y/o públicas, asesorando así a todos aquellas personas e instituciones cuya implicación con el mundo del libro crece durante estos años. El esfuerzo de todos estos profesionales o aficionados, de las inversiones públicas, y de las empresas editoriales por rescatar del olvido títulos importantes o intentar innovar dentro del género, se ve recompensado en ciertos países con un incremento del número de lectores en edad escolar, lo que supone un primer triunfo sobre esa insuficiencia lectora que la crisis económica mundial y el retroceso educativo amenazan con incrementar durante las próximas décadas debido a la instauración de la sociedad tecnocrática.


Joosh Swarte

Es aquí cuando el segundo factor, Internet, entra en juego… Debido a estas relaciones profesionales, comienza a nacer en la red toda suerte de páginas, blogs y grupos sociales con contenidos relativos a la LIJ, creando así un entramado social en la llamada aldea global, que podría denominarse LIJ 2.0, que, a mi juicio, se puede definir por una serie de características entre las que destacan las siguientes:
1. La información de esta red queda adscrita generalmente a aquellos usuarios que comparten una misma lengua.
2. A esta red se puede acceder desde cualquier lugar del mundo de manera sencilla, es decir, no es restringida.
3. La información que contiene, aunque de temática especifica hace referencia a contenidos generales, y sólo puntualmente se encuentran opiniones y estudios especializados que suelen ser inaccesibles por esta vía.
4. La Web 2.0 aporta mayor visibilidad a la LIJ, un campo oculto bajo la sombra de la Literatura general.
5. La LIJ 2.0 es el simple reflejo de un engranaje que ya existía previamente, es decir, son exactamente las mismas: los mismos individuos con las mismas aficiones y pasiones que utilizan este nuevo entramado cibernético como un megáfono que aumenta la intensidad, que hace reverberar los avisos y llamadas, que ayuda a la propagación de una pasión compartida, pero que en pocos casos amplía la magnitud de la señal informacional.


Harriet Russell

Excepto ciertas publicaciones on-line especializadas cuyo acceso queda restringido por cierto montante monetario, son pocos los ejemplos de aportaciones notables y artículos de mención sobre la LIJ, que dependen exclusivamente, y en la mayoría de los casos, del altruismo de autores desconocidos que brindan sus conocimientos en blogs y foros de opinión.
Es cierto que abundan innumerables sitios donde abundan todo tipo de reseñas y recomendaciones literarias, pero no son tantos los espacios donde se recojan buenos estudios y artículos de investigación bien fundamentados. Por mencionar un hecho sorprendente, en la Wikipedia, herramienta de uso generalizado entre la población educativa de todo el Globo, las referencias a los autores de LIJ y sus obras, son mínimas. Cierto es que esta Web Social viste pañales todavía y que, paulatinamente, su diseño irá ampliándose y creciendo, ayudando de este modo al desarrollo de los diferentes campos técnicos y su acercamiento global a la Sociedad.


Jessie Willcox Smith


NOTAS

CAVALLO, G & CHARTIER, R. (Dir.). 2001. Historia de la lectura en el mundo occidental. Taurus: Madrid. 667 pp.
CENDÁN PAZOS, F. 1986. Medio siglo de libros infantiles y juveniles en España (1935-1985). Fundación Germán Sánchez Ruipérez-Ediciones Pirámide: Madrid. 393 pp.
CERRILLO, P. & GARCÍA PADRINO, J. 2001. La literatura infantil en el siglo XXI. Cuenca: Universidad de Castilla-La Mancha.
CERVERA, J. 1992. Teoría de la Literatura Infantil. Ediciones Mensajero-Universidad de Deusto: Bilbao. 382 pp.
DÍAZ PLAJA, A. (Coord.). 1988. Premios nacionales 1958-1988 Libro infantil y juvenil. Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil: Madrid. 71 pp.
ESCOLANO BENITO, A. (Dir.). 1997. Historia ilustrada del libro escolar en España. Del Antiguo Régimen a la Segunda República. Fundación Germán Sánchez Ruipérez-Ediciones Pirámide: Madrid. 650 pp.
ESCOLANO BENITO, A. (Dir.). 1998. Historia ilustrada del libro escolar en España. De la posguerra a la reforma educativa. Fundación Germán Sánchez Ruipérez: Madrid. 570 pp.
ESCOLAR, H. 1987. Historia de las bibliotecas. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez - Ediciones Pirámide. 571 pp.
GARCÍA PADRINO, J. 2001. Así pasaron muchos años… (En torno a la Literatura Infantil Española). Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha: Cuenca. 290 pp.
GÓMEZ SOTO, J. 2011. Blogs lijeros. Primeras Noticias de Literatura Infantil y Juvenil, 260: 27-34.
HÜRLIMANN, B. 1982. Tres siglos de literatura infantil europea. Editorial Juventud: Barcelona. 351 pp.
NOBILE, A. 1992. Literatura infantil y juvenil. Madrid: Ministerio de Educación y Ciencia – Ediciones Morata. 190 pp.
ROVIRA COLLADO, J. 2011. Literatura infantil y juvenil en internet: de la Cervantes Virtual a la LIJ 2.0. Herramientas para su estudio y difusión. Ocnos, 7: 137-151.
SALVO, P. Cómo se funda una biblioteca infantil. En: VV.AA. 2005. Biblioteca en guerra. Biblioteca Nacional-Ministerio de Educación: Madrid.

Este artículo fue publicado en Cuadernos de Literatura, Primeras Noticias en el número 270-271, ocupando las páginas 13-22.

Resfriado y sin tele... ¿Qué hago?

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Mujeres y hombres (y viceversa) del tiempo pronostican unos días de crudo invierno, así que lo mejor será echar mano del nórdico y un buen carburante para resguardarnos lo mejor posible de gripes y resfriados (aviso que un servidor ya no sale indemne). Lo mejor es que no podremos ver la tele (ni queriendo, programan algo digno...) ¡y habrá que buscar alguna novelita interesante!

El señor Don Nicanor
estaba solo en su casa
viendo la televisión

Estaba viendo una historia
de indios y de vaqueros
con plumas y con sombreros.

-¡Qué película tan fea!
Es mejor que no la vea.

Y para estar más contento
se puso a leer un cuento.

[...]

Ana Fernández-Abascal.
En: El señor Don Nicanor.
Ilustraciones de Flavio Morais.
2016. Vigo: Faktoria K de Libros.


Babette Cole o la (in)trascendencia de la LIJ

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Cuando en la tarde de ayer llegó a mis oídos la noticia de que Babette Cole, una de esas autoras contemporáneas y eternas de álbumes infantiles, había fallecido, no pude evitar pensar en la poca trascendencia social que tiene la LIJ...
A pesar de que muchos lectores y entendidos en esto de los libros para niños no comulguen con el estilo y/o el tipo de libros que esta ilustradora firmaba, no me podrán negar que su papel dentro del mundo editorial infantil ha sido muy importante, no sólo por ser una pionera en eso de tratar temas tabú como la sexualidad, la muerte o los estereotipos sociales en libros que supuestamente debían ser inofensivos y algo dogmáticos, sino por hacerlo desde una perspectiva humorística transgresora y, la mayor parte de las veces, también respetuosa.




Lo peor de todo viene cuando, pese a la cantidad de niños que se han reído a carcajadas con sus aguerridas princesas, han aprendido a leer con sus clases de sexualidad, o se han sentido identificados sus amores prohibidos (Cole vendió en vida más de tres millones de ejemplares de sus aproximadamente setenta títulos en todo el mundo), no exista un reconocimiento a la altura de las circunstancias en los medios de comunicación (N.B.: Un dato que me llamó mucho la atención fue que, hasta que no pasaron bastantes horas tras su muerte, Wikipedia, ese sitio que se caracteriza por la inmediatez, no añadió a su biografía el triste dato).


Da igual que se apague la vida de genios como Maurice Sendak o Leo Lionni, de escritores como Juan Farias o Monsterrat del Amo que tanto bueno han hecho por los niños, de reconocidos ilustradores patrios como Ulisses Wensell, o divulgadores de los libros infantiles como Ana Pelegrín. El caso es que la LIJ importa muy poco, más todavía cuando constatamos el escaso reconocimiento a todos aquellos que le van sumando grano a grano. Seguramente no sea un caso aislado entre otras muchas parcelas culturales, sobre todo aquellas que se refieren al entorno infantil. Quizá esta pataleta no llegue más allá de la vuelta de la próxima esquina, pero llama la atención que un sector con tanto interés comercial no reciba una mirada más atenta en el entorno de la información, sobre todo en la televisión y la prensa plurales (¡Menos mal que hay algo en la especializada! ¡Qué mínimo!...).



Ya sé lo que me van a decir... “Si es que, Román, somos invisibles, a nadie le interesamos, poquito podemos hacer contra el fútbol o Gran Hermano...” ¡Y un pijo! Es cierto que los niños nos interesan mucho pero a la vez muy poco, que de la LIJ sólo queda un residuo en el ser humano, quizá el más importante, pero poso al fin y al cabo, y que hay otras prioridades, sobre todo aquellas que se refieren al mundo adulto. Pero también es cierto que los monstruos solemos ser herméticos, retraídos y endogámicos. Hemos hecho mucho con los blogs, con las redes sociales, pero aún nos queda mucho para salir al mundo, por abrir nuestro espacio. A veces sonamos plastas, redundantes, relamidos... En una palabra, un coñazo.
Ya que el de adiós de otros grandes no nos ha hecho despertar, espero que el de Babette Cole, una mujer que supo conectar con el público a base de divertimento y buen humor, nos sirva para reaccionar, para montar el circo de la LIJ, ofrecer algo de espectáculo. En definitiva, sacar los los libros infantiles a la luz, con una sonrisa, disfrutando.



Álbumes sin palabras, un pequeño vistazo / Wordless picture books, a little view

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Un álbum sin palabras o álbum mudo (en inglés wordless/silent picture books) es lo más parecido a llevar al extremo la negación a esa pregunta que se hacía la Alicia de Carroll (¿Y de qué sirve un libro sin dibujos [...]?). 
When Carroll's Alice asked “[...] and what is the use of a book […] without pictures or conversations?” She couldn't imagine that someday it would exist a book made enterely of images. These books are wordless or silent picture book (in Spanish “álbum sin palabras”) Un álbum sin palabras es la máxima expresión de las narrativas gráficas, es decir, libros que construyen una historia a base de la secuenciación de imágenes que, generalmente se basan en escenas que ocupan un lapso espacio-temporal definido (páginas sencillas, dobles o viñetas). 
A wordless picture book is the highest expression of graphic narratives. Books that build a story based on a sequence of images. These images are generally based on scenes that occupy a defined space-time lapse (single or double pages, or a bullet ).




Bob Staakes

Aunque es una tipología de álbum ilustrado que da muchos quebraderos de cabeza a especialistas de LIJ o bibliotecarios (su clasificación es bastante difícil... unos los incluyen dentro de la categoría de “álbum ilustrado” dependiendo de los parámetros sobre los que descanse la elaboración del discurso, y otros los adscriben a la de “álbum gráfico” en pro de una taxonomía más clara y útil), está claro que pertenece al género del libro-álbum.
It is a type of picture book wich also produces many problems to Children's Literature specialists or librarians (Its classification is quite difficult depending on the parameters you take for discourse making off) Anyway, it's clear that it belongs to picture books.




Marie Caudry

Los álbumes mudos, a pesar de haber sido relegados clásicamente a los pre-lectores, las vanguardias de finales del siglo XX y del nuevo milenio en lo que al álbum se refiere, han ayudado a que se consideren en un espectro más amplio de lectura donde tienen cabida lectores más experimentados, lo que origina híbridos entre el álbum y la novela gráfica. Un libro sin palabras no es un libro sencillo, no. Pueden estar repletos de detalles, ofrecer interpretaciones múltiples y diferentes sentidos de lectura (Si quieren profundizar en todas estas cuestiones les recomiendo pasearse por AQUÍ).
Despite being orientated to pre-readers, silent picture books have been involved in other reading context, for instance adult readers who prefer graphic narratives (comic and graphic novel) instead traditional ones. A book without words is not a simple book. They can be full of details, offer multiple interpretations and meanings, and different senses of reading.  



Peter Schossöw


Anouk Boisrobert y Louis Rigaud

Sin dudarlo diría que son los libros más universales que existen ya que no es necesario echar mano de traductor para entender su mensaje, por lo que, si tienen ocasión de viajar a otros países, les animo a visitar las librerías, descubrirlos y meterlos en la maleta a modo de recuerdo. No olviden que quizá esta sea la razón por la que muchos de estos libros se utilizan a la hora de establecer puentes entre los seres humanos (por ejemplo pueden echar un ojo al IBBY Camp in Lampedusa).
You will never feel lost in translation with these books. You will always understand their messages. They are the most universal books that exist (if you travel to other countries, you can visit bookstores and buy some of them. They are the best souvenir you can keep in the suitcase!). Here you are the reason why many of these books are used to establish bridges between humans (See IBBY Camp in Lampedusa).




Bastien Contraire


Carson Ellis

Mientras realizaba este pequeño monográfico, me han surgido muchas dudas. Preguntas a tenor de títulos como El intruso de Bastien Contraire (¿Un álbum sin palabras sirve sólo a la narración, o también puede servir al juego? ¿Pasa entonces a ser un artefacto no literario?), el Popvillede Anouk Boisrobert, Louis Rigaud y Pablo Guerrero, el Bluebird de Bob Staake, el ¡¡Máaas!! de Peter Schossöw, La playa de Zullo y Albertine, El viaje de Max de David Gauthier y Marie Caudry (¿Se podría ser más heterodoxo al incluir en este grupo libros que parten de poemas o incluyen pequeñas frases? ¿Acaso no desarrollan la acción completamente sobre el contenido gráfico?), o el ¿Mau iz io? de Carson Ellis (Si se hace uso de un lenguaje verbal inventado y/o intraducible en un álbum, ¿podría considerarse álbum sin palabras?), que quizá ustedes puedan responder.
While I was writing this post, some doubts came... Is a wordless picture book only for storytelling? Can we learn some skills with them? Can we also have fun? How many words can a wordless picture book keep? Only the title? Perhaps some more? Can a silent picture book loose its essence if it is inspired by a poem, by little phrases or by a fairy tale? Can you include a book into this category if it's made with an invented language?  


Albertine Gruss

Seguramente, conforme se sumerjan en el mundo de los libros mudos, tendrán sus propias dudas y les surgirán nuevas ideas, que pueden ir contrastando con la representativa bibliografía especializada que he añadido antes de la selección y en la que se exploran distintos aspectos de este "género".
I think you will also have your own questions and you will probably need some help to answer them. That is the reason I've included some bibliography below.
Así que, sin dilatar mucho más esta ligera introducción, ahí va esta colección de álbumes sin palabras que he dividido en dos partes. En primer lugar he destacado mis álbumes sin palabras favoritos, 15 títulos que, bajo mi criterio, se merecen un lugar privilegiado ya que han trascendido al tiempo y son representativos de muchas de las tendencias que se suelen dar en estos libros, como los pictogramas, la mutación y evolución de las formas geométricas, los libros circulares, las historias cotidianas, los libros-juego, los informativos, las adaptaciones de los cuentos clásicos y las novelas gráficas. En segundo lugar incluyo una miscelánea que reúne muchos títulos conocidos y no tan conocidos de los álbumes y libros ilustrados sin palabras, editados en castellano o de otros lares. Una buena colección que seguro ampliará sus horizontes y les animará, no sólo a descubrir y descartar títulos, sino a leer imágenes.
After this brief presentation, here you are a wide collection of wordless picture books. I've divided into two parts. First I have highlighted my favourite silent picture books, 15 titles that deserve a honour place (they have successed and they are representative). Secondly, I include a miscellany that brings together many well-known and not-so-well-known titles from all over the world. A good sellection that will surely open your horizons and encourage you, not only to discover and discard titles, but to read images
¡Que los disfruten en silencio y los cuenten de viva voz!
Enjoy them in silence... but tell them aloud!



Bibliografía

Arizpe, E., Colomer, T., Martínez-Roldán, C el al. 2014. Visual journey through wordless narratives: an international inquiry with inmigrant children and The arrival. Bloomsbury Academic.
Arizpe, E. 2013. Meaning-making from wordless (or nearly wordless) picturebooks: What educational research expects and what readers have to say. Cambridge J. Edu., 43(2): 163-176.
Arizpe, E. 2010. Minority voices create words for wordless picturebooks. 32ndInternational Board on Books for Children and Young People IBBY Congress, Santiago de Compostela.
Arizpe, E. y Styles, M. 2004. Lectura de imágenes: los niños interpretan textos visuales. México: FCE.
Bosch. E. 2015. Estudio del álbum sin palabras. Universidad Autónoma de Barcelona. Tesis Doctoral.
Bosch, E. 2012. ¿Cuántas palabras puede tener un álbum sin palabras? Ocnos, 8: 75-88.
Bosch, E. y Durán, T. 2009. OVNI: un álbum sin palabras que todos leemos de manera diferente. AILIJ Anuario de Investigación de Literatura Infantil y Juvenil, 7(2): 39-52.7
Bradnock, Marianne. 2016. Wonderfully wordless: the 500 most recommended graphic novels and picture books. The School Librarian, 64(2): 127
Crawford, P.A. Y Hade, D.D. 2000. Inside the picture, outside the frame: Semiotics and the reading of wordless picture books. Journal of Research in Childhood Education, 5(1): 66-80.
Jalongo, M. R., Dragich, D., Conrad, N. y Zhang, A. 2002. Using wordless picture books to support emergent literacy. Early Childhood Education Journal, 29(3): 167-177.
Lartitegui, Ana G. 2014. Páginas mudas, libros elocuentes. Tramas visuales y discurso. Col. Cuadernos Hexágono. Zaragoza: Pantalia.
Lewis, D. 2001. Reading contemporary picturebooks. Picturing texts. London: Routledge Falmer.
Mantei, Jessica y Kervin, Lisa. 2015. Examining the interpretations children share from their reading of an almost wordless picturebook during.Australian Journal of Language and Literacy, 38(3): 183-192.
Pamtaleo, S. 2007. How could that be?: Reading Banyai's Zoom and Re-zoom. Language Arts, 84(3): 222-233.
Ramos, A. M. y Ramos, Rui. 2011. Ecoliteracy through imaginery: a close reading of two wordless picture books. Children's Literature in Education, 42(4): 325-339.
Ricks, P. H. 2016. The art of the unspoken: a few words on wordless picture books. Literacy Today, 33(6): 16.
Serafini, F. 2014. Exploring wordless picture books. The Reading Teacher 68(1): 24-26.


Mis 15 álbumes sin palabras favoritos / My top15 wordless picture books




Claude Ponti. El álbum de Adela. Lata de Sal.


Suzy Lee. La ola. Barbara Fiore.


Iela Mari. El globito rojo. Kalandraka.


Aaron Becker. Imagina. Kokoro.


Jörg Müller. El soldadito de plomo. Lóguez.


Jerry Pinkney. The lion and the mouse. Little Brown.


Angela Lago. De noche en la calle. Ekaré.


Warja Lavater. Le petit chaperon rouge. Adrien Maeght.


Jeannie Baker. Window. Greenwillow Books


David Wiesner. Flotante. Océano Travesía.



Istvan Banyai. El otro lado. FCE.


Mitsumasa Anno. El viaje de Anno (I, II, III, IV). Juventud.


Quentin Blake. Clown. Red Fox.


Shaun Tan. Emigrantes. Barbara Fiore.




Lynd Ward. God's man; Wild Pilgrimage; Madman's drum; Prelude to a million years; Song Without words; Vertigo. Art Spiegelman, ed. Library of America. (Reedición, 2010 / N.B.: Aunque se consideran novelas gráficas destinadas al público adulto, no puedo evitar incluirlas aquí en último lugar).

*     *     *

Miscelánea de álbumes/libros sin palabras (algunos para jóvenes)
Wordless picture books selection (some for young adults)


Béatrice Rodríguez. El ladrón de gallinas. Libros del Zorro Rojo.


Béatrice Rodríguez. La revancha del gallo. Libros del Zorro Rojo.


Béatrice Rodríguez. Un día de pesca. Libros del Zorro Rojo.


Aaron Becker. Explora. Kokoro.


Aaron Becker. Return.Candlewick Press.


Barbara Lehman. El libro rojo. Libros del Zorro Rojo.


Marije Tolman y Ronald Tolman. La isla. Adriana Hidalgo.


Marije Tolman y Ronald Tolman. La casa del árbol. Adriana Hidalgo.


David Wiesner. Martes. Océano Travesía.


Lizi Boyd. Linterna mágica. Libros del Zorro Rojo.


Lizzi Boyd. Tiempo libre. Libros del Zorro Rojo.


Paula Bossio. El lápiz. FCE


Cristina Hernández. La mutante. Narval.


Ajubel. Robinson Crusoe. Media Vaca.


María Pascual.¿Dónde están mis gafas? Thule.


Mitsumasa Anno. Anno's Alphabet. Bodley Head.


Istvan Banyai. Zoom y Re-zoom FCE.


Monique Félix. Historia de la ratita encerrada en un libro. Ediciones Maria Di Mase.


Monique Félix. Segunda historia de la ratita encerrada en un libro. Ediciones Maria Di Mase.



Jay Alison. Imagina. Lumen.



Adolfo Serra. Caperucita Roja. Narval.


Gabrielle Vincent. un día, un perro. Zendrera Zariquey.


Emilie Vast. Korokoro.Barbara Fiore.


Mariana Chiesa. Migrando. Petra Ediciones.


Magdalena Armstrong Olea. Trapo y Rata. FCE.


Chris Rashka. Una pelota para Daisy. Corimbo.


Suzy Lee. Alice in wonderland. Corraini.


Suzy Lee. Sombras.Barbara Fiore.


Suzy Lee. Espejo.Barbara Fiore.


Mark Ludy. El hombre de la flor. Edaf.


Iela Mari. Las estaciones. Kalandraka.


Iela Mari. Historias sin fin. Anaya.



Iela Mari. El erizo de mar. Anaya.


Iela Mari. La manzana y la mariposa. Kalandraka.


Josse Goffin. Ah!Kalandraka.


Josse Goffin. Oh!Kalandraka.


Juanjo G. Oller. Y recuerda... Milimbo.


Juanjo G. Oller. Hansel y Gretel. Milimbo.


Cristina Pérez Navarro. En el silencio del bosque. A buen paso.


Annette Tamarkin. En el jardín. Océano Travesía.


Annette Tamarkin. En el cielo. Océano Travesía.



Raymond Briggs. El muñeco de nieve. La Galera.


Dieter Schubert. Monky. Ekaré.


Ingrid y Dieter Schubert. The umbrella. Lemniscat.


Bernardo Carvalho. Un día en la playa. Libros del Zorro Rojo.


Jae-Soo Liu y Dong Sheen Il. El paraguas. Pastel de Luna.


Guojing. Hija Única. Pastel de Luna.


Arnal Ballester. No tinc paraules. Media Vaca.


Miguel Calatayud. El mundo al revés. Media Vaca.



Miguel Calatayud. Al pie de la letra. Kalandraka.


Sergio Mora. La caca mágica. Bang


David Pintor. Ciudades de papel. El Patito Editorial.


Thomas Ott. The number 73304-23-4153-6-96-8. La Cúpula.


Thomas Ott. Cinema Panopticum. La Cúpula.


Gerda Muller. Adivina quién hace qué. Corimbo.


Juan Gedovius. Trucas. FCE.


Juan Gedovius. Encimosaurio. SM.


Benjamin Lacombe. Cuentos silenciosos. Edelvives.


Dick Bruna. Historia sin palabras. Aguilar (No hay imágenes disponibles por lo que la imagen que acompaña pertenece a Another story to tell)


Gabriel Pacheco. La bruja y el espantapájaros. FCE.



Joe Sacco. La gran guerra. Penguin-Random House.


Kveta Pakovská. Hasta el infinito. Faktoría K de libros.


Mandana Sadat. Del otro lado del árbol. FCE.


Mandana Sadat. Mi león. FCE.


Renato Moriconi. Bárbaro. FCE.


Sylvia van Ommen. La sorpresa. FCE.


Gonzalo Moure y Alicia Varela. El arenque rojo. SM.


Mercer Mayer. Un niño, un perro y una rana. Los cuatro azules.


Anne Bertier. Chiffres en tête. MeMo.


Pep Brocal. Olaf se va de picnic. Bang.


Arianne Faber. La fábrica de nubes. A buen paso.


Enrique Flores. El encuentro. El Jinete Azul.


Ana Juan. Circus. Logos.


Katja Kamm. Invisible.FCE.


Katsumi Komogata. ¡Descúbrelo! Petra ediciones.


Patrick Lenz. Tom y el pájaro. Libros del Zorro Rojo.


David Merveille. El papagayo del señor Hulot. Kalandraka.


Alé Mercado. Pablo pájaro. Thule.


Riki Blanco y Eduardo Solano. Hubo un tiempo en el que el cielo. A buen paso.


Thé Tjong-Khing. ¿Dónde está el pastel? Blume.


Molly Bang. The grey lady and the strawberry snatcher. Simon & Schuster.


Stephen Savage. Where's Walrus? Scholastic.



Peter Spier. Noah's Ark. Doubleday.


Madalena Matoso. Todos fazemos tudo. Planeta Tangerina.


Ara Jo. The rocket boy. Hansol soo Book.


De Paola. Tomi. Flicks. Harcourt.


Tord Nygren. The red thread. R&S Books.


Leo Timmers. Bang. Gecko Press.


Jeannie Baker. Mirror. Candlewick Press


Katy Couprie y Antonin Louchard. Tout un monde. Thierry Magnier.




¡Feliz cumpleaños, abuela!

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Mi abuela es mediana, lampiña, suave; tan tranquila por fuera, que se diría toda de candor...
Mi abuela es tremenda y el otro día cumplió noventa, ¡que ya son!. Tiene un lustre que para qué y como siga sin moverse, va a salir rodando. Que los años son un lastre no es ninguna novedad, pero lo de mi abuela es sobrenatural: ni colesterol, ni hipertensión, ni azúcar. Una miaja de fatiga, y poquito más (Tánto, que hasta sus amigas le desean el mal: “Paca, ya era hora de que te pasara algo..., ya era hora...”). Cada vez tengo más clara su ascendencia nipona, a pesar de que ostenta un apellido español en vías de extinción. Se calienta la cabeza poco (Las preocupaciones no son buenas, así que, últimamente, empiezo a pensar que dejar los problemas a un lado es la única manera de rozar la centena), a pesar de que, como a cualquiera, le han punzado las penas.


A esta mujer le extrañan pocas cosas. Ha visto (y vivido) mucha miseria (no hace falta que les recuerde lo que era España hasta los años 80..., ¿o sí?), y para mi gusto, poco se ha quejado. Como buena bracera, ha trabajado como una negra: cinco hijos y recogiendo acelgas, espinacas o ajos, lavando la ropa entre el hielo, limpiando cuadras o cocinando. Lo peor de todo es que, aunque hoy vive a cuerpo de reina, es consciente de que la social-democracia la ha convertido en una inútil (según ella ya no sabe ni cocinar, ni fregar... ¡Menuda estrategia!).


Mi abuela, la única que me queda, es un rato moderna. Se casó con algún hijo parido (que en aquellos años, era tela), y pantalones, de las primeras. Lo entiende todo aunque se haga la tonta (será de los pocos beneficios que acarrea la sordera) y, cuando encuentra algo raro, reza su coletilla favorita: “Se ve que es lo que se lleva”. Es una abuela de asfalto (la primera vez que pisó un pueblo fue cuando contaba ochenta...), muy espabilada y despierta.


A pesar de que en su temprana vejez mi madre se empeño en matricularla en el aula de alfabetización de adultos (y así, entretenida, ni traía ni llevaba), no hubo manera de que terminara “juntando las letras” y se ha quedado como en sus años de escuela..., una pena. Más todavía teniendo en cuenta que el pasado jueves le podía haber regalado Las arrugas de la abuela, lo último de Simona Ciraolo y publicado en castellano por la editorial Andana. Y así podíamos haber trasladado esta hermosa conversación de una abuela con su nieta, a esas anécdotas e historietas que, cuando éramos pequeños, nos contaba entre siesta y siesta... ¡Pasar no pasa nada! ¡Sólo que tendremos que leérselo nosotros a ella!


Libros incómodos, libros necesarios

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Mal empieza la semana cuando resuena por los pasillos la palabra bullying... Esperemos que la cosa no dé mucho de sí, que visto como está el patio, no es de extrañar que se vayan de madre... Para evitar posibles sorpresas y quebraderos de cabeza, ya he preparado sobre la mesa del salón el Juul de Gregie de Maeyer y Koen Vanmechelen, un libro editado en castellano por Lóguez y que ha pasado por diversas reimpresiones desde que se publicara por primera vez en 1996.
Les seré sincero, este álbum y un servidor siempre han tenido una relación con muchos altibajos. Yo no la definiría como de “amor-odio” (sería estúpido decir que no me gusta un libro tan redondo y bien pensado), pero sí albergo ciertas reticencias en lo que a orientación de lectura se refiere (no todos los niños pueden leerlo todo...).


Juul es el típico libro del que nadie quiere hablar. No le gusta ni a madres ni a padres, tampoco a muchos maestros, y los libreros nunca cuentan con ejemplares... Está claro que Juul es un libro incómodo. Termina mal, y eso en Literatura Infantil, parece imperdonable. Tánto, que una vez se me ocurrió contarlo en una de esas escuelas de padres que tan de moda se pusieron hace unos años y al día siguiente ya me estaba parando el cura del pueblo por la calle (Si novelara mi vida como profesor rural, me forraba)... Pero, ¿por qué tanta preocupación por un libro para niños? Más que nada porque, mirando más allá del acoso escolar, podríamos decir que Juulahonda en cómo la sociedad moldea al individuo, en los procesos que llevan a la rendición del yo ante la presión colectiva, en la mutilación de la identidad a través de la coacción, en la autodestrucción mental y física... Crítica social pura y dura.


Lo que más “molesta” de Juul es su prosa. No hay demasiados rodeos, es directa, clara, concisa, muy visual y, sobre todo, brutalmente sincera. Ese tonillo visceral que utilizó el ya fallecido escritor Gregie de Maeyer (todavía no he logrado captar si es un recurso estilístico o parquedad geográfica) te pone el vello de punta mientras lo lees. Insignificancia, inocencia, crueldad y cinismo en un mismo lote: la condición humana. No sólo agita a aquellos que sufren o han sufrido el acoso escolar en su propio pellejo, un fenómeno que nació con la Escuela, sino a todos los que lo han sentido cercano. También están los que lo han contribuido a silenciarlo (Y si yo hubiera...) y aquellos que lo han llevado a cabo. A pesar de que en él sólo podemos ver a Juul, es un libro bastante coral, sobre todo porque a todos nos atañe.
Menos mal que alguien tuvo la bendita idea de echar mano de la obra de Vanmechelen, el afamado escultor belga, para que, a través de sus esculturas conceptuales en madera, restara cierta crudeza a la historia. Es cierto que son rígidas y angulosas, pero también es una elección más que acertada porque complementan a la narración y la hacen más subjetiva. Le imprimen cierto aire de metáfora visual a pesar de lo explícita que se desarrolla la acción en la secuencia de imágenes.


Juul no es un discurso moralista a pesar de sentarse en el constructivismo que llena Europa de las tendencias pedagógicas a finales del XX. Quizá sea un poco efectista (¿A quién no le cuesta alejarse de las luces de neón?...) y demasiado sincero (Les aviso que podría haberse convertido en un libro acerca del suicidio y se prefirió conservar un soplo de esperanza), pero tengo claro que en él prima la honestidad, y eso, tal y como están las cosas de la LIJ, ya es bastante.
No. No es un libro cómodo. Pero es un libro necesario.


LIJ de color de rosa. Chismes y Literatura infantil

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Lo rosa está de actualidad (si es que alguna vez ha dejado de estarlo...). Que se lo digan a la omnipresente Barbara Rey... Que sí, que sí, que estar pendiente de la política internacional tiene más caché (Esto de darle tanta importancia a Trump -con lo poco que lleva en el cargo- no me convence), pero el caso es que los líos de faldas monárquicos nos pueden haber costado a los españoles quinientos millones de las antiguas pesetas (lo escribo con letra porque estoy harto de poner ceros)... ¿Y qué es eso? Na', tres milloncejos de euros.


Lo cierto es que encuentro algo torpe esa postura de esquivar las noticias del corazón, sobre todo cuando se hace desde la típica y forzada pose cultureta. Nuestras vidas mortales, además de jondura y lectura, también se alimentan de chismes y panderetas. “Cum laudem” y títulos universitarios aparte, hay que ser conscientes de que la vida nos maltrata a partes iguales. Y a todos, millonarios, cantantes, políticos insignes, toreros, actores, bailarines, vedetes, flamencos o payasos, nos rascan un poquito, y que no salga algo de mierda, es raro. ¿A qué viene ese tufillo elitista que impregna todas las producciones culturales que, como el libro, tanto bueno (se supone) nos han dado?


No se equivoquen, todo esta interrelacionado... Si Oscar Wilde no se hubiera enamorado de un capullo, jamás hubiera escrito De profundis, o qué decir de la Misericordia de Pérez Galdós, fruto de una afición por lo pordiosero, por los pillastres... Visto desde otro ángulo, mejor le iría a la LIJ si Ricky Martin nos desvelara con qué libros concilian el sueño sus gemelos, conocer qué leía Belén Esteban de niña, o saber qué títulos encandilan a nuestras infantas, las pequeñas. ¡Hay tanto qué podrían hacer por la Cultura nuestros famosos y no hacen...!
En fin, que estoy harto de tanta polaridad, de tanto estereotipo manido. Ni los cultos son tan cultos, ni los barriobajeros tan poco instruidos. Que nadie está exento de alcahueteo, ni tan siquiera los de los libros para niños...


- ¡Shhhh! ¡Mari! ¿T'has enterao de que a Mengano le dieron el premio a la edición porque se lio con la que maneja to' el cotarro en los baños del Conde Duque, donde hacen lo del Salón?
- Y una hora antes, roneando con esa de la distribución... Se ve que quiere amplíar el negocio... ¡Ni canta ni baila, pero no te lo pierdas!
- ¡Ese siempre ha sido un golfo! Y no te comas de vista a Pepe El Letras... Yo no sé qué hace para pillar tantas subvenciones... Naranjito, podemita, pepero o socialista, ¡se matricula en todas las autoescuelas! Y claro, le premian con las del Ministerio, las de la Xunta y las del Cabildo.  ¡Sólo le faltan las del más allá!... ¿Cómo se las maravillará?
- ¡Ay! ¡Qué engentrolls! Como la petarda esa... Haciéndose la interesante en las redes sociales y ¡Venga! ¡Más madera! Todos dándole cera... Así pasa, que llevé a los críos a la presentación de su último libro, y ¡qué sinapismo...! ¡Casi tengo que llevarlos a urgencias!
- ¡Pffff! Estos culturetas... Aburren a las piedras. El mejor era aquel que contaba cuentos, el del gorro de calceta. Tan humilde, tan poquita cosa..., pero hablaba y, ¡oye!, que se comía el mundo. ¡Qué poderío! ¡Y qué ovaciones! Pero ya sabéis, el que no tiene padrino, se come una m...
- Ni que lo digas... ¡Oye tío! ¿Te enteraste de ese que le robó la editorial a la novia? Pobrecica, ¡qué ilusa! Yo nunca me hubiera fiado de ese fantasma, tanto repeine y colonia cara... Hay que estar al loro...
- ¡Al loro, Cantimploro!
- ¡Uy! Y porque no os habéis enterado de esos dos ilustradores que casi se lían a palos por cierta editora de renombre... ¡Hasta dónde llegan algunos!
- Ja, ja, ja... Paz amor y un poquito de editor ¡Menudo percal! Si es que, nenes, ¡el cotarro está muy mal!
- Una cosa... ¿Y lo de Bologna de este año? ¿No os parece raro? Cataluña y las Baleares de artistas invitados...
- A saber... La Generalitat ya no sabe a quien untar para lucir la senyera... ¿Y los valencianos? Qué lástima... Toda la vida con el Tirant Lo Blanc y ¡menudo feo!
- ¡Ojo al panojo! Y si no el de los monstruos... el bloguero enterao ese...
- ¿Ese? Ese es un chalao, un impertinente y un revenío. ¿Pero no decías que te salía urticaria cuando lo leías? ¿Pa' qué te sigues martirizando?
- Sí, tía, es como la carne pescuezo... To' hueso.. Pero hay que leerlo. Que lleva más razón que un santo.


N.B.: Todas las imágenes proceden de Telephone, un divertido álbum de Mac Barnett y Jen Corace (il.) publicado por Chronicle Books e inédito en castellano.


Actualidad sin sentido

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Copos de nieve sobre la orilla del mar, chantajes fruto de los caprichos monárquicos que pagan los ciudadanos, subidas estratosféricas de las tarifas eléctricas en la semana más fría del año (ya se podían haber esperado...), apóstatas que se marcan dos horas de cola para que San Antón bendiga a sus galgos, y el presidente de los Estados Unidos haciendo el homínido ... Harto de buscarle sentido al sinsentido, he decidido refugiarme en las canciones de Edward Lear y dejarme hacer. Si no puedes con el enemigo, únete a él.

El búho y la gatita se dieron a la mar
en un batel verde y brillante como un guisante;
llevaban miel, membrillo, y bastante dinerito,
bien envuelto en un billete de cinco reales.
El búho contempló los astros del infinito,
y rasga que te rasga cantó con su guitarra:
¡Oh, mi divina minina! Oh, mi lindo amorcito,
qué hermosa gatita eres tú...
Eres tú...
¡Sí, eres tú!
¡Qué hermosa gatita eres tú!”

[…]

The Owl and the Pussy-cat went to the sea
in a beautiful pea-green boat,
they took some honey, and plenty of money,
wrapped up in a five-pund note.
The Owl looked up to the stars above,
and sang to a small guitar,
O lovely Pussy! O Pussy, my love,
What a beautiful Pussy you are.
You are,
You are!
What a beautiful Pussy you are!”

[...]

Edward Lear.
Los jumblies y otras canciones sin sentido.
Ilustraciones de Leslie Brooke y el autor.
Traducción de Óscar Mariscal.
2016. Sevilla: El Paseo.


Abecedarios necesarios

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Cuando digo que el sábado estuvimos celebrando el cumpleaños del Pit, lo hago en sentido literal: mañana, tarde y noche. Un maratón a comer y beber (juerga que no disfrutas, juerga que no recuperas) en condiciones climáticas adversas (el viento nos cortaba el tegumento, pero nosotros, al lío) y con robo de móvil incorporado (¡Ojo avizor con carteristas y mangantes!).
Como se podrán imaginar, aquello dio para mucho (Lo he de confesar: nos va el jevimetal), y entre sorbo y sorbo, ¿de qué hablarán un funcionario de prisiones, una maestra de infantil y otra que vende tetas postizas? No se lo van a creer... ¡De abecedarios! Lo que oyen, a pesar de nuestras vidas bizarras, nos entretenemos con asuntos más sesudos.


Me sorprendió mucho enterarme de que en la etapa educativa de lo que en mi época llamábamos "pre-escolar", los alumnos no deben saber (por ley, ojo) lo que es eso de leer. Vamos, que algunos, con 5 años, no saben qué reza aquello de "Mi mamá me mima" (nunca mejor dicho). Corrientes pedagógicas y metodologías subversivas aparte, se ve que, al final y como siempre, depende del maestro, ese que puede poner toda la carne en el asador o refugiarse en la norma legislada.
Dice mi madre que yo aprendí a leer muy pronto, así que llegué a la escuela con los deberes hechos. Todo porque, según ella, la maestra de la guardería se emperraba en avanzar (¡Qué palabra tan bonita!), en darnos alas para poder volar. Por eso, cuando entro a un aula de colegio, me encanta ver las paredes llenas de las vocales en tamaño gigante, de sílabas fabricadas con los materiales más dispares y oraciones cortitas de todos los colores.
No obstante, entendiendo que la responsabilidad educativa es compartida entre docentes y padres, y habiéndome dejado en el cajón del olvido algunos abecedarios más que reseñables, los he sacado en este día por si algún padre se anima en esto de las letras, y afianza y aligera el proceso cognitivo de sus hijos... Así que, ¡ahí va este abanico!


El primero es el Abecedario a mano de Isol (2015, Fondo de Cultura Económica). Aunque tiene el formato clásico de álbum-abecedario (letras en mayúsculas y minúsculas en distinta tipografía y acompañadas de una imagen), su contenido es el propio divertimento de la autora que intenta establecer un diálogo con el lector. Se aleja de los clásicos sustantivos para adentrarse en adjetivos, verbos y expresiones con las que el niño puede indentificarse, preguntarse y responderse a sí mismo. Si esto fuera poco, Isol incluye elementos metaliterarios, disyunciones o complementación. Cada letra es una historia que podemos alargar con la imaginación. Divertido, poético y juguetón.




Hoy me siento de Madalena Moniz (2016, Pepa Montano). Es uno de esos libros bonitos que ha pasado muy desapercibido por haberse publicado a finales del año 2016, un periodo con mucha actividad que oculta tras la marabunta y deja en ese limbo lector a preciosas joyas visuales como esta. Madalena Moniz se decanta por la doble página para desarrollar su abecedario de adjetivos. Aunque algunos pueden tacharlo de emocionario (¡Qué moda más horrorosa!) es toda una suerte de imágenes evocadoras que permiten al lector descubrir por sí mismo sus rumores internos, deja a la libre interpretación toda una suerte de escenas de ida y vuelta entre el lector y la obra.



Abecedario. Abrir, bailar, comer y otras palabras importantes de Ruth Kaufman, Raquel Franco y Diego Bianki (2014, Pequeño Editor). Hace un par de años que se editó esta obra galardonada con el Bologna Ragazzi Award. Utiliza la página sencilla para presentar un abecedario construido a base de verbos que, acompañados por imágenes que ilustran cada uno de ellos, incorpora elementos descriptivos que van construyendo al mismo tiempo un álbum informativo bien pensado. De gran colorido y formas un tanto planas, es un libro inmejorable para niños dinámicos.




ABC-BOOK de Xabier Deneux (2016, Combel). Presentado en formato boardbook es un álbum muy bien pensado, no sólo porque incorpora multitud de troqueles que imprimen cierto dinamismo y una lectura “divertida”, sino porque presta atención al diseño gráfico (formas, relieves y colores planos) y propone mucha interacción visual y táctil. Aunque se limita a un tipo de palabra, los sustantivos, no lo hace así con el número y puede llegar a proponer varios por cada letra. Como todos los anteriores, tiene varios niveles lectores, y claro, eso añade valor al objeto libro.




Alfabeto de Sonia Delaunay (2011, Gustavo Gili). Por último quería enmendarme con este abecedario... Para mí es uno de los más hermosos que se han publicado en los últimos años, no sólo porque esta elaborado sobre las canciones y retahílas de nuestra infancia (plus añadido cuando pagamos por algo), sino por esa extraña pero hermosa conjunción entre ilustración de vanguardia (no olvidemos que la autora fue una de las mayores exponentes del simultaneísmo, un estilo basado en el contraste de colores) y la tradición oral. Letras bailarinas en un álbum genial.




Y si no tienen bastante con esta amplia oferta de alfabetos ilustrados, confíen en la imaginación de los enseñantes, esos que siguen bastante este espacio y se inspiran con los libros más variados. Porque guarderías, escuelas infantiles y colegios están llenos de verdaderos artistas que, con creatividad y pasión, abonan un terreno llamado futuro.

Misterios en imágenes

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Todos tenemos secretos. Unos más y otros menos. Algunos todavía guardan secretos de la infancia, otros proclaman secretos a voces, los menos los comparten con algún allegado y casi todos nos morimos de curiosidad por saber los de otros. Y, claro, el Sr. Burdick no podía ser menos...
Aunque Los misterios del Señor Burdick es un libro que forma parte de mi personal canon y al que he hecho referencia en ciertas ocasiones, nunca le he dedicado un espacio propio en este lugar de monstruos. Así que, a modo de disculpa para con Don Chris Van Allsburg, he aquí unas pinceladas sobre este álbum.
A nadie le llama la atención un libro negro, menos todavía si se supone que va dirigido a los niños (no sé si el autor eligió esta carta de presentación para repeler a lectores de tres al cuarto o por que el objeto libro adoptase cierto aire extraño, misterioso, atractivo...), pero el caso es que, cuando uno se atreve a cogerlo (sobre todo si es en la edición original, esa con tipografía roja), lo que esconde tiene mucha miga. En la edición en castellano de Fondo de Cultura Económica (gracias por este regalo), se reproduce en la tapa una de las imágenes que forma parte del legado del Sr. Burdick, un protagonista del que sólo conocemos un puñado de imágenes. (N.B.: Me encanta esta forma de crear un personaje a través de sus producciones, porque el lector, como todos, solemos forjarnos ideas, unas veces erróneas, otras ciertas, sobre como son los demás sin conocerlos personalmente. Es curioso como nuestros prejuicios y la propia experiencia entran a formar parte del juego, de la fantasía al fin y al cabo, esa que nos ata y nos libera al mismo tiempo).


Abrimos el libro. Guardas negras. La cosa va in crescendo. Portadilla blanca con otro dibujo a grafito. El contraste oscuridad-luz anuncia que algo va a pasar... “Introducción”. La cosa se pone seria. El autor nos cuenta la historia de este libro. En él se reproducen la serie de imágenes que (supuestamente) un desconocido llamado Harris Burdick llevó al editor de libros infantiles, Peter Wenders. Todas ellas ilustraban varios cuentos de su autoría y los llevaba a modo de muestra (portfolio que llamaríamos hoy día), acompañados de unas frases, como un pie de foto/imagen. El señor Burdick prometió que regresaría con sus historias, pero nunca más volvió. Sólo nos dejó catorce imágenes inquietantes acompañadas de un título y unas pocas palabras.
Metámonos en harina pues...


El estilo de las ilustraciones se adscribe al figurativo realista, a veces con elementos surrealistas (imagen de Extravío en Venecia), fantásticos (imagen de La casa de la Calle Maple) o descontextualizados (imagen de El arpa). Para su elaboración, Van Allsburg utiliza exclusivamente el lápiz de grafito. Si a ello añadimos la típica técnica de desdibujar las formas y el uso del claroscuro, se añade más aire a las escenas y las dota de cierta atmósfera irreal, a modo de ensueño. Como curiosidad cabe decir que la imagen Otro lugar, otro tiempo, que también se utiliza en la portada/tapa, está inspirada en una fotografía de Erich Lessing para el número de junio de 1959 de National Geographic que acompañaba un artículo sobre la posguerra en Alemania, un dato que pone en evidencia el proceso de construcción en el mundo de las artes gráficas (N.B.: No he podido encontrar tal imagen. Si alguien da con ella, agradecería que me informase de dónde).


El corpus del libro se estructura en dobles páginas en las que el texto ocupa la izquierda y la imagen la derecha, de tal manera que el ritmo en la lectura acaba focalizando la atención, primero en la imagen y posteriormente en el texto. De esta manera el autor consigue crear cierto efectismo, una sorpresa que crece con el mundo verbal. Aunque ambos lenguajes se complementan y se ayudan, no lo hacen del mismo modo. Mientras que el título remite a un contexto amplio, ese en el que la imaginación del lector desborda la doble página, las frases, por lo general, se refieren a un momento exacto, al instante en el que se congela la imagen. Esta segunda relación es más variable y en ella se pueden observar redundancias o complementariedades.
Otra cosa que diferencia a este álbum del resto es que la secuenciación no depende de la consecución de las escenas/imágenes, sino que depende del contexto. Es decir, no hay sucesión. Son parcelas de espacio y tiempo independientes. Es la ruptura en una de las características clásicas del álbum que, de no ser por la introducción, no podría definirse como tal.


Guardas negras. Tapa negra. ¿Fin? No, creo que no...
Si los misterios no fueran pocos, la cosa se complica cuando, y siempre según Van Allsburg, en 1993 aparece un anticuario que les relata a él y Wenders cómo, tras comprar la biblioteca antigua de una anciana, un espejo antiguo con retratos de algunos personajes del A través del espejo de Carroll que también estaba incluido en el lote, se cayó al suelo y, tras romperse el cristal, descubrió otra imagen similar a las restantes de Burdick que pertenecía a la historia de Perdido en Venecia.
Años más tarde Chris Van Allsburg publicó en su página web que Wenders había muerto en el año 2000 cuando contaba 91años.
Todos los que conocen la obra de Chris Van Allsburg saben que lo enigmático es una de sus constantes, como bien prueban títulos como El naufragio del Zéfiro, El expreso polar o Jumanji. Sin caer demasiado en lo efectista, es capaz de mantener cierta expectación en el lector antes, durante y después de leer sus libros, pero con este título consigue que eso trascienda más allá, lejos de la edad de los lectores y lejos de las fronteras. La universalidad de los, a mi juicio, dos juegos que propone ante el curioso lector partiendo de dos incógnitas (por un lado intenta ampliar los límites de la fantasía y por otro saber si el contexto es real o ficticio) es lo que hace a este libro diferente, más especial.


A todo lo anterior hay que añadir que este libro tiene muchas aplicaciones dentro del aula al constituir un pretexto inmejorable para trabajar la redacción, fomentar la imaginación, la construcción de historias (bien concatenadas, bien independientes), y empatizar con el género del libro-álbum, las narrativas gráficas y los autores. Prueba de ello es que hace unos años se publicó The chronicles of Harris Burdick, un libro en el catorce reconocidos escritores entre los que se cuentan Kate DiCamilo, Lois Lowry, Linda Sue Park, Jon Scieska, Tabitia King o Stephen King, realizan precisamente este ejercicio de narración en base a las imágenes de Chris Van Allsburg.


Decir también que el relato de The house on Maple Street de Stephen King (inserta en su libro Pesadillas y alucinaciones) está basado en la última de las imágenes de este libro.

Y poquito más, que ya es bastante para este libro tan redondo... Sólo me queda despedirme de ustedes confesándoles que, mientras escribo esto, todavía sigo dudando sobre si el Sr. Burdick existió.  

Literatura Infantil y Juvenil Australiana / Australian Children's Literature

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Aleksandra Mizielinska y Daniel Mizielinski

Con el fresquito que corre por estos lares no he podido resistirme a pensar en lo calenticos que andan por otras latitudes. Aunque me guste el frío, hay días que la envidia se apodera de uno, y cambio (imaginando, por supuesto) el abrigo por la sombrilla. Pero bueno, no seamos recelosos, que el estío también trae penas (fíjense en los devastadores incendios que asolan Chile, otra tristeza...) ¡Es lo que toca! Ya llegará el verano boreal y el invierno austral.
De entre todos los países a los que los rayos de luz solar alcanzan estos días de forma perpendicular, hoy he decidido pararme en Australia, ese país-continente tan desconocido por estos lares, no sólo en lo que a geografía, costumbres y paisaje se refiere, sino también a cultura y artes. Y como lo mío es la literatura infantil, ¡allá vamos con una de LIJ australiana!


Unas pinceladas sobre el contexto
Antes de empezar a recorrer los autores y obras destacados de los libros para niños en el ámbito australiano, no puedo olvidar dar unas pinceladas históricas sobre este país, ya que contextualizan mucho lo que acontece en la literatura infantil... Aunque es el quinto país del mundo en lo que a extensión se refiere, sólo viven en él unos veintiún millones de personas, debido, principalmente, a su condición de gran “isla” (entrecomillo porque los geólogos no la llamarían así) en mitad de un océano. Se cree que Australia ha estado habitada desde hace unos cuarenta y seis mil años por distintos grupos aborígenes. Aunque fue descubierta por los marineros españoles y portugueses, no fue hasta el siglo XVII cuando empezaron a desembarcar en sus costas los primeros europeos. Así, las nuevas tierras de Oceanía fueron colonizadas por los ingleses en el siglo XVIII y hasta 1901 no se constituyó como un país soberano (N.B.: Monarquía constitucional, “God save the Queen” y Commonwealth mediante, con referendum y todo).
A lo largo de todo este tiempo han sido muchos los avatares que han influido en el desarrollo de esta sociedad moderna, entre los que cabe citar algunos como:
- la persecución de los aborígenes diezmados por las enfermedades y epidemias introducidas por los europeos, y cuyos derechos no fueron ampliamente reconocidos hasta 1967,
- la fiebre del oro australiana desatada en 1850 que atrajo inmigrantes desde Europa, Norteamérica y China,
- el establecimiento y desarrollo de instituciones penitenciarias dependientes del Reino Unido,
- su participación como ejército/estado en la Primera y Segunda Guerras Mundiales,
- y los programas gubernamentales para aupar la inmigración desde Asia y Europa (llegaron al continente unos dos millones de personas en tres décadas).


Teniendo en cuenta todo esto y habiendo sintetizado la información de bastantes obras (sobre todo narrativa infantil y álbumes ilustrados) que aquí cito, a mi juicio son tres los pilares básicos que sostienen las obras literarias infantiles australianas:
  1. el medio natural australiano en el que destacan la fauna autóctona e introducida,
  2. una cultura a caballo entre lo aborigen y lo colonial,
  3. y la heterogeneidad poblacional condicionada por las corrientes migratorias.
Una vez dicho esto ya podemos internarnos en el bosque de los libros para niños australianos, deteniéndonos, no sólo bajo la sombra de los eucaliptos, sino al abrigo de aquellas obras a destacar... Denoten que hablar de LIJ australiana es difícil, ya que hay que tener en cuenta aquellos libros que se relacionan con un sentimiento de pertenencia a un territorio y que son inherentes a un ámbito cultural, ya que, de manera genérica, pueden parecer invisibles en el panorama anglosajón de la literatura para niños.

Inicios de la literatura infantil australiana: dos títulos
Hasta mediados del siglo XIX no se puede hablar de literatura infantil australiana de modo específico ya que, hasta entonces, el panorama de los libros para niños había estado gobernado por las obras europeas.
El primer libro dirigido a los niños cuya acción se desarrolla en un contexto australiano es A mother offering to her children de Charlotte Barton (1841). Aunque de carácter pedagógico, ofrece espacios de divertimento a los niños. A este título le siguen otros muchos del mismo tipo, hasta llegar a finales del XIX (1894), cuando Ethel Turner con sus Siete chicos australianos (editorial SM)rompe las reglas de la tradición y se lanza a narrar con desenfado y aire fresco y renovado, las peripecias de una madre y sus incontrolables siete hijos en una Sidney que empieza a respirar su identidad y costumbres propias. Considerado uno de los clásicos de la narrativa infantil, fue el mayor éxito de una autora que escribió más de treinta novelas para niños.


La LIJ australiana y los aborígenes
Pero no aceleremos la historia porque hubo otra "literatura" anterior, la que se narraba de boca a oídos en torno al fuego antes de la llegada de los primeros europeos...
Durante la misma época (finales del XIX), algunos intelectuales australianos se percatan de la necesidad de rescatar la tradición oral de los pueblos aborígenes australianos para introducir ese acervo de narraciones dentro de una cultura australiana emergente. Así es como nace King bungarees phyalla: stories, illustrative of manners and customs that prevailed among Australian aboriginesde Mary Ann Fitzgerald (1891), un precursor de verdaderas antologías de cuentos y leyendas aborígenes, como Australian legendary tales de K. Langloh Parker (el pseudónimo de Katie Stow) y Andrew Lang (1896), que han sido bellamente ilustrados por artistas aborígenes y no aborígenes en sus múltiples ediciones.



Aunque Legendary tales of Australian aboriginesde David Unaipon se publico en 2001, no podemos obviar que esta recopilación de cuentos y leyendas aborígenes fue publicada bajo el nombre Myths and legends of the Australian aboriginesy firmada por Ramsay Sith (1930), antropólogo que compró el manuscrito a David Unaipon.


Imagen de David Unaipon y su manuscrito.

Continua el siglo XX y se suceden, no sólo compendios de cuentos aborígenes como The Boomerang Book of Legendary Talesde Enid Moodie Heddle (1957), o el Land of the rainbow snake, aboriginal children's stories and songs from Wester Arnhem Land de Catherine Berndt (1979), sino otras obras en otros formatos, como el del álbum, escritas y/o ilustradas por aborígenes o que prestan atención a la riqueza artística de estos pueblos nativos que empiezan a ganar terreno en la cultura gracias a la adquisición de derechos.




Aparecen obras como Stadbroke dreamtime en 1972 de Oodgeroo Noonuccal (antes conocida como Kath Walker), The rainbow serpent de Dick Roughsey (1976), The story of the fallen starde Elsie Jones (1989), Do not go around de edgesde Daisy Utemorrah y Pat Torres (1990), Tjarany Roughtail de Lucille Gill (1992), The Papuya school book of Country and History, un álbum informativode Ian Abdulla (2002), Malu Kangaroo: How the first children learnt to surfde Judith Morecroft y Bronwyn Bancroft (2007), así como la creación de sellos editoriales que potencian este tipo de producciones literarias como IAD Press (década de los 70) Scholastic Australia (década de los 80) y Magabala (década de los 90).



Narrativa infantil y juvenil australiana
Aunque las narrativas infantil y juvenil se nutren de otras obras en lengua inglesa procedentes de Reino Unido y Estados Unidos, también hay bastante que decir de las gestadas en el país del boomerang... Las páginas se llenan de pingüinos, koalas, canguros, equidnas, oposum, wombats, cucaburras y bandicuts, se aferran al sentimiento de una nación moderna y se despojan de prejuicios: son canallas, extrovertidas y nos hacen reír.
Entre la narrativa de ficción, podemos citar Elpudding mágico de Norman Lindsay (1918), un libro cómico y fantástico plagado de canciones e historias cortas con cierta vis de nonsense, cuya mejor edición en castellano fue la realizada por Anaya en su colección Laurin-Tus libros (y que tengo en mi poder desde bien pequeño) y que incluía las geniales ilustraciones del autor.


También hay que destacar el Blinky Bill de Dorothy Wall (1933), un libro con un protagonista de pocos escrúpulos y muchas peripecias que nunca se ha dejado de reeditar y con un discurso todavía vigente entre los pequeños lectores.


Le siguen unos libros con bastante carga de ilustración, The muddleheaded wombat, una serie de Ruth Park ilustrada por Noela Young que empezó a publicarse en 1942 y todavía sigue teniendo seguidores gracias a una serie televisiva.


Llegan las décadas de los años cincuenta, sesenta y setenta, y con ellos el trabajo de autores nada o muy poco conocidos en nuestro país como Hesba Fay Brinsmead (de la que podemos citar Beat of the city, Pastures of the Blue Crane y Longtime passing), la reconocidísima Mavis Thorpe Clark con su The Min-Min(también se pueden añadir Wildfire, The sky is free o Iron mountain), Mary Elwyn Patchett (Logró gran éxito con su serie Ajax the warrior, y otros títulos como The brumby o Tam, the untamed; en los 70 se publicó en nuestro país El dingo blanco gracias a la editorial Molino), y Colin Thiele, un autor extraordinariamente prolífico (más de setenta títulos en su haber) de cuya obra podemos extraer Blue Fin, The fire in the stone, Storm boy o Sun on the stubble (en España se editaron en los ochenta Pinquo, editorial La Galera, y El faro de Hammerhead, editorial Espasa-Calpe)





En los ochenta destaca la figura de Eleanor Spence, una autora de la que no se ha publicado nada en nuestro país, pero que ha dado al mundo de la LIJ australiana obras de gran relevancia y de contenido muy variado (familiares, religiosos o costumbristas), como por ejemplo The green laurel, The October child, Me and Jeshua, The family book of Mary Claire, Jamberoo Road y su galardonado Seventh Pebble.



Es entonces cuando la narrativa infantil y juvenil despega y aparecen los autores que continuarán abonando el final de siglo y el nuevo milenio con muchísimas obras de todo tipo... Simon French, con sus All we know yAstuto, astuto (ambas para niños y la segunda publicada en castellano por Ediciones B) y Está bien tener visitas (una novela dirigida a lectores adolescentes y publicada también por Ediciones B), Victor Keheller, un autor nacido en Inglaterra, que ha cosechado mucho éxito con sus series Parkland y Gibbleworth the goblin y novelas como Taronga y Del-Del, y Gillian Rubinstein, una autora residente en Australia y que ha vendido millones de copias con sus novelas y sagas de fantasía como Space Demons,Galax-arena y su serie Leyendas de los Otori (bajo el pseudónimo Lian Hearn), que están editadas en castellano por Alfaguara y que han sido llevadas al cine.



 



Hay que citar a Goldie Alexander (Mavis road medley), Melima Marchetta (Looking for Alibrandi) y Allan Marshall (I can jump puddles)antes de llegar a otros dos de los grandes, Paul Jennings, un autor de gran éxito comercial tanto para jóvenes (Uncany! Unbearable! Unbelievable! o Undone!), como para niños, y de los que puedo citar en castellano La garra (Fondo de Cultura Económica), y el gran John Marsden, el autor de novelas como So much to tell you, Burning for revenge, Cartas desde el interior (Castillo editorial) yDamero (en SM) y sus series The Ellie Chronicles o Mañana...por ejemplo Mañana cuando la guerra empiece, que ha sido publicada en nuestro país porRBA-Molino y SM.





Por último y enlazando con el siguiente epígrafe, me gustaría citar Ziba vino en un barco, de Liz Lofthouse y publicado en España por Lóguez, un libro que nos habla de la tan triste pero esperanzadora migración, y que está ilustrado por uno de los mejores (al menos para mí) ilustradores del mundo, el también australiano Robert Ingpen, premio H. C. Andersen (1986). Su prolífica obra, no sólo creando imágenes para obras cumbre de la LIJ como The secret garden (Frances Hogdson Burnett), The wind in the willows (Kenneth Grahame), Peter Pan y Wendy (J.M. Barrie), Alicia en el país de las maravillas(Lewis Carroll), El mago de Oz (Frank L. Baum) -ver todos estos títulos y algunos más en la editorial española Blume-, sino álbumes como Lifetimes (un hermoso álbum sobre la muerte realizado junto a Bryan Mellonie) y su Australian gnomes, pero para mí, su obra maestra es la Enciclopedia de las cosas que nunca existieron (Michael Page),un título descatalogado y que, desde aquí, animo a Anaya a reeditar para el disfrute de los niños españoles.




Versos y canciones infantiles con aroma a eucalipto
En lo que a poesía infantil se refiere y como en otros lugares, podemos citar aquí poemas y canciones populares como Botany Bayo los poemas del mundo adulto como A. B. (Banjo) Paterson, Henry Lawson (The drover's wife), Dorothe Mackellar (My country) o Mary Hannay-Foott (Where the pelican builds her nest), que se han extrapolado a los niños, algunos de ellos en forma de álbum.
Dentro de los libros de poesía infantil creados ad hoc para este tipo de público durante la primera mitad del siglo XX, podemos citar A book for kids de C. J. Dennis (1921), Fairies and Fanciesde Tuth Bedford (1929) o The Boomerang Book of Australian Poetryde Enid Moodle Heddle (1956).
Un poco más adelante la poesía infantil contemporánea hace su aparición y son bastantes autores los que se atreven con este género. John Marsden, pasando por Joan Mellings (Australian poems for all seasons), Sherryl Clark (Farm Kid) o las recopilaciones de Libby Hathorn(The ABC Book of Australian Poetry) son algunos ejemplos. No obstante, intérnense en ESTE LUGAR y ESTE OTRO, y atrévanse con los poemas y rimas dedicados a los niños australianos.



El álbum ilustrado en Australia
Respecto al libro-álbum australiano y como en otros muchos ámbitos del panorama anglosajón e internacional en los que este formato/género toma la palabra, hay que señalar muchos títulos. Aunque podemos apuntar a May Gibbs como la pionera australiana de este género con The complete adventures of Snugglepot and Cuddlepie, un libro publicado en 1918 (N.B.: Es una obra con mucho texto, pero podemos adscribirla a este formato ya que sus ilustraciones añaden significado a la historia, la complementan y ensalzan. Su calidad gráfica es notable, algo que se entresaca de su perspectiva y detalle).



Posteriores a las dos Guerras Mundiales, pocos ejemplos de álbumes podemos encontrar, ya que el género es copado por aquellas producciones inglesas y norteamericanas de éxito entre el público. Hasta 1970 y 1971, años en los que se publican Waltzing Matilda y The man from Ironbark, dos álbumes basados en sendos poemas del ya citado Banjo Paterson e ilustrados por Desmond Digby y Quentin Hole respectivamente, cuando se puede hablar de álbum ilustrado australiano contemporáneo (Nota: Como hay mucho que decir, permítanme que no haga alusión a la fecha de publicación de todo lo citado).


Desmond Digby

Primero, detengámonos en los conocidos por estos lares...
Muchos de ustedes conocen al afamadísimo Shaun Tan, (La cosa perdida, El árbol rojo, Inmigrantes, Cuentos de la periferia, Las reglas del verano, Los huesos cantores... Todos ellos publicados en nuestro país por Barbara Fiore), de quien sólo prestaré atención en esta monografía australiana a Los conejos, un álbum a caballo entre lo informativo y lo poético (una hermosa versión de un acontecimiento histórico) y creado junto a John Marsden, que narra con brillantez el episodio tan conocido a nivel mundial en el que los conejos introducidos desde Europa se convirtieron en una especie invasora, destrozando el medio natural australiano y desplazando a otras especies autóctonas.



Otros van más allá y reconocen el genio del ilustrador Ron Brooks que junto a autoras como Margaret Wild, Jenny Wagner y Julie Hunt, ha gestado maravillas como Nana Vieja (publicado en castellano por Ekaré, sobre la muerte y sus despedidas) y Zorro (una historia de amistad también en Ekaré) con la primera, y Óscar y la gata de medianoche (Lóguez y una historia de celos) y El Bunyip de Berkeley's Creek (un discurso existencialista, otra vez en Ediciones Ekaré) con la segunda, y The coat con la tercera.



También les pueden sonar los álbumes de Bob Graham, un autor/ilustrador con un estilo tipicamente anglosajón, “a-cartoon-ado” y dinámico. Títulos como Crusher is coming!, Greetings from Sandy Beach, Rose meets Mr Wintergarte, El medio cumple de Óscar, Cómo curar un ala rota (ambos en Intermón Oxfam),El primer paso o Un autobús llamado cielo (ambos publicados en castellano en la colección B de Blok de ediciones B) hacen las delicias de los lectores.



Por último, citar a Graeme Base, autor reconocido de libros como The elevent hour, Animalia, Eye to eye, Little elephants, o Uno's Garden. Un sinfín de títulos que se han publicado en gran cantidad de lenguas alrededor del mundo y que son fácilmente reconocibles por la gran minuciosidad y los detalles presentes en las ilustraciones, de los que sólo han visto la luz en España La charca (Omega), Tambores Mágicos(Juventud) y La peor banda del universo(SM).


Ahora, los no-tan-conocidos (o sencillamente desconocidos) por nuestras latitudes y que también merecen una parada en este periplo...
Hay que abrirle un hueco a Pamela Allen, autora de Who sank the boat?, Bertie and the bear (dos clásicos del álbum ilustrado australiano), Belinda oGrandpa and Thomas,que sigue atrapando a numerosos lectores del país.



Entre los autores que, como bien he dicho al principio, utilizan especies de la fauna salvaje y doméstica a la hora de caracterizar a sus protagonistas podemos citar a la ilustradora de Possum magic (oposums; Julie Vivas), Koala Lou (koalas; Pamela Lofts) y Where is the green sheep? (protagonizada por ovejas merinas australianas; Judy Horacek il.), la prolífica Mem Fox, y a Sheena Knowles, la autora de Edward the emu, un libro con gran éxito entre escolares.




Aunque ya hemos hablado de Margaret Wild, hay que señalar dos de sus libros poco conocidos aquí, The very best of friends junto a la ilustradora Julie Vivas, y Jenny Angel, ilustrado por Anne Spudvilas.
Entre las obras de otro fantástico autor, Junko Morimoto, podemos citar The two bullies, A piece of straw, y Kojuro and the bears, escrita por Helen Smith sobre una historia de Kenji Miyazawa.



Otros autores que bucean estupendamente en el álbum son Gary Crew del que podemos destacar First light(Peter Gouldthorpe il.), The watertower(Stephen Woolman il.) y El visor(Shaun Tan il. , editado por Barbara Fiore), Ted Prior con su Grug, Kerry Argent (por ejemplo One woolly wombat), Alison Lester con Imagine, Louise Elliott y su Noah's Arko la ya citada Jackie French con Diary of a wombat,ilustrado por Bruce Whatley.



Peter Gouldthorpe



En cuanto a albumes sin palabras se refiere sólo citaré los dos imprescindibles de la nacionalizada Jennie Baker, Window(inédito en castellano, ¿por qué, editores españoles, por qué?) y Reflejo (Intermón Oxfam).Me encanta que los dos hagan referencia al cristal, mirando a su través o al reflejo que proyecta. Poético y hermoso. La técnica que utiliza (relief collage), a caballo entre el collage, el hiperrealismo y lo fotográfico me fascina. No hay otra técnica similar. Por la meticulosidad, las materias primas y el efecto. Es digno de contemplarlo.


Sin extenderme demasiado y en cuanto a libros informativos se refiere y añadiendo los ya citados, podemos tomar nota de My place de Nadia Wheatley y Donna Rawlins, V for vanishing: an alphabet of endangered animals de Patricia Mullins, The first fleet: a new beginning in an old land, A home among the gums trees: the story of Australian houses, Fishing for islands: traditional boats and seafarers of the Pacific y Animal architects, todos de John Nicholson, Killer plant and how to grow them de Gordon Cheers, Julie Silk y Marjorie Crosby-Fairall, el genial (Aviso: no está diseñado en formato ilustrado) To the moon and back: the amazing Australians at the forefront of space travel plus fantastic moon facts de Jackie French, Bryan Sullivan y Gus Gordon, The word spy yThe return of the word spy de Ursula Dubosarsky y Tohby Riddle y One small island: The story of Macquarie Island de Alison Lester y Coral Tulloch.





Instituciones y espacios por y para la LIJ australiana
Antes de terminar y para ampliar toda la información que he recogido en este monográfico les remito a una serie de lugares, físicos y virtuales, que se dedican a fomentar la Literatura Infantil y Juvenil en Australia. El primero de todos es The Children's Book Council of Australia, una institución creada en 1945 para aupar los libros australianos para niños y con numerosas ramas locales.  El segundo es el National Centre Australian Children's Literature que depende de la Universidad de Canberra. También podemos encontrar información sobre la historia de la LIJ australiana en la página oficial del Gobierno (increíble pero cierto)..., y echarle un ojo a todas las editoriales que operan en aquel país en ESTE ENLACE

Un libro como despedida
Si les han entrado ganas de darse un paseo por Melbourne o tocar el didgeridoo, y teniendo en cuenta lo caros que se están poniendo los billetes de avión, sólo me queda ponerle el punto y final a este recorrido por la LIJ australiana, recomendándoles Are we there yet?: A journey around Autralia de Alison Lester, para que viajen al otro extremo del mundo mientras pasan las páginas... ¡Eso es lo bueno de la literatura!


Cuando el olvido no es olvido

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Olvido que sabe a yogur y miel, también a queso frito. Olvido que sabe a besos, a dulce, a campo y tomillo. En lo alto del monte también campa el olvido. Olvido pintado de trigo y las olas de tu flequillo. Olvido que huele todavía, por eso no es olvido. Mientras guardo en mi corazón el mar de tus ojos, de tu sonrisa, lo infinito...

Guardo estrellas en un vaso
y en una caja, suspiros.
Voy haciendo, paso a paso,
el trabajo del olvido.

Todas las letras del nombre
y las calles que anduvimos;
las flores que había en la tarde
la tarde en que no nos vimos.

El color claro del sol
disfrazado de amarillo,
y los diamantes de luz
que soltaba en su flequillo.

La fecha del cumpleaños,
el teléfono y su signo.
Voy haciendo, paso a paso,
el trabajo del olvido.

María Cristina Ramos.
Teolvido del paso a paso.
En: El mar de volverte a ver.
Ilustraciones de Federico Combi.
2014. Buenos Aires: Quipu.



Dormir... (si te dejan)

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Aunque con el espíritu de capa caída, los españoles seguimos dándole a la zambomba todos los fines de semana. Ya saben... Como diría la canción (A trompicones, ¡Ea! esta página va de LIJ...) “Salir, beber, el rollo de siempre... hablar con la gente, llegar a la cama y...” ¡Joder! ¡Qué resaca! ¡A los quince no me duraban tanto! Y lo peor de todo (o mejor, según se mire) es que nos da igual. Ahí seguimos, escuchando pachanga infernal y alternando con todo tipo de seres nocturnos. Cincuentones, treintañeros e imberbes nos colgamos lo mejor del ropero y nos lanzamos a las calles. Así pasa, que leer, leen unos pocos.


Restaurantes, taperías, coctelerías, la casa de un buen amigo o los parques, son los sitios ideales para empezar la jarana (¿Por qué no pondrán copas en bibliotecas y librerías?). Ahí es donde, a costa de chascarrillos, uno se anima. Se descorchan un par de botellas de vino (otros prefieren las litronas de cerveza), se aviva el fuego (interno, que tampoco hace tanto frío), nos envalentonamos, un poco de música... ¡y la fiesta está servida!


Otros, en vez de alcanzar el éxtasis, poco a poco se van desinflando. Empiezan los bostezos, las ganas de dejarse caer sobre el somier y acabar hundido entre los pliegues del edredón. Algo que también, perdonen la intromisión, también es necesario.... Es cierto que la noche, tiene algo mágico. Que la oscuridad ayuda al misterio, al espejismo, a lo bizarro y lo extraño (¿Tendrá esto un germen infantil?), pero les confieso que el fin de semana que ya ha pasado, estaba como un despojo humano, cansado y bien liado. Perdoné el beso por el coscorrón y me dediqué a dormir.


Tomen buena nota de lo que Chris Haughton viene a decirnos con su Buenas noches a todos (editorial Milrazones). Que cuando sale la luna y el sol se esconde, no hay mejor manera de decirle adiós al día con un buen pestañazo. Si te dejan ¡claro! Porque aquí viene la otra cara de la moneda, el quiero y no me dejan. Una realidad que voy a ejemplificar con ¡Vale, buenas noches!, un álbum escrito por Jory John e ilustrado por Benji Davies (editorial Andana)


Y es que, cuando en el silencio de la noche te sobresaltan los llantos infantiles, el martilleo de los tacones (¡Malditos suelos de madera!) o las riñas entre conyuges borrachos, una de dos: o te resignas e intentas volver a conciliar el sueño, o sacas la escopeta de lo alto del armario y te lías a tiros... ¡Ejem! ¡Bueno...! ¡No me miren así! Tienen razón, quizá lo mejor sea emperifollarse e irse de bares, que al fin y al cabo, es lo que toca.



Paseando por el parque con Anthony Browne

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Cuando pronunciamos el nombre de Anthony Browne, reconocemos inmediatamente al autor de libros protagonizados por simios (ver toda la serie de Willy y su inmejorable Gorila) o de fábulas y cuentos contemporáneos como Cambios, El libro de los cerdos oEl túnel.
Estas historias en formato de álbum reconocen los problemas de las sociedades modernas occidentales y la ruptura con los estereotipos de nuestro tiempo, a partir de situaciones en las que la inteligencia emocional tiene mucho que decir (N.B.: Esto se debe más a una cuestión personal que a una intencionalidad manifiesta, como se ha apuntado en ciertas ocasiones relacionando este hecho con los miedos y temores de niñez del autor).
Todas ellas le han valido a Browne para erigirse, no sólo como uno de los autores de libro-álbum más afamados dentro del panorama internacional (entre otros muchos galardones, se le concedió el premio H. C. Andersen en el año 2000), sino como uno de los representantes de la postmodernidad en el mundo de la ilustración contemporánea (Andricaín, 1996).



Huelga decir que la mayoría de sus libros son difícilmente clasificables. Unos prefieren hablar de narrativa, otros los engloban en libros formativos, muchos en libros de valores, otros en álbumes de autoayuda... Yo prefiero ser más general y hablar de ficción (no sé si paraliteraria, me lo tengo que pensar...). La exploración del mundo interior del lector a través de las situaciones y personajes, la marcada presencia de los valores, el criticismo social, la direccionalidad del discurso o lo narratológico de sus imágenes cargadas de humor y simbolismo a partes iguales, son rasgos que imprimen cierta dualidad (definición-indefinición) a esa ficción que intenta ofrecer, tanto consciente, como inconscientemente, una serie de herramientas para enfrentarse a las realidades que ofrece la vida.
Fantasía didáctica, discurso críptico, constructivismo, divertimentos, juego... Sea lo que sea, los libros de Anthony Browne están bien trabajados, tanto física, como discursivamente. Y au...


Anthony Browne. Autorretrato.

Teniendo en cuenta todo esto, traigo a la palestra uno de los primeros álbumes del autor, que, paradójicamente, se despoja de muchas de estas convenciones presupuestas y nos permite conocer la evolución de este artista nacido en Sheffield, Inglaterra, en 1946 (¡Qué bien se conserva el jodío! ¡Qué lustre para setenta tacos!)...
Un paseo por el parquefue publicado en castellano por Everest hace unos cuantos años (yo tengo una edición de 1981, así que, sí, está ya descatalogado... Inténtenlo por la vía del libro usado), aunque las ediciones en gallego, catalán y vasco las podemos encontrar en el mercado gracias a Kalandraka. Junto a otras obras menos conocidas como Mira lo que tengo (Everest, 1981), El libro de Osito, Un cuento de oso (ambos en Fondo de Cultura Económica, 1994) Bear goes to town(inédito en castellano) o Through the magic mirror (su primer libro publicado y también inédito en castellano), constituyen la primera etapa de este creador.




Un paseo por el parquees una historia cotidiana con multitud de detalles que nos invitan a descubrir nuestro mundo más cercano. Esta es la historia de un niño y una niña que coinciden en el parque mientras sus padres pasean a sus respectivos perros. Son las mascotas las que se ponen a jugar primero para que después, como si de una enfermedad contagiosa se tratara, esas ganas de compartir y disfrutar se trasladan también a los dos niños. que terminarán por descubrir la amistad, finalmente traducida en un hermoso regalo.
En principio, parece una historia sin mucha chicha, con un discurso directo y afable. Pero la otra historia, la que subyace a un nivel menos visible, se refiere a la diferencia de clases sociales, a la sinergia que las diferentes facciones (en este caso clase obrera y clase media) pueden llegar a alcanzar (o no) en un campo de juego neutral. He aquí algunos puntos en los que fijarnos:


Veamos la caracterización de los personajes... Mientras que la niña vive en una típica “council house” (casas de dos o tres plantas revestidas de ladrillo caravista típicas de los cinturones industriales de las grandes ciudades inglesas que tanto proliferaron tras la Guerra Mundial) que ocupa una sola página, mientras que el niño en una vivienda unifamiliar de grandes dimensiones con garaje y jardín particulares, que ocupa una doble página. También habla por sí sola la vestimenta de los mayores (la madre del niño viste con pieles, mientras que el padre de la niña utiliza un atuendo aparentemente más humilde). E incluso, me atrevería a hablar de las razas de los perros como elemento de distinción (un labrador y un perro de trazo más callejero).


Sobre la relación que se establece entre ellos hay bastante que decir. Mientras que los perros, desprovistos de prejuicios comienzan a jugar, los seres humanos permanecen estáticos en un banco (Nota: Me encanta un fragmento de una ilustración en la que la mitad trasera de uno y la delantera de otro, gracias a la ayuda del tronco de un árbol, se funden para formar un único perro. Simbolismo precioso). Separados por un muro invisible, los niños parecen tenderse la mano mientras que los adultos permanecen aislados. Los pequeños deciden ponerse a jugar. La cosa va in crescendo. Se unen a la fiesta de los perros. El invierno da paso a la primavera y brilla el arcoiris (se puede ver en la copa de los árboles). Lo humano se cuela por los resquicios de lo mundano. Dos mundos diferentes se dan la mano a pesar de los prejuicios y en pro de la niñez. Un mensaje bonito del que quedan marginados los adultos con sus preconcepciones, con sus prejuicios (la conquista por la igualdad está cercana pero siempre hay alguien reticente...).


Además de todos estos elementos literales o más crípticos, encontramos multitud de referencias al estilo tan peculiar de su autor que nunca ha abandonado los guiños al surrealismo y el impresionismo, dos constantes en toda su obra. Es así como objetos descontextualizados irrumpen en las escenas. Plátanos coronando las columnas, salchichas trinchadas en verjas, árboles con forma de paraguas o los cameos de personajes de la gran pantalla como Tarzán o Charles Chaplin, llenan las páginas de un libro con muchos niveles de lectura.



Es llamativo que esta obra fuera objeto de revisión por parte del autor, que desarrollaría años más tarde una relectura al publicar Voces en el parque (1999), un título que bebe de este libro. Aunque existe algún que otro caso, no es frecuente que en la literatura infantil sea el propio autor quien revisite su obra y la dote de otro cáriz, rice el rizo, mejore el formato y lo haga más (llamémoslo así) "contemporáneo" (Es cierto que Un paseo por el parque es una rara avis dentro de la obra de este autor, sobre todo porque se aleja del estilo que las demás proyectan y se muestra más temporal, claramente setentera). Es así como Browne decide modificar la fisionomía de los protagonistas (monos antropomorfos), dota de una perspectiva más cinematográfica a las ilustraciones, y combina el uso de distintas tipografías, para obtener más aceptación comercial. Sí, existen escenas idénticas y recursos de estilo similares, pero son libros diferentes.




No sabría decir cuál es mejor, pero esta claro que Un paseo por el parque, aunque a muchos les puede resultar anecdótico, es más fresco, más abierto y menos dogmático, unos valores añadidos ante cualquier libro para niños.
Como curiosidad final y atendiendo al análisis entre los dos libros, me gustaría hacer un guiño botánico (mi especialidad biológica). Tanto Un paseo por el parque, como Voces en el parque, terminan con un regalo, una flor, que Browne decide cambiar en ambas obras. Mientras que en el primero elige un ranúnculo o botón de oro (Ranunculus sp. pl.) en el segundo elige una amapola (Papaver sp. pl. ¿Se han fijado en quiénes corretean por la taza?), dos flores ornamentales muy utilizadas en los jardines ingleses y fácilmente reconocibles por la pigmentación, y la forma de las hojas y el gineceo. Algunos pensarán que esto tiene algún significado, pero ya les digo que no, que es un mero recurso plástico que atiende a razones puramente estéticas más que a simbólicas.
Aprovechen este día de invierno y vayan al parque, quizá les aguarde alguna sorpresa, que parece que sale el sol...


Andricaín, Sergio. 1996. Anthony Browne, un postmoderno en el universo del libro infantil. Hojas de lectura, 42. Bogota: Fundalectura.

Buscando preguntas para tantas respuestas

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Como el tiempo sigue a tompicones en este mes tan dicharachero (Febrerico loco, si malo es un día, peor es otro), va siendo hora de hacer el hatillo y marcarse una escapada. ¡Y que soplen otros vientos que despeinen los pensamientos! ¿Nacerán las respuestas y morirán las preguntas? Espero, que no son pocas...

Son los senos de las sirenas
las redondescas caracolas?

O son olas petrificadas
o juego inmóvil de la espuma?

No se ha incendiado la pradera
con las luciérnagas salvajes?

Los peluqueros del otoño
despeinaron los crisantemos?

Pablo Neruda.
En: Libro de las Preguntas.
Ilustraciones de Isidro Ferrer.
2006. Valencia: Media Vaca.


¿Por qué leemos lo que leemos? Lectores libres de libros presos

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Ian Falconer

Es obvio que continuar con la lectura, eso de descifrar una serie de códigos, generalmente verbales, para hallar en ellos diferentes tipos de mensajes, es una decisión personal más allá de la obligatoriedad u otras causas. El lector lo es porque quiere.
No obstante, a pesar de esa libertad que tiene el acto lector, los que gustamos de esa afición no prestamos mucha atención a si nuestras lecturas están condicionadas, a si elegimos los libros que leemos, si nos eligen ellos a nosotros o, lo que es peor, si otros los eligen para nosotros, algo de lo que trata mi perorata de hoy.



Marco Somà

Los libros, no en la actualidad, sino desde hace muchos años, están ligados a ciertos intereses. Política, moda, industria y un largo etcétera de influencias envuelven al libro, ese producto, ese objeto, esa pieza de arte (cada uno que elija cómo lo define), que en una sociedad de consumo como la que vivimos tiene mucho a lo que exponerse.
Dejando a un lado las conspiraciones (es una palabra hiperbólica, muy gorda, que podemos usar con cariz literario), sí, tenemos que hablar de lo tendencioso de los libros...
Por un lado tenemos el aspecto físico del libro. La imagen que proyecta el libro es muy importante. Un tema en el que diseñadores gráficos tienen mucho que decir. Tipografía, camisas, tapas, ilustraciones... Todo, absolutamente todo lo que rodea al libro como objeto está pensado. Ideado para un tipo de público, para un tipo de lector, para un tipo de comprador. Los libros, como las cajas de cereales y las camisetas, entran por los ojos y sería estúpido negar que, más de uno de los que aquí estamos hemos dicho aquello de “¡Qué buena pinta tiene...!”, o ante dos ediciones del mismo título hemos preferido una (no siempre la mejor) por su aspecto.



Jean-François Segura

Luego viene el merchandising: quienes los venden. Cada librero y cada editor tiene sus estrategias de exposición y venta. Hay algunos que prefieren los regalos (el que regala bien vende), los precios promocionales (hay mucho bolsillo vacío en esto de los libros), el artículo de lujo (lo caro también tiene su público), las actividades en torno al libro (Presentaciones, cuentacuentos, coloquios, clubes de lectura y encuentros con autores, ¡bienvenidos!) o la mejor -o peor- visibilidad en los espacios de exposición, son las más frecuentes en el cara a cara con los libros. Pero sin lugar a dudas, es el mercado de novedades lo que ha provoca la máxima expectación en el consumidor de libros (¡Si es nuevo, me lo llevo!).
Otra cosa son las relaciones comerciales de tipo virtual con los libros (¡Que estos bichos también saben cómo ingeniárselas en el mundo digital...!). Desde que internet irrumpió en nuestras vidas y los gigantes de la compra/venta online crecieron al amparo de una sociedad cómoda y sin tiempo, han nacido nuevas formas de vender un producto con largo recorrido histórico. Los motores de búsqueda saben lo que queremos para endosarnos la publicidad que más se adecue a nuestros intereses y algunas empresas de transporte tienen tasas especiales para unos objetos que se almacenan con facilidad.



Corey R. Tabor

Pero, ¿qué hay del contenido de los libros? ¿A nadie le interesa? Si, aunque parezca que no, a todos les interesa... Aunque muchos digan que la proliferación de ciertas líneas argumentales, la inclusión de tipos de personajes o la elección espacio-temporal de las tramas se deban al libre albedrío e inquietudes de los autores, un servidor tiene sus reservas sobre estas supuestas coincidencias temáticas en los libros. Mientras que actualmente la gente se pirra por libros sobre espiritualidad y vida saludable, hace un par de años lo hacían por libros sobre violencia de género. Hace diez años, los que trataban la convivencia entre culturas copaban las librerías, y hace veinte, el machismo era el leitmotiv. Que los libros se tiñan de actualidad tiene más que ver con un proceso de retroalimentación social que favorece y aupa el consumo que se genera sobre estos tópicos, que con un interés de hacer despegar la lectura entre los ciudadanos (N.B.: Se me vienen a la mente los emocionarios y los libros sobre migración que han proliferado en los últimos años en la LIJ).
En este entramado social del libro, mucho tienen que decir los políticos. ¿Por qué, desde las instituciones, se les da visibilidad a unos autores y a otros no? ¿Quién decide cómo se gastarán nuestros impuestos en la promoción de ciertos libros? ¿De qué hablan los títulos que ponen en el punto de mira las campañas y planes lectores? ¿Fomentan el comunismo, el fascismo, el secesionismo o el buenismo? En definitiva, premios nacionales y centenarios son la mejor excusa para adoctrinar al pueblo (con supuestas afinidades ideológicas entre autores y poder, todo hay que decirlo) mientras de paso nos colgamos alguna medalla.



Gabriel Pacheco

También hay que apuntar a ciertas instituciones y fundaciones en pro de la lectura que tánto abogan por la lectura. Conviene recordar que muchas de ellas nacieron al amparo de casas editoriales que todavía hoy siguen financiándolas, que muchas de ellas tienen relación con la Iglesia o con los medios de comunicación y que la inmensa mayoría entran en el doble juego de los intereses creados y el altruismo cultural mediante vínculos poco explícitos, aprovechando que todavía hay gente que lee y se fía de sus criterios.
También deben hablar la familia, la escuela y la biblioteca. No voy a ahondar en la influencia que familiares (No sólo padres, que siempre se les carga con el muerto, sino hermanos, nietos, tíos o abuelos. Yo jamás hubiera leído El zoo de Pitus si no hubiera sido por una tía adicta al Círculo de Lectores, y mi madre nunca se hubiera parado con la prosa adulta de Roald Dahl si mi padre no leyera con tanta rapidez) y amigos (¡Cuánto me fío de este colega! ¡Me gusta todo lo que me recomienda!) tiene en esto de las elecciones de lectura. Tampoco cabe ser pesado con la responsabilidad de la escuela en propiciar un acervo de lecturas lo suficientemente buenas y diversas como para enriquecer nuestros criterios de selección (Maestros, hablen de libros, hablen...). Ni en el compromiso que debe tener el bibliotecario a la hora de desbordar la lectura en las mil facetas que puede brillar estos diamantes mal nombrados (“Libro”, ¡qué palabro!).
Por último, detenerme en las redes sociales, unas de las que formo parte y en las que, por un lado, observo que sirven de plataforma publicitaria a autores y editoriales, muchas de ellas están contaminadas por afinidades de todo tipo, y otras no exponen con claridad los criterios de sus selecciones. ¿Somos los influencers todo lo independientes que el público espera de nosotros? ¿Actuamos bajo el sesgo? ¿Nos arriesgamos a la hora de proponer nuevas lectura que se salen de la tónica imperante?



Sasha Ivoylova

Concluyendo, nadie lee lo que realmente quiere, sobre todo porque estamos sujetos a una serie de impulsos con los que, desde diferentes ángulos, nos bombardean una y otra vez. Sí, leemos libros presos. Entonces..., ¿somos lectores libres?  



Marine Bourre

Panorama editorial emergente de LIJ en España (4ª Parte)

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Es un secreto a voces que, durante los últimos años y al amparo de la crisis económica, el negocio de los álbumes ilustrados se ha disparado. Bien por la pasión manifiesta de algunos, bien porque la necesidad apremia, se han abierto numerosas librerías especializadas en muchos puntos de nuestra geografía, y escritores e ilustradores se han lanzado a probar suerte en esto de la LIJ, pero lo que más llama la atención es la proliferación de casas editoriales, modestas, minúsculas, que intentan abrirse un hueco en esto de los libros para niños, algo que he intentado recoger en ESTA SECCIÓN que creé hace ahora unos tres años.
Como bien dije AQUÍ, aunque el nacimiento de todas estas editoriales ha permitido que muchas obras desconocidas pudieran ver la luz en nuestra lengua y ha dado oportunidad a muchos autores que de otra manera nunca hubieran salido a la palestra, también hay que hablar de la empinada cuesta que muchas de ellas deben afrontar para seguir en el candelero para poder constituirse como empresas solventes. De hecho, algunas de esas editoriales que recogí al comenzar con este panorama se han ido desinflando poco a poco, e incluso en algunos casos, no son más que los rescoldos de lo que otrora eran muchos sueños.
Es por ello que en esta cuarta entrega del panorama emergente de LIJ española me gustaría hacer un llamamiento, no sólo a las instituciones, unas con cierta responsabilidad a la hora de diversificar las opciones culturales que deben ofrecer a los ciudadanos, sino también a legisladores y gobernantes para que elaboren una hoja de ruta dirigida a todas estos pequeños empresarios que se ven sepultados por las cuotas, los plazos y cánones de los circuitos de venta y distribución, y un montón de obstáculos más que frenan su afianzamiento. Por una vez, y aunque parezca lamentable, dejaré al público -nosotros, los aficionados al libro-álbum- a un lado, no sólo porque no queda mucho que rascar, sino porque muchas veces somos los que sufrimos la desaparición de libros geniales que mucho tienen que decir dentro del mundo de los álbumes ilustrados.
Sin más reivindicaciones (que ya son), me pondré a enumerar y ejemplificar todas aquellas empresas con nacionalidad española que he ido descubriendo en los últimos tiempos y que han apostado por el álbum en sus múltiples variantes.

En primer lugar redimirme con Silonia, una editorial que surgió hace un par de años, con un catálogo impecable del que ya he reseñado parte de sus títulos. Es un lujo contar con ella, tanto por el rescate que ha hecho de títulos antiguos, como por sus novedades de producción propia. Como sus responsables no se prodigan mucho por las redes sociales, me haré eco de algunos títulos que me encantan: los Illustration school de Sachiko Umoto, ¡Oh! ¡Un zig-zag! de Antonio Ladrillo, el Si yo fuera mayor... de Janikovszky y Réber, El huevo maravillosoy el Me gustan los animales, libros informativos de Ipcar, el Leotolda de Olga de Dios o su edición de la Alicia de Carroll.





Sobre las editoriales catalanas tenemos La casita roja, una editorial con muy poco recorrido (unos mesecitos, más o menos), pero que ha saltado al terreno de juego con mucho garbo, no sólo porque ha apostado por obras relacionadas con el cómic y la novela gráfica infantiles (les recomiendo echar un ojo a títulos como El globo rojo en la lluvia de Liniers o La caja sorpresa de Art Spiegelman), sino por llevar como bandera el humor blanco y la línea narrativa clásica de trama, nudo y desenlace en álbumes como Las aventuras de Lester y Bobde Ole Könnecke u Ovejas, muchas, muchísimas ovejas de Haluka Nohana. Sin muchas vueltas de tuercas ha destacado y esperemos que siga trayendo nuevos títulos a reseñar en los espacios monstruosos.





La topera, otra casa nacida en Barcelona, aunque cuenta con sólo tres títulos en su haber, también empieza a llamar la atención por haber editado al penúltimo ganador del Premio Lazarillo (2016), Martín, una historia de Alaine Aguirre y Maite Gurrutxaga. Esperemos que siga dando pasos en esta andadura de los álbumes ilustrados.



La editorial catalana Mosquito Books Barcelona es un proyecto que irrumpe con fuerza en las librerías de nuestro país. Con un acabado excelente e historias muy cercanas a los lectores, sus primeros libros hacen una apuesta clara por autores nacionales más o menos desconocidos que, como Mia Cassany, Ana de la Sima, Asís Percales o Mikel Casal, harán las delicias de muchos durante los meses venideros con libros ilustrados, humorísticos, surrealistas, para colorear o informativos sobre todo lo que nos rodea.





Nos trasladamos a Madrid con Libros de las Malas Compañías, un sello editorial que me gusta bastante por fijarse en colecciones de cuentos tradicionales de nuestro país (Mapa legendario de Gran Canaria) como de fuera (Cuentos noruegos), también en formatos más arriesgados como El principito ha vuelto o Si tuviera que escribirte (me parece una idea fabulosa, editar poesía en formato de postales), o en álbumes como La mujer esqueleto o El ratón que quería un palacio. Sin duda, dará mucho que hablar.



Llega el turno con dos colecciones de libros infantiles dentro de dos sellos editoriales para adultos, algo que durante los últimos años se viene observando dentro del entorno de los libros para niños de nuestro país. En primer lugar tenemos La casa azul, una colección inserta en Frida ediciones, que aboga por álbumes de autores patrios como Ismael Serrano, Mar Blanco, Maxim Huerta y María Cabañas, unos títulos que empiezan a tener visibilidad dentro de los mercados.



En segundo lugar, me gustaría apuntar hacia Monterrey Ediciones y sus libros para niños. Aunque de carácter pedagógico y con unas colecciones que se centran en lo didáctico, podríamos destacar algunos de sus libros incluidos en la colección Valores Horus, donde se han incorporado obras de otros entornos donde destacan autores como Monika Filipina.



Es cierto que la LIJ procedente de los países boreales sigue siendo una gran desconocida por estas latitudes donde el sol brilla más, por lo que es de agradecer que la editorial Gato Sueco, formada por Leticia y Tora, una española y una sueca (no esperaba menos), haya decidido editar en castellano algunos álbumes ilustrados firmados por autores nórdicos más o menos conocidos por aquellos lares y que se centran en sostenibilidad social e inteligencia emocional. Son una de las apuestas más plausibles a la hora de inculcar valores entre los pequeños.




Aunque Koala Ediciones es una empresa ecléctica que comercializa tanto libros de actividades, como boardbooks para los lectores más pequeños, no podía dejar pasar la oportunidad de centrarme en la colección de álbumes pop-up de Rudolf Lukes, cuatro maravillas de 1965 que, finalmente, se han materializado en castellano gracias a esta pequeña editorial y que les recomiendo encarecidamente, no sólo por el valor histórico, sino por tu aire vintage y su gran aceptación entre los pequeños lectores.




El proyecto maño (Ontinar del Salz, Zaragoza) bautizado como Ediciones sinPretensiones, es uno de esos proyectos editoriales con el que da gusto terminar este recorrido anual. La apuesta que desde el pequeño municipio de Zuera se hace por álbumes de producción propia es notable y reconocida a nivel internacional (vean sus menciones dentro de los premios Cuatrogatos). A pesar de tener cierto recorrido en esto de la LIJ y de que todos los libros están escritos por la misma persona, Daniel Nesquens, incluyen a ilustradores como Ana Lóbez (El sombrero volador), Elisa Arguilé (Un agujero) y Alberto Gamón (Nada de nada, Seis leones y Un perro), ejemplos de cómo, desde la modestia y lo regional, puede alcanzar el universo de la excelencia y lo global.





Grandes figuras de la ilustración LIJ (XIX): Alice y Martin Provensen

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A pesar de que las lluvias han reaparecido durante el pasado fin de semana por el sureste peninsular, el termómetro se atempera y se empieza a vislumbrar un cambio estacional. El frío da paso al último sol de febrero y los almendros se cuajan de flores cuando, de golpe y porrazo, se me viene a la memoria uno de esos libros que llenaban mi infancia de color. Voy a la estantería y empiezo a recorrer con el dedo los que componen mi biblioteca personal. Doy con él. Lo saco con cuidado y me lo llevo al sofá...
Un año en la granja. Alice y Martin Provensen. Plaza & Janés, colección Clipper. 1981 (¡Total na'...!). Editado en rústica, este álbum ha aguantado con mucho esfuerzo el paso de los años. Alguna que otra hoja suelta y un par de dobles páginas rasgadas y posteriormente reparadas (mi hermana siempre ha sido un desastre con los libros), no son impedimento para que brille entre muchos otros. Empezando por las tapas (peritextuales y sintéticas donde las haya), la cosa huele a delicia. Un álbum donde una granja (esa en la que vivieron los autores durante un buen puñado de años) y sus habitantes son los indiscutibles protagonistas.



Este libro lleno de detalles, unas veces más que evidentes, otras, menos, se pasea a caballo entre el álbum informativo y la multiplicidad de historias y breves narraciones que atesoran sus páginas. Ayudándose de las escenas de tipo paisaje a doble página sobre las que recae la acción temporal, y de otras estructuradas en viñetas (en algunos casos no necesariamente secuenciales ya que intentan parcelar el espacio), este libro consigue dar una visión circular sobre lo que acontece en cada estación, con una visión conjunta que se resume en el concepto anual. También hay escenas dobles en las que se hace uso de las comparaciones visuales que dan paso al humor y otras explicativas en las que se suceden las tareas de la granja (véase como ejemplo el cuidado de los caballos). El texto, aunque explicativo, es poético y dulce... Sí, les leo el pensamiento: una pasada.



Junto a Un búho y tres gatitos y Un caballo y un perro. Una cabra y un ganso, es uno de los tres álbumes ilustrados de este matrimonio norteamericano que fueron publicados en castellano hace más de treinta años (Editores de este país, ¡auxilio!), algo que llama mucho la atención si tenemos en cuenta que los Provensen son unos de los autores de libros-álbum más aclamados dentro del mundo de LIJ anglosajón.


Alice (1917... Sí, sigue vivita y coleando. En breve cumplirá la friolera de cien años) y Martin (1916-1987) Provensen ilustraron más de cuarenta títulos, de los cuales también escribieron (e incluso editaron) casi una veintena. Aunque se conocieron en 1943, llama la atención que tuvieron vidas más o menos paralelas, tánto, que en cierta ocasión Alice llegó a afirmar que juntos funcionaban como uno solo, llegando a trabajar sobre la misma ilustración a cuatro manos.


Ambos nacen en Chicago y se mudan a los doce años de edad a California donde sobrevivirán a la Gran Depresión. Los dos reciben una beca para asistir a la Escuela de Arte de California para posteriormente cursar sus estudios en la Universidad de California (en campus separados, no puede ser tanta la coincidencia). Al terminar sus estudios y teniendo en cuenta que el cine y las series de animación empezaban a crecer en un mundo donde la imagen ganaba terreno, ambos son contratados por estudios de animación. Mientras que Alice trabaja para el de Walter Lantz, el creador del Pájaro Loco (Nota: Esta no es una época en la que las mujeres formen parte de estos equipos creativos, pero como muchos hombres van al frente es necesaria mano de obra cualificada, algo que Alice sabe aprovechar), Martin hace lo propio para los estudios Walt Disney colaborando en los metrajes Dumbo, Fantasía y Pinocho.


Tras conocerse, trabajan en proyectos relacionados con las campañas bélicas en las que, durante aquella época, los Estados Unidos se habían visto envueltos (vídeos y paneles formativos). Se casan en 1944 y se establecen en Washington DC para, una vez que termina la guerra, trasladarse finalmente a Nueva York, donde realizan su primer trabajo dentro del mundo de la ilustración de libros infantiles, el Fireside Book of Folk Songs. Después del éxito cosechado pasan a formar parte de la plantilla de Golden Books realizando ilustraciones para The color kittens (1949), The little fat policeman(1950), dos libros de Margaret Wise Brown, o The duzzy duckling (1949) de Jane Werner Watson.


Tras el trato que reciben de Golden Books (no respeta sus derechos como autores ni los pagos estipulados), el matrimonio decide trabajar como autónomos y se centran en ilustrar obras de dominio público como los textos bíblicos (The Golden Bible: The New Testament, 1953), clásicos (The Iliad and the Odyssey, 1956), o los versos de Robert Louis Stevenson (A child's garden of verses, 1964) cuyos derechos venderán a esta misma casa editorial o a otras como Simon & Schuster.





Como nota curiosa cabe destacar que, durante ese tiempo, Martin también se interna en el mundo publicitario participando en el diseño de una de las mascotas de la marca de cereales Kellogg's, Tony el tigre, que aparece por primera vez en 1952.


Así es como su apellido alcanza notoriedad dentro del panorama de la Literatura Infantil y aparecen sus, para mi gusto, mejores libros (N.B.: Y que deberían editarse de una vez por todas en castellano para el disfrute de todos los monstruos). Títulos como The Provensen Animal Book (1952), la versión de Louis Untermeyer de las Aesop's Fables (1965), un trabajo exquisito y vibrante cuyo estilo se aleja de sus otros libros y que bebe de cierto impresionismo colorista, What is a color? (1967), los Tales from the Ballet (1968) también seleccionados por Untermeyer, o The Provensen Book of Fairy Tales (1971), un libro delicioso y medido al detalle donde ilustraciones y texto se unen en un vaivén casi perfecto, ven la luz durante ese tiempo.








Alice y Martin se trasladan al lugar que les sirvió como inspiración en sus libros más aclamados por el público infantil, Maple Hill Farm, una granja en el condado de Dutchess cerca del río Hudson. Una vez allí los Provensen deciden crear sus propias historias, esas que nacen de los animales domésticos, las faenas agrícolas diarias, y el trajín y bullicio del campo. Todo esto queda recogido en libros como el que ha servido de excusa para esta entrada, los otros dos editados en castellano, y títulos como My little hen (1973) o su encantador Our animal friends at Mapple Hill Farm (1974) que fue incluido en la lista de los mejores libros para niños de The New York Times de ese año (algo que consiguieron en nueve ocasiones con otros títulos).




Dos de los mayores reconocimientos a la labor de esta pareja llegan en la década de los ochenta. En el año 1982 sus ilustraciones para A visit to William Blake's Inn de Nancy Willard (1981) ganan la medalla Newbery (este trabajo también quedó finalista en la carrera por la Medalla Caldecott), y en 1984 consiguen finalmente la Medalla Caldecott con A glorious flight (1983), un libro que narra la historia de Louis Blèriot, el primer hombre que sobrevoló el Canal de la Mancha.




La carrera conjunta de este tandem se trunca en 1987 cuando Martin muere de un paro cardíaco. Es así como Alice, tras un par de años alejada del mundo editorial, continua su carrera en solitario como autora de numerosos libros para niños, algunos de ellos de carácter informativo entre los que podemos contar The buck stops here: the presidents of the United States (1990), Punch in New York (1991), el mejor de sus trabajos en solitario y dedicado a su nieto Sean, My fellow Americans: a family album (1995), o The master swordsman & the magic doorway: two legends from ancient China (2001), por los que recibe entre otros el Eric Carle Honors Award, un galardón que pone en evidencia su dedicación al arte de ilustrar libros durante más de sesenta años.



Hace unos años Alice tuvo que abandonar Maple Hill Farm tras aceptar que una granja rústica no era el lugar más idóneo para una mujer nonagenaria, y vive desde entonces en San Clemente junto a su hija Karen Mitchell y su familia.
Para finalizar el recorrido por la obra de estos dos grandes autores dentro del mundo del álbum y el libro infantil, dar algunas claves sobre su estilo... Aunque Alice admite que ellos nunca buscaron desarrollar un estilo propio y que siempre trabajaron en base al texto que debían ilustrar (no era lo mismo idear imágenes para la Biblia que para un libro sobre animales), sí pienso que su trabajo tiene una evolución y desarrolla unas directrices en las que la línea alegre y el dibujo fresco tienen mucho que decir. 



Cuando sus personajes y figuras se materializan sobre el papel lo hacen jugando con las formas sencillas y ligeramente angulosas, casi recortadas (¿No les recuerdan a tijeretazos?). En cuanto al volumen, me atrevería a decir que son algo planas aunque en ellas se trabaje la perspectiva. La paleta de color suele prescindir del sombreado y los degradados, y, excepto en ciertos casos donde la coloración es más transgresora (por ejemplo sus Aesop's Fables), tiene una tonalidad cálida que imprime tranquilidad a las escenas. Aunque han sabido combinar muchas técnicas (en ocasiones se pueden observar guiños al grabado, a los lápices y las ceras) destacan por el uso del gouache y la acuarela, medios clásicos dentro de la ilustración y que usan la dualidad transparencias-opacidad.

Como despedida y mientras algún editor se anima a publicar o reeditar alguna de estas obras, recordarles que pueden disfrutar de algunas de sus ilustraciones aquí, el sitio donde viven monstruos. Monstruos como los Provensen.


Libros de lectura escolares y una pizca de nostalgia

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No hay nada nuevo en afirmar que el mundo de los libros infantiles está lleno de nostálgicos. Como el de los juguetes, el de los cromos o el de los videojuegos, el universo de la Literatura Infantil está lleno de niños grandes, sí de esos hombres y mujeres que a pesar de calzar un cuarenta y tres, disimular las canas con tintes de diferente origen, padecer alopecia o dedicarse a cambiar pañales, recuerdan con añoranza sus años escolares. Lo divertido de todo esto viene cuando idealizamos, no sólo porque nos viene bien (hay mucha gente que vive de espejismos, y a pesar de haberlas pasado putas en el recreo o en los columpios, necesita sonreír unos años más tarde), sino porque siempre encontramos conexiones hermosas con el pasado.


Esa sonrisa que se despliega cuando maduritos como un servidor acudimos al trastero, ese repleto de todo tipo de artilugios, y en vez de dar con una de las múltiples cafeteras que se incluían en el ajuar, nos reencontramos con un par de libros de lectura de la antigua EGB, no tiene precio. Recuerdo que, aunque algunos nos entreteníamos con ellos un día antes de que comenzaran las clases allá por septiembre (en aquella época también había padres que no daban a basto para tanto libro de texto), otros ya tenían más que trilladas las historias de estos libros coloristas y amenos con muy poco que ver con los libros de matemáticas, áridos y llenos de números que decían más bien nada (por lo menos a mí).



Aunque algunos abominen de este tipo de artefactos aduciendo que son textos comerciales, que no dan una visión de conjunto de una obra literaria y que encorsetan al libro en un ambiente educativo y poco propicio para la lectura ociosa, he creído conveniente darles protagonismo en este lugar de monstruos lectores por varias razones...
En primer lugar creo que estos libros, aunque adolecían de cierto regusto pedagógico y no eran nada transgresores, sí pienso que favorecían la diversidad de lecturas, tanto en lo que se refiere al género y a la temática (aunaban poemas clásicos y contemporáneos, cuentos y leyendas de aquí y de allí, canciones y fragmentos de obras más extensas), como en lo que se llama niveles de complejidad lingüística y comprensión lectora, por su carácter de miscelánea.


Sí, muchos de ellos tomaban como hilo conductor una historia cercana en la que se insertaban todo tipo de textos de la literatura española y universal, llevaban al lector a un derrotero próximo, con el que se pudiera identificar, no para que se sintiera un bicho raro en mitad de un mundo cambiante, sino para que hiciera suyas las lecturas que allí coexistían.


También tenían algo de metaliteratura, lo literario dentro del libro. Quizá sea un recurso manido para acercarnos la pasión por la lectura, pero creo que todavía se sigue utilizando en un mundo de relaciones donde casi todo esta inventado. Si a ello añadimos que este libro era una especie de oasis en mitad de un yermo paraje de materias que configuraban la enseñanza primaria de entonces (contenidos y más contenidos), afianzaba mucho más el sentimiento por la lectura de los estudiantes.


Por último cabe decir que gracias a estos libros, muchos de los mejores ilustradores españoles del siglo XX, como Juan Ramón Sánchez o Ulises Wensell pudieron experimentar nuevas formas narrativas en lo que a imágenes se refiere con este tipo de productos, les proveyó de sustento (que la profesión de artista ha estado muy mal pagada toda la vida) y les ayudo a penetrar en el ideario colectivo de los niños de aquel entonces.



Todo tiene su parte buena y su parte mala (Sí, amigos, sí, las preguntas sobre lo leído, los ejercicios, los mapas conceptuales, los análisis textuales y otras metodologías pedagógicas que muchos aborrecemos y que tanto han mermado nuestro amor por las letras, también aparecen en muchos de estos títulos). Muy pocas cosas son extrapolables a la anacronía que nos depara el tiempo (No sé qué pensarán los niños de hoy ante este tipo de libros, habrá que preguntárselo...), ya que todas pertenecen a un lugar y un tiempo, pero sí creo que Mundo Nuevo(Anaya, 1979) y sus personajes Charolín y Mediasuela han hecho mucho por los que hoy somos lectores, también que Borja y Pancete (Antos,Anaya) ayudaron a muchos a resolver su lectura a trompicones, o que los famosos libros Senda de la editorial Santillana nos descubrieran los secretos de la caja de Pandora.


Así que, por todos estos y muchos más (seguramente ustedes recuerden otros provenientes de todas partes del mundo y diferentes épocas aunque yo me ciña a los de mi etapa escolar) me queda despedirme con un “¡Vivan los libros de lectura aunque ya no estén de moda!”

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