Quantcast
Channel: Donde Viven Los Monstruos: LIJ
Viewing all 1625 articles
Browse latest View live

Carnaval hecho a mano

$
0
0

En la tarde de ayer, Jueves Lardero, mientras unos disfrutaban de la mona (que aquí todavía resuena el antiguo Reino de Aragón), otros andábamos de bazar en bazar. Yo buscaba un candado, pero el resto estaban inmersos en el maremagnum de disfraces “made in China” que por allí se desparramaba. Daba igual, de pirata, de princesa, de rana, de superheroe, de oso o de suegra. Todos parecían el mismo: poliéster a go-go, colores horribles y poca imaginación. Viendo todo aquello me acordé de los carnavales que nos gastábamos en la juventud, esos que la Maicro, la Titan, las Chachas, el Peibol y yo preparábamos con un mes de antelación. Fuimos trogloditas, moscas, caracoles, enanitos y payasos. Todo hecho a mano, todo inventado. Nos exprimíamos los sesos, pensábamos los detalles, reciclábamos, cosíamos malamente y nos reíamos. Que sí, que echábamos más horas que un reloj y nos duraban un cantar sevillano, pero bien felices.

Aquella tarde nadie durmió la siesta,
porque era fiesta.
Concurso de disfraces infantiles en el salón”.

Había un niño disfrazado de camaleón,
otro de Tarzán
y uno más desnudito
iba de Adán,
(vestido de hojas),
otros, de “pieles rojas”,
muchos de astronautas,
de toreros,
de buzos,
de bomberos.

Entró un niño muy despacito,
muy timidito,
muy despistado,
llevaba un trajo roto
por todos lados
(codos, rodillas
y bolsillos rasgados).

-¿Y tú, con esos agujeros,
de qué vas disfrazado?
-Vengo de “queso de bola”.
(El niño pobre ganó
el concurso de disfraces).

Gloria Fuertes.
Concurso de disfraces.



9º Aniversario de DVLM LIJ Blog

$
0
0


Esa vez no lloré. Fruncí los labios y, agachando más la cabeza, agarré el lápiz entre mis dedos para que no saliese volando, apretando su punta de grafito contra el papel. Al mismo tiempo que recorría los trazos imaginarios de las palabras, rezaba por encajarlas entre aquellas dos líneas paralelas, pidiéndole a algún dios que las guiase para que no se saliesen del camino. Era un verdadero suplicio hacer todo esto mientras prestaba atención a los pasos de aquel verdugo, esperando en cualquier momento un golpe en la cabeza como premio a cualquier furtivo error. 
Dibujaba el primer arco de la m para después unirla con la a, todo ello con milimétrica proporción y a una velocidad constante. Seguía con otra m, que debía ser idéntica a la anterior, para terminar con el rabo de la última a, la que más me gustaba por anunciar el final. Pero esta mezcla de satisfacción y libertad duraba muy poco, ya que otra palabra me esperaba con impaciencia en el calvario que era aquel cuaderno de tez amarilla. 
Así aprendí a escribir: entre mucha pena, alguna lágrima y demasiados golpes, lo cual no dice mucho de mi entonces maestro.



Leer fue otra historia. Mucho más agradable, por supuesto. En un principio pensé que se debía al restringido uso de las manos, lo que para mí, niño de torpes ademanes, era un alivio. También creía que para ser un buen lector, se debía tener unos ojos grandes y despiertos como los míos para que no se escapase ni una zeta, y una imaginación enorme, como los viñedos de mi infancia, como el extenso horizonte de mi llanura infinita.



Aquella cartilla mugrienta que había pasado de padre a hermana, de hermana a prima y de prima a primo, era mejor compañía que el odioso cuaderno donde practicaba la caligrafía. Al principio no entendía nada. Labios y lengua tropezaban cada dos por tres con alguna letra, leía con torpeza. A lo sumo, como un robot. Poco a poco, las palabras fueron cobrando cierto sentido. Cuando leía mamá, veía su melena rubia, cayendo trastabillada sobre los hombros mientras frotaba las sábanas en el lavadero, sonriendo, sin saber porqué. Si la palabra era papá, siempre se repetía la misma escena: corría de un lado a otro, si no era detrás de algún animal, era por algún olvido. Él siempre ha sido así. 
Aquel librito se ensuciaba cada vez más. Cuando no era por las manchas del aceite que sazonaba las meriendas, recibía algún que otro pisotón, deteriorándose hasta tal extremo, que en vez de leer lengua castellana, me dedicaba a descifrar jeroglíficos de no-sé-qué civilización antigua. Si no hubiese sido por Javier, mi afición por las letras hubiese terminado así, de lamparón en lamparón...



Javier era hijo del maestro, de otro maestro. En su casa tenía una estantería rebosante de libros. Grandes, estrechos, largos, gruesos, nuevos, viejos, sin tapa, sucios, limpios, pequeños…, que además de guardar cientos de palabras nuevas y significados desconocidos, se podían tocar. Empecé aprendiendo algunas palabras, como isla, barco, tesoro; otras como selva, pantera o lobo. Algunas más extrañas: príncipe, planeta, astrónomo y baobab. Andrés y yo discutíamos sobre algunas palabras ¿Era más bonita cisne o pato? Nunca llegábamos a ninguna conclusión, pero ambos deseábamos tener un burro como Platero, pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón
Leímos toda la estantería, de arriba abajo, sin desdeñar ningún título. Aunque ya conocíamos las palabras más bonitas –mensaje, risa, chispa y arroz, carta, beso, paloma y rincón-, ansiábamos más. Decidimos salir a buscar más, y con algunas monedas, trabajo e ilusión las encontramos... 




En cientos de lugares, en cualquier momento, doblando cada esquina, trepando por el cordón de la vida, he encontrado montones de palabras, montones de significados. 
Y tras muchos viajes y algunos golpes, he ido coleccionando momentos, juntando palabras. Este es mi muestrario de palabras, este es el cuento de todas las palabras del mundo, escrito aquí para que nadie lo olvide, escrito aquí, sencillamente, por lo que tanto me costó en un principio, escribir.





Román Belmonte. 
Todas las palabras del mundo
Las imágenes que acompañan a este texto pertenecen a varias obras de Ruth Krauss y Maurice Sendak (il.) editadas originariamente por Harper & Row, entre las que están Open house to butterflies, I'll be you and you be me y A hole is to dig, publicada esta última en castellano (Un hoyo es para escarbar) por la editorial Kalandraka (2016, Vigo).



Pablo Ráez o cómo hacer un mundo mejor

$
0
0

Barbara Cooney. La señorita Emilia. Ekaré.

No sé qué hubiera opinado Pablo Ráez de que una calle llevara su nombre, ni si le hubiera gustado recibir tantos honores tras su fallecimiento. Lo único que sé es que la muerte de este chico ha generado ciertas controversias que me gustaría recoger en este lugar donde los monstruos también lloran.


Sarah Stewart y David Small (il.). La jardinera. Ekaré.

Unos dicen que el cáncer, esa enfermedad condicionada, tanto por factores genéticos, como por ambientales, engulle cientos de vidas a diario. Que Pablo era otro de esos enfermos que conviven con la leucemia y cuya recuperación depende más de la ciencia y los médicos que de su propio estoicismo. Que la de este chico era otra vida truncada por una realidad que golpea a la especie humana con mucha frecuencia, más todavía desde que la industria química y los hábitos poco saludables irrumpieron en nuestro modus operandi. Nada excepcional. ¿Qué familia no sabe lo que es el cáncer? Los enfermos no son héroes, ni mesías, tampoco mártires, sino el resultado, por desgracia, de mucha mala suerte.


Mac Barnett y Jon Klassen (il.). Hilo sin fin. Juventud.

Al otro lado tenemos aquellos que se deshacen en loas a un chaval que decidió no amilanarse frente a la adversidad, que buscó las palabras más adecuadas para animarse a sí mismo, a sus allegados, a quienes lo rodeaban. Que vestía con una sonrisa al mal tiempo, que dejaba correr la brisa para aliviar esa cruda carrera de fondo, y que nos enseñó que la vida es un regalo enorme. Que era un ejemplo de entereza y lucha, de fuerza ante la adversidad. Muy carismático, un gran comunicador, despierto y esperanzado.


Cho Sunkyung. El jardín subterráneo. Thule.

Y en medio de todo esto ando yo. Pensando que Pablo Ráez fue una persona ingeniosa que, desde su propio individualismo, supo aupar una iniciativa que ha resultado ser una de las mejores campañas para captar donantes de médula ósea de este país. Que, de un modo honesto y sincero, supo llegar a los que le rodeaban para desarrollar un bucle solidario, no sólo para beneficiarse de su incesante búsqueda de hallar un donante compatible, sino para, sin comerlo ni beberlo, abrir muchas puertas a otros enfermos y hacer visible el sufrido campo de minas que conllevan los trasplantes de médula ósea.


Monika Feth y Antoni Boratynski (il). El señor Todoazul abrillantador de placas callejeras. Lumen. 


Jeanette Winter. La bibliotecaria de Basora. Una historia real de Iraq. Juventud.

No sé si Pablo Ráez se merece una calle, una estatua o uno de esos bancos dedicados tan típicos en Inglaterra que bien podrían bordear la Malagueta, pero sería maravilloso que su historia, otra que habla de cómo hacer más hermoso y especial nuestro mundo, fuera recogida en un libro para niños, para mí, el más bonito de los tributos.


Barbara Cooney. La señorita Emilia. Ekaré.

Pedaleando entre almendros en flor

$
0
0

Aunque las bicicletas son para el verano parece que estos días pre-primaverales están animando a más de uno a acomodarse sobre el sillín (¡Mira que cuesta adaptar el culo a esta horma!) y empezar a pedalear. Pero ¡cuidado!, que todavía se puede encapotar el cielo y mojarnos en mitad del paseo entre los almendros en flor... No hay prisa, ya llegará el verano y silbaremos a la luz de las estrellas las canciones del ayer.

La bici sigue la cleta
por un ave siempre nida
y la trom suena su peta...
¡Qué canción tan perseguida!

El ferro sigue el carril
por el alti casi plano,
como el pere sigue al jil
y el otoño a su verano.

Detrás del hori va el zonte,
detrás del ele va el fante,
corren juntos por el monte
y a veces más adelante.

Allá se va el corazón
en aero plano plano
y con él va la canción
escrita en caste muy llano.
Eduardo Polo.
La bicicleta.
En: Chamario.
Ilustraciones de Arnal Ballester.
Prefacio de Eugenio Montejo.
2004. Ekaré: Caracas.


Aprendiendo de los alumnos

$
0
0

No les miento si les digo que mi grupo de 3º B, a pesar de ser más gandules que el suelo, me tienen loco de contento. Aunque montan el circo con más asiduidad de la que me gustaría (¡Todo el día enredando!), lo cierto es que me suelen prestar atención cuando les explico más en profundidad o les cuento algún ejemplo sobre lo que estamos estudiando. Vamos, que están vivos y eso se agradece.


Miren. Les cuento... Adrián se lo pasa en grande (todo el día con la sonrisa en la boca). La Sara, tan madura ella, sigue deslenguada. Joaquín y José Manuel (el grande) entretenidos con cualquier cosa mientras José Manuel (el chico), en la distancia, también se une a la fiesta (menos en su cuaderno, está en otro sitio). Andrés más feliz que una perdiz, con sus canciones, sus disquisiciones y sus cosas variopintas. Ladrón de Guevara (un apellido con empaque, mire usté) intenta ponerse serio pero no puede. Maricarmen y la Minerva siguen de mesa camilla ¡Qué par de cacatuas!... ¡Viva! ¡Darlin y sus garabatos se han despertado! ¿Algún día Javi y Marisol me contarán que ocurre en ese planeta que habitan? “¡Nacho! ¡El gorro fuera!” Virginia y sus manías higiénicas me dejan con la boca abierta, y Cecilia y Lidia siguen el hilo muy calladitas, ni pío dicen con tal de no pecar (¡Menos mal que alguien estudia en esta parva!). Alberto y los Jesuses, bastante tranquilos, sueltan alguna perla de vez en cuando. Claudia resignada y Juanfran sentando cátedra. Hasta Donate, ha dejado sus temores a un lado, ¡y se va a arrancar por bulerías con esto de la lectura en voz alta!... Esperemos que algún día les dé por estudiar...


Con tanto jaleo me acabo de acordar de Pájaros en la cabezaun álbum de Rocío Araya. Este libro con dos vidas, una, la que nació desde la autoedición y el crowdfunding, y la segunda, la que le dio hace poco la editorial Litera a modo de resurrección, no tiene desperdicio. Con la serie de cambios acometidos por la propia autora, una artista con un estilo muy libre que descansa en el collage, el trazo fresco y el contraste entre el blanco degradado y las manchas de color, más todavía.


Pájaros en la cabezaes uno de esos libros que todo maestro debería leer (tomen nota para los futuros regalos y peloteos varios), no sólo para hacer un poco de autocrítica, sino porque en él, desde la modestia, se recoge la quintaesencia de cualquier libro para niños de calidad. Por un lado nos habla de lo subversivo, de ese espacio en el que el niño se siente libre y se enfrenta al orden establecido por el mundo adulto, poniendo en duda sus preceptos. Por otro, se relaciona con un lugar próximo al pequeño lector, la escuela. El colegio es uno de esos sitios donde puede pasar de todo, donde los niños invierten su tiempo, aprendiendo, jugando, interaccionando con otros iguales. Es el mejor rincón para desarrollar la acción. En último lugar cabe apuntar que, en esta historia, la protagonista lleva a gala eso de imaginar, de buscar lo poético en lo cotidiano, de hurgar en la fantasía para encontrar las respuestas a lo que le rodea, de soñar, soñar mucho.


En fin, que yo no sé si estos pupilos míos aprenderán algo de biología, pero al menos y como ocurre al final de este libro-álbum, nos entendemos y aprendemos los unos de los otros, que al fin y al cabo es de lo que trata la vida.


Pelirrojos en la Literatura Infantil y Juvenil

$
0
0

Astrid Lindgren. Pippi Calzaslargas. Blackie Books.

Aunque tener el pelo rojo no es una cosa común (N.B.: A pesar de que la National Geographic “estimó” que sólo lo presenta un 2% de la población, hay que decir que basándonos en recuentos serios sólo serían pelirrojos el 0,62% de la población mundial ¡como mucho!), me he enterado de que muchos personajes como Ramsés II, Galileo Galilei, Cristobal Colón, Enrique VII o la reina Victoria de Inglaterra, han pasado a la historia por diferentes razones. Así que empecé a curiosear sobre este tema y terminé (inevitablemente) fijándome en los personajes pelirrojos de la Literatura infantil...


Runer Jonsson. Vicke Viking (col.).


Ellis Kaut. Pumuky (col.). Noguer.


Fauche, Leturgie y Luguy. Percevan (col.). Norma.

Es curioso constatar como muchos autores caracterizan a los personajes de sus creaciones con el pelo del color de las zanahorias. Bien por resultar exótico, bien por una serie de connotaciones que intentaré hacerles llegar aquí, Ana de las Tejas Verdes, Madeline o Tintín son claros ejemplos de que los pelirrojos tienen mucho atractivo para los pequeños lectores. Pero antes, algunos datos objetivos para meterse en harina...


Hergé. Tintín (col.). Juventud.


Ludwig Bemelmans. Madeline (col.).


Chispas. En: Llanos Campos. El tesoro de Barracuda. Jùlia Sardá (il.). SM.

El color anaranjado del pelo se relaciona con la presencia del gen recesivo MC1R que está en el cromosoma 16 (Aunque hay pelirrojos que no lo tienen. ¡Qué difíciles estos genetistas y sus códigos secretos...!) y 11 genes (concretamente en los cromosomas 15, 20 y 4), que presenta la especie humana desde hace unos 50.000 años y que es independiente de los genes que determinan el color de ojos (marrones, casi siempre) y de la raza (¡Sí! ¡Hay negros y asiáticos pelirrojos!). Si bien es cierto que este fragmento de ADN es más común entre escoceses (¡hasta un 13% de la población! según algunas fuentes), irlandeses, galeses (10% de la población en ambos), marroquíes (en la región del Rif también hay un 10%) o rusos (el 10% de la población de la región de Kazan tiene el pelo anaranjado), que en italianos, israelitas o españoles (¿A qué conocen pocos? En mis doce años de profesor y mis centenas de alumnos sólo recuerdo a una chica pelirroja). 


Roald Dahl. James and the giant peach. Lane Smith (il.)


Beatrice Alemagna, El maravilloso mini-peli-coso. Combel.


José Fragoso. La increíblemente alucinante historia de Marcial el niño normal. Narval.

Pero... ¿todos los pelirrojos tienen el mismo tono en su vello? No, al igual que rubios o morenos, el rojo del pelo tiene diferentes tonalidades, concretamente seis, unos más intensos, otros más claritos, que no son homogéneas en todas las partes del cuerpo (¡Atención los fetichistas del vello público!). También hay personas que pueden presentar zonas con vello rojizo en su cuerpo (cejas, barba y pecho) y no necesariamente sobre la testa (Seguimos con la genética y sus 45 combinaciones posibles). ¡Eso sí! Cuando envejecen, el pelo pierde su color de manera progresiva (rubio apagado) hasta llegar al níveo. Algunas de las ventajas de las personas con este color de pelo es que son capaces de producir su propia vitamina D en ausencia de luz solar ya que suelen presentar también una coloración de piel más clara. Muchos, no todos, también presentan pecas cuando se exponen al sol debido a los bajos niveles de eumelanina en su piel, lo que también puede desencadenar melanomas o cáncer de piel (son un 50% más propensos).


Violeta Denou. Teo (col.). Timun Mas.


Roberto Santigao y Eva Redondo. Hansel y Gretel, el retorno de la bruja. David Guirao (il.). Edebé.

Otros datos (¡ojo! poco constrastados) avisan de que los hombres pelirrojos sufren cáncer de próstata en un 54% menos, que las personas pelirrojas tienen menor densidad capilar (una media de noventa mil cabellos en una melena sana), que es más difícil tintarse el pelo si lo tienes rojizo (decoloración al canto), que son más sensibles a los cambios de temperatura, que necesitan más cantidad de ciertos anestésicos a la hora de intervenirlos quirúrgicamente, que son más susceptibles de ser picados por las avispas que rubios o morenos, y que ser pelirrojo y zurdo tiene su relación.


Jimmy Bancks. Ginger Meggs.


Anne Cottringer y Alex T. Smith. Eliot Jones, midnight superhero.


Marie-Louise Gay. Stela. Queen of the snow.

Una vez estudiada la esfera científica (interesantísima, ¿no creen?), pasaremos a lo que nos ocupa, la esfera cultural, mientras continuo presentándoles algunos de los personajes con pelo de fuego que pululan por la LIJ. Decir que todas estas cuestiones se relacionan necesariamente con las apreciaciones y estereotipos que se les presuponen a los pelirrojos y que se trasladan a los personajes de los libros infantiles.
Algunas culturas como la de la antigua Grecia, gustaban del esoterismo y, según ellos, cuando un pelirrojo moría, era capaz de regresar al mundo de los vivos transformado en un vampiro, como Rüdiger, el personaje de Angela Sommer-Bodenburg.


Angela Sommer-Bodenburg. El pequeño vampiro. Amelie Glienke (il.). Alfaguara.

Los romanos odiaban a los pelirrojos ya que en muchos de los pueblos que pugnaban por el control de Europa en su contra, por ejemplo godos o celtas, abundaban los guerreros con este color de pelo (¿Se acuerdan de Obelix...? También tenemos a Vercingetorix, un pelirrojo de armas tomar). Aunque también es cierto que cuando les daban muerte gustaban de coleccionar sus cabelleras para regalárselas a las mujeres, unas que consideraban la mar de exóticas estas pelucas.



René Goscinny y Albert Uderzo. Asterix (col.). Planeta.

Todos estas creencias van pasando de mano en mano hasta llegar a la Edad Media una época en la que nacer con el pelo rojo era signo evidente de ser bruja, hombre lobo, vampiro o judío (sí, oyen bien), hasta el punto que el Papa Inocencio VIII incluyó a los pelirrojos en su Malleus Maleficarum, un catálogo de posibles herejes condenados a la hoguera. Esta es la razón por la que estos personajes que tanto abundan en los libros para niños sigan representándose con largas cabelleras rojas.


Sébastien Perez y Benjamin Lacombe. Genealogía de una bruja. Edelvives.

Con frecuencia la mayor parte de los personajes pelirrojos de la literatura para niños y jóvenes suelen tener una personalidad fuerte y están dotados de un carácter salvaje, indómito, una característica que combina a la perfección con lo subversivo de este tipo de libros donde la rebeldía y la ausencia de normas son una constante. Quizá el origen de todos estos personajes esté en el cuento de los hermanos Grimm titulado Der Eisenhans (en castellano Juan de Hierro) que tiene como protagonista a un ser misterioso y sobrenatural que es una mezcla de héroe y villano, y que, posiblemente, tiene su origen en otros cuentos y novelas que, desde la Edad Media copan nuestro ideario colectivo (Roberto el diablo, Guerrino y el hombre salvaje de Straparola o El hombre de cobre de El príncipe Iván y la princesa Martha de Afanasiev).



Lizzie Hosaeus

También es bastante corriente asociar el color de pelo rojo a los seres de la naturaleza. Elfos, hadas, ondinas y duendes se suelen representar con frecuencia con los cabellos de esta coloración, no sólo por resultar exótico (algo que siempre va ligado a lo mágico), sino porque todos estas creaciones fantásticas proceden de las culturas nórdicas, unos pueblos en los que, como ya hemos dicho, hay mucho pelirrojo.


Benjamin Lacombe. Ondina. Edelvives.


Por último me gustaría llamar la atención sobre la relación entre lo femenino, lo bello y lo pelirrojo, una que parte de la imagen que desprenden muchas obras de arte desde el Renacimiento, en el que lo diferente (El nacimiento de Venus de Boticelli), lo prohibido (las representaciones de María Magdalena) y lo sexual (las mujeres de Gustav Klimt), se mezclan a partes iguales, para producir unos estereotipos femeninos muy llamativos a los que han contribuido narraciones como Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift.



Maria Parr. Tania Val de Lumbre. Zuzanna Celej (il.). Nórdica.

Aunque todo lo anterior nos puede parecer curioso y anecdótico, lo cierto es que sigue teniendo sus consecuencias negativas para todos aquellos que lucen el rojo de su pelo. Por ponerles dos ejemplos les cuento que Hitler, en pleno siglo XX y utilizando como coartada muchas de estas supersticiones antiguas, prohibió los matrimonios entre pelirrojos por miedo a que su “proyecto” para aupar la raza aria se viera truncado, o que los ingleses usan el vocablo “gingerism” para dar nombre a la exclusión que reciben los niños pelirrojos en Inglaterra (son abundantes los casos de bullying y los suicidios entre pelirrojos), donde existen multitud de conflictos por este tema (alucinen cuando sepan que una de las mayores empresas de conservación de esperma utilizados en técnicas de reproducción asistida, Cryos International, anunció en 2011 que no aceptaría más donaciones procedentes de hombres pelirrojos).


Arthur Conan Doyle. La liga de los pelirrojos. Iban Barrenetxea (il.). Anaya.


Wen Dee Tan. Lili. Babulinka Books.

Sí, lectores. A veces ser diferente es lujo, a veces un coñazo, pero lo verdaderamente importante es estar y hacer evidente que todos ponemos nuestro grano de arena, aunque sea en los libros para niños.


Jim Kay. RonWeasley. En: J. K. Rowling. Harry Potter (col.).

Viene Marzo. Se va Isabel Escudero.

$
0
0

Marzo, ese mes que insufla vida, se ha llevado a Isabel Escudero. Apta para todas las miradas, su poesía cantaba otro tiempo, sonaba a la infancia, a los corros de colegio. Extremeña, machadiana, terráquea, viva, o lo que es lo mismo, cercana.
Ella buscaba ventanas, y de tanto en cuanto, también sutiles palabras, para después, soplarlas. Así es como se ha quedado. Porque de una forma u otra, vuela. Volaba.

De mí sin ti ¿qué sería?
Sin este dulce tormento
que me complica la vida.

* * *

¿Adónde irá el pájaro
que no vuele?
¿adónde iré yo
que no te lleve?

Isabel Escudero.
Coser y cantar.
Prólogo de Agustín García Calvo.
1984. Madrid: Editora Nacional (posteriormente en Lucina)

* * *

Abre las ventanas,
cierra la puerta:
que pase y se quede
la Primavera.

Isabel Escudero.
En el poema De la mano del alba.
Op. Cit.



Contar hasta tres y volver a contar

$
0
0

No soy de esos que tratan a los niños como si fueran gilipollas. De hecho, me ponen bastante enfermo los padres que se dirigen a sus hijos como si tuvieran el encefalograma plano. Prefiero que ellos me traten de iguales a igual, es mucho más enriquecedor. Así que, si no quieren que sus hijos les consideren otros anormales más, ahórrense su voz de ñoños para con ellos...
Lo que más me gusta del comportamiento infantil es la gran capacidad que tienen los niños para quitarle hierro a cualquier asunto. Aunque algunos son cabezones y se enfadan con más frecuencia de lo debido, la mayoría suele poner una sonrisa ante cualquier adversidad, algo que ocurre con frecuencia cuando les apuntas a un error (¡Ay, si los adultos hiciésemos igual!).


Ando por la piscina. Los vestuarios a rebosar de chiquillos que acuden a los cursos de natación. El griterío esperado, los padres histéricos, algún que otro llanto, y el menda nota un par de ojos clavados en la nuca mientras se calza. El crío contemplándome como un mochuelo y yo, para romper el hielo empiezo a preguntarle chorradas. Que si vaya pies de gato chulos que llevas (ahora van equipadísimos), que si sabes nadar, o que si te gusta tirarte de lo alto de las banquetas de salida (cuanto más riesgo, mejor). Él, encantado de contestar hasta que llego a la pregunta clave: “¿Cuántos años tienes?” Me muestra las manos y como si de un robot se tratase, empieza a levantar dedos y bajarlos alternativamente. Primero uno, luego tres, luego dos, los cinco, cinco más dos, tres más cuatro... Lo miro boquiabierto y, como si nos leyésemos el pensamientos, nos echamos a reír. La cuestión es que aparece el padre, que esta luchando con el hermano mayor y, con la excusa de que el crío deje de molestar, lo arrastra a otra bancada mientras nosotros le damos al humor, que es muy saludable.


El caso es que estaba pensando yo en estas cuando me viene a la memoria Dos ratones, un álbum de Sergio Ruzzier que acaba de publicar A buen paso (¡Gracias Arianna!). Si les soy sincero, tenía unas ganas locas de que saliera a la luz este álbum ilustrado, no sólo porque es el primer libro de este autor editado en nuestro país y realizado enteramente por él (hace un tiempo Juventud publicó ¡He perdido mis calcetines! de Eve Bunting del que es el ilustrador. Esperemos que otras editoriales se animen con su poético This is not a picture book o su dulce Amandina), sino porque se ha hablado mucho de este libro en el mundo anglosajón. Aunque se puede considerar un libro sencillo en apariencia, las aventuras de estos dos roedores ensartadas por los números 1, 2 y 3, van más allá de los libros para contar, unos muy recurrentes en esto de la LIJ.


Primeramente decir que un servidor siente mucha afinidad por el estilo de este autor en el que destacan el uso de la acuarela (cuando vi el proceso de creación de una imagen para su A letter for Leo en una exposición sobre ilustración italiana, me enamoré al instante), la atmósfera mediterránea que envuelve sus historias (las tejas cerámicas que cubren las casas enjalbegadas, esa atmósfera cálida...), la personificación animal, la inclusión de elementos secundarios realistas (Fíjense en la enredadera que cubre la pared de la casa en la primera doble página. Al final los brotes acaban floreciendo...) o surrealistas (¿Es posible que nazcan dos patos de un solo huevo? Según Ruzzier, sí) que aportan una nota onírica a la narración, las diferentes técnicas narrativas en la ilustración (el comienzo de este libro por ejemplo. Intercalar la portadilla en el lugar que no le corresponde y juguetear con el texto y la imagen como antesala es muy acertado. Un recurso muy cinematográfico) y la composición de las escenas (La página “[…] Un camino, dos estrellas,[...]”es de una belleza excepcional. Mientras cada uno de los personajes presta atención a cada estrella, sus manos van unidas en un estrecho abrazo. Además de metafórica, la imagen y su grado de complementación narrativo con el texto, dan como resultado un hermoso paseo).


En segundo lugar y por si todo esto fuera poco en este libro de pequeñas dimensiones, tenemos que añadir el juego en el que se interna el texto. Las combinaciones infinitas que surgen entre sólo tres números y bastantes sustantivos.
En fin, un álbum estupendo para primeros lectores con ganas de explorar y contar.


Del individuo y la sociedad

$
0
0

Aprovechando que el invierno se asoma por las rendijas, nos hemos sumergido en el periodo de evaluaciones. Mientras echamos la tarde discutiendo sobre aprobados o suspensos, y constatando que son muchos los casos de ansiedad que se dan entre los alumnos de cursos superiores, me ha dado por cavilar sobre ciertos asuntos que, aunque asoman la cabeza en el ámbito escolar, sí se relacionan con lo mundano, a mi juicio todavía más importante.
De unos años a esta parte empiezan a crecer entre/sobre/bajo los pupitres chicos de toda condición que, hastiados por el presente futurible, sumergidos en variopintas frustraciones (de origen ficticio casi siempre) y unas expectativas (de las que se han adueñado sus familias y la sociedad aunque digan que no), empiezan a sufrir los sinsabores de lo adulto, esa condición que nos hace mártires en vez de actores.


Estas generaciones de “millennials” (así los llaman), a pesar de estar muy preparados en lo académico (les aseguro que yo no hincaba tanto los codos), no les va igual en lo que atañe a su relación con el mundo. Sí, ya sé que muchos lo van a achacar a la desestructuración familiar, a internet y sus males (¿Y ustedes? ¿Qué hacen ustedes en un bitácora digital como esta?), o al Sálvame Deluxe, pero la cosa va más allá...
Lo primero de todo es admitir que nuestros niños y adolescentes (occidentalmente hablando) están demasiado expuestos a los problemas de los adultos, conviven con ellos y eso les hace partícipes de algo que, lamentablemente, no les pertenece y que en parte es resultado de una serie de privilegios.
En segundo lugar hay que hablar de la disyunción que existe entre el mundo real y el mundo fiticio, y no me refiero precisamente a literatura, sino a toda una suerte de mensajes inconexos que se relacionan con discursos erróneos que se vierten a diestro y siniestro sobre nuestras cabezas (Al final llevaba razón Vercingétorix) desde el mundo de la política, la cultura o los medios de comunicación, y que tienen poco que ver con lo que se vive de primera mano.


Ejemplos... Hago cola para pedir un litro de calimocho (sí, me encanta) y escucho a los quinceañeros de al lado vomitando las mismas consignas que los tertulianos de la Sexta... Riego las jardineras del pasillo y me sorprendo mientras dos compañeras de trabajo dicen que para tener hijos nunca se es viejo (N.B.: ¿Qué científico habrá dicho esto? ¿No sabrán que los ovarios comienzan a degenerar a partir de los 27 años de edad?)... Me pongo a hablar con el Pacote (de libros) y tengo que buscar un afilalápices con el que segarme las venas ¿Pos no me dice que supone que El señor de las moscas tendrá moraleja?... Y si no otra coleguita mía, aficionada a las artes escénicas, que se pasa el día diciendo que la derecha se está cargando la Cultura (Se ve que no se ha enterado de la que ha liado Podemos con la programación teatral de Matadero-Madrid...) porque aboga por el sistema económico liberal (¿Perdona? Si algo tienen claro todos los políticos es que “Lo mío para mí y lo de los demás, a repartir”).
Vivimos capados por lo que nos dice la opinión publica y cohibidos por los idearios de los círculos cercanos (y lejanos). Esto conlleva a una lucha contra nosotros mismos (¿Lo podemos llamar autocensura?), lo que, desgraciadamente, hace naufragar nuestras esperanzas y trunca el disfrute de los días (si es que en algún momento existe). Lo políticamente correcto y las paradojas llenan el mundo que pisamos, lo engullen y de paso vuelven locos a muchos ciudadanos, incluidos los jóvenes.


Todo esto me ha llevado hasta uno de esos libros muy sesudos (Sí señores, como los que nos gustan) que habla de la relación entre el individuo y la percepción que éste tiene del mundo. El niño raíz, un álbum de Kitty Crowther (Lóguez) la mar de interesante y con el que hasta hoy no había alimentado a los monstruos, además de hablar de soledad, de introspección y del hombre como ser social, también habla de los lastres personales y de las hermosas catarsis que surgen cuando percibimos el mundo lejos de clichés, prejuicios o propagandas. Es así como su protagonista deja de ser la misma, muta su percepción de lo que ella creía que debía ser el mundo y decide explorar nuevos caminos.
Sí, es cierto que podemos hacer una lectura meramente argumental, y que, indagando en las capas discursivas que subyacen en esta historia donde la fantasía desempeña un papel fundamental, podemos encontrar referencias a la evasión de la realidad a través de los sueños (acuérdense de Max y del libro que da nombre a este blog), el viaje iniciático y personal, o incluso la muerte, una asociaciones de ideas bastante turbadoras, pero que, en cualquier caso (y por suerte) tienen que ver con el individuo y sus decisiones fuera de esas burbujas creadas por y para sí mismo.
Es por ello que, a través de este álbum para mi estupendo, animo a dejar de lado a lo teórico, lo que debería ser y a la opinión pública y sus instrumentos de poder y homogeneización, para experimentar por nuestra cuenta y riesgo lo que es la vida. En pocas palabras, que disfrutemos de la libertad (si es que alguna vez ha sido nuestra...).


¡100 velas para el TBO!

$
0
0




Hoy (o el sábado pasado, todavía no está muy claro...) se cumplen cien años de la aparición del primer TBO, la revista infantil española por excelencia que, desde 1917 hasta el año 1998, se publicó interrumpidamente (ya saben que estas publicaciones suelen tener lo que se llama épocas, que en este caso dependieron de tres editores, Buigás, Estivill y Viña hasta 1983, Bruguera hasta el año 1988, y Ediciones B hasta el 98) para disfrute y deleite de niños y jóvenes de varias generaciones. Las peripecias de Josechu el vasco (J. Muntañola), Altamiro de la cueva (J. Bernet Toledano) Obseso Pisafondo (J. Rovira) Melitón Pérez, Morcillón y Babalí, el ocurrente profesor Franz de Copenhague, la entrañable familia Ulises (todos ellos de Benejam) y muchos otros personajes llenaron las páginas de esta revista semanal o mensual (dependiendo de las ya citadas épocas) que, además de dar nombre en castellano, “tebeo”, a lo que otros llaman “cómic” (RAE dixit), fue testigo de la historia de nuestro país durante el siglo XX, y dio mucho quehacer a todos aquellos padres que tenían que escuchar las quejas de sus hijos mientras se quedaban prendados de sus portadas en los kioskos...

Me cuentan mis papas, que cuando yo nací
papá con ilusión decía siempre así:
que hablara pronto yo, que tenía un gran deseo,
y verme a mí leer los cuentos del TBO.

Y ahora el pobre está
que no hay quien lo soporte
porque mi mamá
le trajo tres de un golpe.
Cuatro somos ya
que pedimos a papá:

Yo quiero un TBO,
yo quiero un TBO,
si no me lo compras lloro y pataleo
Yo quiero un TBO,
yo quiero un TBO
y me estaré muy quieta mientras me lo leo.

[…]

Yo quiero un TBO.
1930.
Letra de Mercedes Belenguer.
Música de Francisco Codoñer.


Grandes figuras de la ilustración LIJ (XX): Uri Shulevitz

$
0
0

Lunes. Acabo de inaugurar la semana y ya empiezo a notarme algo cansado. Lo mejor será prepararme un suculento desayuno (si quieren echarle un vistazo a lo que me zampo casi todas las mañanas, visiten el nuevo hueco que he abierto a los monstruos en Instagram) y ponerme a leer un álbum de esos que te hacen más llevadero el día...
Todo sobre la mesa. Viaje relámpago a la estanteria y ¡voilá!, Un lunes por la mañana de Uri Shulevitz (Fondo de Cultura Económica). Entre bocado y bocado empiezo a pasar las páginas de esta aventura en la que la fantasía tiene mucho que decir. Ese niño que inventa un mundo paralelo en el que soñar libremente se parece mucho a Max, el de los monstruos, aunque en este caso sea para hacer menos monótono y más esperanzador el día a día. Me encanta este libro en el que tristeza y alegría son contrapuestas, el gris cotidiano y lo colorido de la fantasía, en el que lo ordinario y lo extraordinario se abrazan finalmente en pro de una infancia digna donde la felicidad y la capacidad del ser humano por conseguirla priman sobre la cruda realidad.



Estas imágenes pertenecen a Un lunes por la mañana (Fondo de Cultura Económica)

Estoy yo en estas cuando, de repente, me viene a la cabeza que nunca he hablado de este gran autor de álbumes infantiles que reúne varias de esas coincidencias entre los genios del libro-álbum. Así que, para enmendarme, me pongo al quite para profundizar un poco más en la vida y obra de Uri Shulevitz...
Uri Shulevitz nace el 27 de febrero de 1935 en Varsovia (Polonia) en el seno de una familia judía. Empieza a dibujar a la edad de tres años, una afición que sus padres le animan a cultivar durante la infancia y la juventud. Un año después, en 1939, comienza la Segunda Guerra Mundial y una bomba destruye el edificio que habita su familia por lo que deciden abandonar el país. Viven como exiliados durante ocho años, buena parte de estos en Kazajkstán, donde vivirán compartiendo una minúscula habitación con otras personas en condiciones paupérrimas.


Imagen para Cómo aprendí geografía (SM).

Tras recorrer gran parte de Centroeuropa, en 1947 se asientan en París, Francia. Es entonces cuando se desata en Shulevitz el interés por el mundo de la ilustración a raíz de encontrar un libro ilustrado abandonado a orillas del Sena. Inspirado por este, empieza a dibujar sus propios cómic cuyos guiones ideaba uno de sus amigos. Y así llega su primer premio: con 12 años gana un concurso de dibujo organizado por las escuelas de su distrito.
En el año 1948 la familia Shulevitz se traslada a Israel, donde Uri emplea su tiempo en los trabajos matutinos con los que contribuye a la economía familiar, las clases vespertinas y su aprendizaje como fabricante de sellos de caucho. Entretanto, Uri aprovecha cualquier momento para leer y seguir escribiendo sus propias historias. Cabe destacar que, a los quince años, es el artista más joven en exponer su obra en el Museo de Tel Aviv.



Las dos imágenes pertenecen a Dawn (inéd. en castellano)

Termina con la educación secundaria y estudia ciencias y literatura en el Teacher's Institute y arte en el Art Institute de Tel Aviv, actividades que compagina con las clases privadas que recibe del pintor Ezekiel Streichman. En 1958, después de dos años realizando el servicio militar obligatorio (N.B.: Algo que creo no ha cambiado), se incorpora en Ein Geddi Kibbutz, una granja cooperativa cercana al Mar Muerto, donde permanecerá un año.


Imagen para Cuando me visto de marinero (Juventud)

Tras esta etapa en Israel y con 24 años, Uri Shulevitz viaja a Nueva York y se matricula en la Brooklyn Museum Art School. En ese tiempo recibe su primer encargo como ilustrador para un editor de libros infantiles hebreos, un trabajo muy encorsetado en el que Shulevitz dibujaba bajo una estricta supervisión y en base a unos bocetos prefijados, pero que le ayuda a ir forjando su estilo tan característico.


En 1963 publica su primer álbum, Moon in my room (Harper & Row), un libro en el que un niño viaja alrededor del mundo sin moverse de su habitación, que tiene una gran acogida entre el público infantil y con el que comienza una carrera imparable en el mundo de la ilustración de libros para niños. Así, pone sus imágenes al servicio de los textos de Charlotte Zolotow (A rose, a bridge and a wild black horse), H.R. Hays y Daniel Hays (Charley sang a song), Mary Stolz (The mistery of the woods y Maximiliam's world) o los hermanos Grimm (The twelve dancing princesses).


Imagen para Un lunes por la mañana (Fondo de Cultura Económica).

Su apuesta por el poder de la imaginación, una constante en su obra, vuelve a aparecer en Un lunes por la mañana (One Monday mornig), su segundo álbum ilustrado (1967), que se inspira en una canción tradicional francesa que a modo de retahíla añade personajes. A este le siguen otros ábumes como Rain rain rivers(1969), donde vuelve a explorar la magia de los días de lluvia, Oh what a noise! (1971), The magician (1973), Dawn(1974) o The Treasure en 1979 (de este libro hay una edición en español publicada en Latinoamérica por Mirasol libros juveniles). Simultáneamente, Shulevitz sigue ilustrando obras de otros autores como Arthur Ransome (The fool of the world and the flying ship, libro que obtiene la Medalla Caldecott en 1969), Jan Wahl (The wonderful kite y Runaway Jonah and other tales), A. Afanasiev (Soldier and Tsar in the forest: a Russian tale), I. B. Singer (The fools of Chelm and their history y The Golem) o R. L. Stevenson (The touchstone).



Imagen para Rain rain rivers (inéd. en castellano).


Imagen para El secreto (Mirasol libros juveniles)

Llegamos a la década de los noventa y aparecen otros álbumes ilustrados que dejan entrever la madurez artística del autor, como Toddlecreek post office (1990), The secret room (1993), The golden goose (1995), y su aclamado (mi favorito), Snow (1998) que como Un lunes por la mañana constituye un ejemplo de cómo los niños son capaces de cambiar la realidad y se enfrentan ante los prejuicios adultos en un acto de rebeldía, en este caso simbolizado en un día de nieve que nadie excepto el protagonista cree que vaya a acontecer (No es de extrañar que Snow obtuviera una mención en los Caldecott de 1999...). En todos estos títulos destaca un trabajo minucioso, donde las escenas están estudiadas, se denota una secuenciación perfecta que tiene mucho que ver con la concepción cinematográfica que de los libros tiene el autor y que él mismo ha confesado en diversas ocasiones.






Todas las imágenes pertenecen a Snow (inéd. en castellano).

En el nuevo milenio Shulevitz, que a día de hoy cuenta con más de 82 años y casi media centena de libros publicados, ha creado varios álbumes propios: What is a wise bird like you doing in a silly tale like this? (2000), The travels of Benjamin of Tudela: Through three continents in the Twelfth Century (2005), So Sleepy Story(2006), How I learned geography (2008, editada en castellano por SM. Cómo aprendí geografía no deja de ser una autobiografía tomando como excusa sus viajes de niñez que recibió una mención de honor Caldecott en el 2009), When I wore my sailor suit (2009, publicada en nuestro país por Juventud bajo el título Cuando me visto de marinero y que vuelve a ahondar en el poder de la fantasía como medio de diversión infantil), Dusk(2013) y Troto and the trucks (2015); una serie de libros que junto con los anteriores le han llevado a recibir innumerables galardones entre los que destacan el Charlotte Zolotow Award, el Golden Kite Award, incluyendo todos los ya citados.



Imagen para Cómo aprendí geografía (SM).



Imagen para Dusk (inéd. en castellano).

El estilo de sus ilustraciones, con gran identidad y muy reconocible, es bastante lineal y clásico en cuanto a técnicas se refiere (suele trabajar con tinta y aguadas de colores). Shulevitz suele prescindir de muchos detalles en las composiciones de sus imágenes y se centra en la acción, algo que podemos constatar en muchos de sus libros donde, a pesar de interaccionar con el lector, lo hace desde las figuras principales que estáticas o dinámicas (me encanta esa dualidad de muchas de sus obras) danzan al son de la narración. Es frecuente encontrar sus imágenes al servicio de la literatura de autores judíos, incluidos dentro de la tradición yiddish o protagonizados por personajes con este origen. Las temáticas son diversas y en todas ellas hay espacio para el humor, el mundo de la fantasía y los guiños a la infancia, algo que él mismo explica de maravilla en su libro Writing with pictures: How to write and illustrate children's books (1985).


Cuentos en forma de poesía

$
0
0

Se ve que hoy es el día de la poesía (¡Hay tantos días y tan poco tiempo...!) y bibliotecas, librerías, centros de enseñanza y redes sociales se llenan de versos, rimas asonantes, algún romance, muchos alejandrinos, sonetos y greguerías. Teniendo en cuenta que este año, además, es el de Gloria Fuertes y más de un recital sonará a ella (todas estas efemérides me hacen mucha gracia, más si cabe cuando hace tres escasos meses, de Doña Gloria nos acordábamos cuatro gatos... ¡Y que viva el postureo! ¡Hasta en poesía! “My God...”), yo he decidido desmarcarme. Ya tendré tiempo de rendirle sentido homenaje a tenor de su obra infantil, una de la que, parece ser, muchos se han olvidado con tal de darle boato.
Así que, sin más preámbulos y considerando que este es un lugar donde la Literatura Infantil pasea a sus anchas, qué mejor que unos versos sobre cuentos de ayer, hoy y siempre de la mano de Gabriela Mistral, un puñado de generosos ilustradores y la editorial Diego Pun en nuestro país (estaba en deuda con esta colección de Amanuta premiada en Bologna hace tres años), una casa canaria que está haciendo una gran apuesta por la poesía para niños. Ahí van estas estrofas, que bien valen un brindis en este día de versos.


Caperucita visitará a la abuela
que en el poblado próximo sufre de extraño mal.
Caperucita Roja la de los rizos rubios,
tiene el corazoncito tierno como un panal.

A las primeras luces ya se ha puesto en camino
y va cruzando el bosque con un pasito audaz.
Sale al paso Maese Lobo, de ojos diabólicos.
Caperucita Roja, cuéntame adónde vas”.

[...]

Gabriela Mistral.
Caperucita Roja.
Ilustraciones de Paloma Valdivia.
2014. Santa Cruz de Tenerife: Diego Pun Ediciones.


Cenicienta, Cenicienta,
pegada al fogón se pasa
y el hollín la va cubriendo
como penitente saya.

[…]

Gabriela Mistral.
La Cenicienta.
Ilustraciones de Bernardita Ojeda.
2014. Santa Cruz de Tenerife: Diego Pun Ediciones.


Aunque tiembla del espanto,
va siguiendo a la otra sala.
Hay un dormitorio blanco
que cabe en una mirada,
y tiene siete camitas
tan suaves como la nata;
son de largo de un jazmín
las menuditas almohadas;
las colchas son siete hojas
de una col encenizada
Con que miedo Blanca Nieve
se va acercando y las palpa,
y sonríe cuando ve
que no se le desbaratan.
Elige una que está oculta
y se siente fatigada,
como en una gota de agua
que en otra gota descansa.

[...]

Gabriela Mistral.
Blanca Nieve en la casa de los enanos.
Ilustraciones de Carles Ballesteros.
2014. Santa Cruz de Tenerife: Diego Pun Ediciones.


Hace tantos, tantos años
que imposible es el contar,
que a dos reyes nació un día
una niña divinal.

Era linda, linda como
si no fuese de verdad;
Era linda como un sueño
que de hermoso hace llorar.

Al bautizo de la infanta
el rey quiso convidar
a las hadas, que reparten,
como harina, el bien y el mal...

[...]

Gabriela Mistral.
La bella durmiente del bosque.
Ilustraciones de Carmen Cardemil.
2014. Santa Cruz de Tenerife: Diego Pun Ediciones.

Un álbum imprescindible sobre álbumes imprescindibles

$
0
0

Aunque debería haber reservado este título para el Día del Libro Infantil, no he podido resistirme a vociferar por todos los rincones de este lugar que ya tengo en mi poder Los cuentos entre bambalinas, un libro de Gilles Bachellet recientemente publicado en nuestro país por Thule.
¿Y por qué debería de haberme esperado al 2 de abril para reseñarlo? Sencillamente porque este álbum es un maravilloso homenaje a los cuentos y libros para niños, mayormente a los álbumes. Aunque tiene una características técnicas más que destacables, son estos guiños a personajes y obras tan conocidas de la LIJ lo que lo convierten en un imprescindible para maestros y bibliotecarios (¿Me han oído? ¡Im-pres-cin-di-ble!).
Este libro se sitúa en un teatro (o quizá el rodaje de un metraje), de tal forma que la página izquierda de cada doble página hace alusión a momentos, profesionales o espacios que vertebran las artes escénicas y posibilitan la buena marcha de la función (el despacho donde se firma el contrato, la zona de maquillaje, la mercadotecnia, el guardarropa, el vestuario, las duchas...). Es por ello que, en cierto modo y si nos refiriésemos sólo al texto, el autor ha pergeñado un libro informativo.


Pero lo realmente interesante viene luego cuando entran en acción las ilustraciones... Aunque la relación que establecen los textos y las imágenes se podría encuadrar dentro de la complementación, ya que la acción descrita con ambos lenguajes es la misma aunque enriquecida, sí que podemos hablar de un álbum ilustrado en toda regla ya que palabras e imágenes funcionan como un todo y unas quedarían vacías sin las otras.


Quizá lo más interesante para todos aquellos que se dedican a la animación a la lectura, sea lo metaliterario, lo metaficcional de este librito (N.B.: Añado el sufijo diminutivo porque es de pequeñas dimensiones: manejable). Las alusiones a álbumes muy conocidos como La pequeña oruga glotona de Eric Carle, el lobo protagonista de muchos libros de Mario Ramos, los personajes del Cosita lindade Anthony Browne, el Pomelo de Benjamin Chaud (gran amigo del autor), el Elmer de McKee o el famoso Gerónimo Stilton,son de gran valor a la hora de dar peso a muchas historias que conviven en las estanterías de las bibliotecas. Estos personajes y las alusiones a su carácter nos ayudan a ampliar el universo de la lectura (N.B.: Señalo que este libro me ha abierto las puertas a otros libros que desconocía, sobre todo a muchos personajes de los álbumes franceses que no han tenido repercusión en nuestras fronteras, pero que allí son de sobra conocidos. Así que también podríamos decir que tiene un gesto por la internacionalización de la literatura infantil de dicho país) y afianzar en el ideario de los pequeños lectores estas creaciones literarias que tantas alegrías nos han dado.


Aunque este autor gusta de disyunciones para elaborar su discurso humorístico (no olviden El caballero impetuoso o Cuando mi gato era pequeño) en este libro se centra en la descontextualización y lo paródico, unos recursos que utiliza en ocasiones con cierta ironía y humor negro. Elige bien a los protagonistas de cada escena y les asigna papeles esperados o inesperados, pone en duda el discurso creado por sus verdaderos autores y plantea dicotomías muy interesantes (esa imagen en la que aparecen Los tres bandidos de Ungerer le van a sacar las corás a un inocente Perico -Beatrix Potter- es genial, porque asigna a estos personajes papeles antagónicos a los que en realidad tienen: recuerden que el conejo era el travieso y crápula mientras que el trío de bandoleros al final resultan ser bondadosos).


Resumiendo: juega y se divierte a manos llenas con esto de los libros ilustrados, cosa que me encanta. ¿Y a usted?

Hablando de LIJ con... Vicente Ferrer (Editorial Media Vaca)

$
0
0

Román Belmonte: Tengo muy claro que, para un servidor, esta entrevista es un reto, no sólo por el respeto que desprende un cara a cara con un editor español premiado cuatro veces con un Bologna Ragazzi (entre otros muchos galardones), sino por mi admiración hacia un sello que se ha hecho a sí mismo. Pero dígame, Vicente, después de todos estos años, ¿qué queda de esos pequeños fanzines que usted llamaba “medias vacas” y que le dieron nombre a este proyecto?
Vicente Ferrer: Entre 1991 y 1998, aproximadamente, editamos estos cuadernitos llamados también ½ Vaca. No nos referíamos a ellos como «fanzines», aunque, es cierto, esa denominación era bastante popular en aquel momento. El nombre Media Vaca aparecía escrito como fracción, y el dibujo mostraba la parte trasera de la vaca y no la delantera. ¿Qué queda de ese proyecto? Queda el espíritu que animaba a esa publicación, es decir, el deseo de encontrar a nuestros interlocutores ideales. Y quedan también los propios cuadernitos, fanzines o como queramos llamarlos: conservados en cajas de cartón, ocupan un armario entero y se extienden por muchos rincones de la casa.


Imagen de Tokio de Taro Miura. Media Vaca, 2006.

R.B.: Usted pasó de ser ilustrador a convertirse en autor-editor. De ahí pegó el salto a la edición independiente, y ahora, se podría decir que está al frente de una editorial consagrada. Peldaño a peldaño, ¿es ese el camino?
V.F.: Exacto: peldaño a peldaño y pegando saltos. A veces como topillos y a veces como cabras montesinas. Pienso, en cualquier caso, que en todo este tiempo no he dejado de desempeñar el oficio de ilustrador, aunque ahora ilustro por mano y cabeza de otros. Tampoco hemos dejado de ser independientes, ya que contamos exclusivamente con nuestros propios recursos y solamente publicamos aquello que nos apetece. Tengo más dificultades en aceptar lo de «editorial consagrada». Seguimos siendo una empresa muy pequeña. No como una mercería de barrio, pero casi, aunque nuestros clientes no están en nuestro barrio. No tenemos ningún deseo de crecer y consagrarnos, sólo aspiramos a hacer el trabajo que nos hemos propuesto de la mejor manera que sabemos. De momento, seguimos en el camino, que es lo importante.
R.B.: Dos tintas, papel con buen gramaje, extensos, cuidados detalles... Sus libros parecen un producto destinado a los niños del ayer. ¿Puede acallar a todos aquellos que creen que un formato así les puede pasar factura a ojos de chavales contemporáneos?
V.F.: ¿Por qué «los niños del ayer»? ¿Qué ayer es ese? ¿Ayer por la mañana, cuando vivíamos en cuevas? ¿Ayer al mediodía, cuando no había dispositivos móviles? ¿Cuántos niños en el mundo manejan hoy, exclusivamente, estos dispositivos? Los niños de hoy, en lo esencial, no son muy distintos de los niños de ayer. Podemos darles piedras, aros o un Sphero SPRK+, y los niños se adaptarán a sus juguetes con la aplicación y el entusiasmo que caracteriza a todos los niños de todos los lugares del mundo.


R.B.: Doctrina, demagogia, emociones, progresismo, moralina... ¡Hay tanto con lo que relacionar a los libros para niños! Bien mirado, no es descabellado ya que cualquier producto cultural cobra vida con alguna finalidad. ¿Con qué intención publican libros los editores de Media Vaca?
V.F.: No relaciono los libros para niños con ninguna de esas cosas. Ese es el mundo de los adultos, con todos sus prejuicios. Los libros, por el contrario, deberían servirnos para superar los prejuicios, para hacernos lectores críticos, para hacernos a todos —niños y mayores— mejores ciudadanos, y para pasarlo estupendamente, claro está. Para mí, los libros siempre han estado en la parte de la diversión, no entre las obligaciones.
R.B.: Desde Media Vaca se afirma que, en parte, sus libros han nacido de la naturaleza caprichosa de sus editores. Me encantan las anécdotas, así que, si no le importa, explíqueme la historia de alguno de esos caprichos editoriales...
V.F: Eso es así en todos los casos. Cada proyecto es una aventura, y alguno en particular ha sido una odisea. Algún día, si encuentro el tiempo, me gustaría escribir las historias secretas que están detrás de cada libro. A lo que me refiero cuando hablo de que los libros nacen «de la naturaleza caprichosa de sus editores» es, simplemente, a que la mayor parte de lo que publicamos son cosas que nosotros pensamos y proponemos, y no proyectos que nos llegan de fuera. Tampoco debe interpretarse «capricho» como un soplo de inspiración que le toca a uno un día en que se levanta de especial humor. No. Aunque está claro que el azar interviene.


R.B.: “Inventarse un libro”... Suena a visión un tanto utilitarista del arte. ¿Me puede explicar un poco mejor este concepto que ha utilizado alguna vez?
V.F.: ¿Utilitarista? No sé si entiendo la pregunta. Todos los libros son invenciones, o deberían serlo. Salvo los que son plagios.
R.B.: Pues aparquemos el utilitarismo y la autoría de una obra literaria. ¿Qué es “inventarse un libro” dentro de la labor editorial?
V.F.: He leído en una estadística que el año 2016 se editaron en España más de 80.000 títulos nuevos, de los cuales un 28 por ciento son libros infantiles o para la escuela. La cifra es escandalosa. Uno se imagina que entre tantos libros será posible encontrar cualquier cosa, pues no es así: el mercado tiende a producir objetos muy parecidos, siempre con la vista puesta en las ventas. En este contexto, «inventarse un libro» sería apostar por los contenidos y no dejarse influir ni por las modas ni por las estrategias comerciales. Ese libro «inventado» debería aportar al menos ciertas dosis de novedad a un panorama, como vemos, muy saturado, y no repetir lo que ya dicen otros muy alto. Y debería hacerse con el mayor esfuerzo y cuidado, y dedicándole todo el tiempo que sea necesario.


R.B.: Leer cómo nació Érase 21 veces Caperucita roja, uno de sus libros con más tirón, además de arrancarme alguna que otra sonrisa, me llevó a pensar en las cuitas de la producción propia... De todo hay cuando se habla de este tema. Acto de valentía, de responsabilidad, de patriotismo, de generosidad, de agudeza empresarial, de rentabilidad económica... Me gustaría saber qué piensa usted al respecto...
V.F.: ¿Patriotismo? Esa palabra me hace pensar en trompetas. El caso del libro que comentas es muy particular. Reúne todos los trabajos de un taller de verano realizado en Tokio con veintiún ilustradores (más bien ilustradoras) que durante cinco días de verano realizaron la tarea que les había encomendado: una versión personal del cuento de Caperucita. Dado que el tiempo era reducido, todos trabajamos muy duro, pero también lo pasamos muy bien. Al cabo de esos cinco días, los participantes me entregaron cada uno su libro. Talleristas y editores nos mantuvimos en contacto, y un año después pudimos comprobar que muchos de los ilustradores se habían dedicado a rehacer su trabajo con el afán de mejorarlo. La decisión de publicar todos los proyectos se debe a la alta calidad de los mismos, pero es también una forma de mostrar respeto y agradecimiento por el compromiso de los alumnos.
R.B.: En alguna ocasión ha afirmado que si se fijan en una idea que otro editor ha resuelto de modo satisfactorio, deciden que no hace falta repetir lo mismo; pero ¿no cree que la revisión de los conceptos, en cierto modo, es una responsabilidad del mundo de la edición?
V.F.: Lo que quería decir es que si, en la fase de documentación previa a la edición de un libro, descubrimos que ya existe otro libro muy parecido al que nosotros queremos hacer, tiene todo el sentido que nos planteemos abandonar el proyecto. ¿Para qué hacer lo mismo otra vez? No estoy hablando de que no se puedan actualizar los contenidos incluyendo un comentario o mejorando el trabajo de traducción o de ilustración de una obra. Eso siempre es posible, pero, evidentemente, habrá que valorar si merece la pena realizar ese esfuerzo. Pero hablo de otra cosa: hay determinadas novelas de algunos autores que podemos encontrar en siete ediciones distintas mientras el resto de su obra —que puede ser muy abundante— permanece impublicada, desconocida y no accesible a los lectores. A todos nos vendrán a la cabeza numerosos ejemplos.
R.B.: Cíteme algunos de esos trabajos que, a su juicio, otros editores han resuelto adecuadamente.
V.F.: Ese comentario ha de tomarse como una declaración de intenciones. No sé si existen esos ejemplos. Algunos libros que hemos querido hacer, los han hecho otros, efectivamente; a veces por haber despertado nosotros el interés de otras editoriales. Es el caso del Libro de juegos para los niños de los otros, de Ana María Matute, publicado por vez primera por Lumen, en 1961, dentro de su colección Palabra e Imagen, y vuelto a editar, en 2003, por Espasa. Nosotros queríamos haber hecho una edición respetuosa del libro original, con las fotografías de Jaime Buesa, y Espasa las sustituyó por fotos actuales y convirtió el libro en algo bastante distinto.



Imagen de El mundo al revés de Miguel Calatayud. Media Vaca, 2001.

R.B.: Arnal Ballester, Ajubel, Miguel Calatayud, Isidro Ferrer... En su catálogo destacan ilustradores de larga trayectoria y muy experimentados. Aparte de ese bagaje y algunos puntos comunes con usted, ¿qué tienen que les parece tan atractivo?
V.F.: Explicarlo me llevaría mucho tiempo. Tampoco sé si hace falta dar explicaciones. Está claro que son grandes ilustradores con un largo recorrido. Todos han trabajado para libro infantil, publicidad, historieta, prensa y carteles; es decir, conocen los requerimientos de los medios y sus distintos públicos. Todos ellos poseen un lenguaje personal y un universo de imágenes propio —lo que llamamos una cultura visual—, adquiridos con el trabajo constante, el estudio, la investigación y la experimentación.


Imagen de El arroyo de Elisèe Reclùs y Eleazar Guazzelli (il). Media Vaca, 2001.

R.B.: No se lo creerá, pero por culpa de dos de sus hijos literarios, Robinson Crusoey El arroyo, tengo sentimientos encontrados respecto a la novela ilustrada... Por un lado, mis imágenes se enfrentan a las de Ajubel en torno a la obra de Defoe. Por otro, no puedo imaginarme las palabras de Reclus sin el sereno curso de agua ideado por Guazzelli. ¿Suma o resta la ilustración? ¿Es necesaria?
V.F.: A veces, suma; y a veces, resta, multiplica o divide. ¿Qué podemos decir? De la lectura de un texto o de una imagen, no todo el mundo recibe lo mismo. Hay cuestiones que influyen, como la costumbre y el gusto estético de cada uno. En mi opinión, no todos los libros deben ser ilustrados, pero no es el caso de los dos que mencionas. De El arroyo no conozco otras ediciones ilustradas, pero de Robinsonhay una infinidad, y las hay para todos los gustos. El Robinsonde Ajubel no es el de Defoe, pero no hay por qué preferir uno frente al otro. Ajubel, cubano, habitante de una isla, cuenta muchas cosas en su personal acercamiento al clásico que en otras versiones literarias quizá pasen inadvertidas. El paso del tiempo, y la dureza de la vida salvaje, está perfectamente retratado en la distinta fisonomía que adquiere el personaje, que va transformándose a lo largo de los dibujos hasta el punto de no parecerse a sí mismo. La mayor parte de los dibujantes suelen preocuparse, por el contrario, por mantener el parecido: repetir bien una cara es parte de la pericia del dibujante. La mirada que lanza el personaje Robinson, con un Viernes postrado a sus pies —por citar otro ejemplo—, interroga directamente al lector-espectador sobre la espinosa cuestión de la esclavitud, muchas veces soslayada.



R.B.: Refieriéndome al Robinsonde Ajubel se me vienen a la cabeza otros dos títulos de Media Vaca, No tinc paraulesde Arnal Ballester y El mundo al revés de Miguel Calatayud, otros dos libros sin texto con gran capacidad crítica pero que al mismo tiempo dan mucho juego. ¿Les faltan esas dos premisas a los libros para niños actuales?
V.F.: Recuerdo una frase de Les Luthiers, que decía: «Un libro, si no está escrito, es como que le falta algo». Les Luthiers son humoristas y esa frase es una broma, por supuesto, pero a una gran mayoría de lectores les ha de parecer completamente en serio, porque para mucha gente los libros son, sobre todo, instrumentos para la alfabetización y no para la imaginación. Lo que se pide a los libros es que enseñen a leer a los más pequeños, pero muchas veces no se va mucho más lejos que eso. Aunque lo sabemos, porque hemos estudiado a los egipcios, o porque lo hemos visto en un documental sobre las catedrales góticas por televisión, generalmente pasamos por alto que las imágenes también son una escritura, y también hay que leerlas. Es imposible no pensar en los libros de imágenes tan interesantes que se podrían hacer, en todo lo que nos estamos perdiendo.
R.B.: De entre todos los libros de Media Vaca y seguramente por deformación profesional, mis favoritos son los de la colección El mapa de mi cuerpo de Genichiro Yagyu (a los que, por cierto, debo una reseña). Al hilo de estos y acercándome a su otro yo ilustrador me gustaría preguntarle, ¿cree usted que el matrimonio entre grafismo y libro informativo es mejor avenido que entre grafismo y narrativa?
V.F.: Esa colección, El mapa de mi cuerpo, contiene, por cierto, los únicos libros que hemos traducido. Si atendiéramos sólo a consideraciones comerciales, podríamos haber hecho como la mayor parte de las editoriales y dedicarnos a comprar álbumes ilustrados, y ahorrarnos medio centenar de libros publicados. Eso no es así porque, como decíamos antes, nos hemos esforzado por cumplir nuestro capricho. Contestando a tu pregunta: la ilustración es narración; que el libro sea informativo o de aventuras, tanto da.


R.B.: Las antologías Libro de nanas y Narices, buhitos y volcanes, el Libro de las preguntasde Pablo Neruda con ilustraciones de Isidro Ferrer, la Garra de la guerra de Gloria Fuertes y Sean Mackaoui (il.)... Su editorial apuesta por la poesía. ¿Por qué cree que, en general, se publica poca poesía para niños?
V.F.: Creo que se publica mucha poesía para niños, aunque es muy probable que en las escuelas y en los medios de comunicación esos libros no reciban la misma atención que los de narrativa. La mitad de los proyectos que recibimos en la editorial para valorar su publicación, son libros de poesía. Una razón por la que no son tan visibles los libros de poesía, quizá, es por la especial relación que tienen, en España, los libros infantiles con el mundo escolar. La mayor parte de los libros que se leen en edad escolar cuentan historias relacionadas con las materias que forman parte del currículo escolar. Si lo que queremos es un libro para hablar sobre la igualdad de género o sobre el cambio climático, por ejemplo, será más sencillo contarlo en prosa que en verso. Aunque seguramente me equivoco y hay ya varios libros de poesía sobre esos temas. Otra razón que se me ocurre, muy evidente, tiene que ver con la traducción. Muchos de los libros infantiles que se publican son versiones de libros que se editaron originalmente en otras lenguas, y traducir poesía, por decirlo pronto, es más caro y más complicado que traducir historias: cada palabra cuenta. A pesar de lo dicho, autores de éxito como Shel Silverstein han sido publicados en muchas partes y supongo que sus poemas traducidos se venden, sólo por ser nombres famosos, tanto o más que las creaciones originales de poetas publicados en su propia lengua.



R.B.: Al hilo del género poético y recordando su edición de ¡Fuego!de Jan Brzechwa, se me ha venido a la cabeza el tema (un poco espinoso para algunos) de la traducción literaria. ¿Qué se plantea usted como editor cuando decide traducir un texto?
V.F.: Como ocurre con el teatro, la regla general es que si una obra es una comedia, pasada a otra lengua no puede ser un drama. A partir de ahí, se trata de que la lectura resulte fluida y que la escritura no se aleje demasiado de lo que dijo el autor. Si bien toda traducción es una traición, hay que preferir que el traidor no sea de los que te clavan un cuchillo por la espalda.


R.B.: Cuando he visitado alguna feria del sector y pongo la oreja, escucho cosas como “Es un libro impecable, pero no sé si funcionaría en el país E” o “No sé si los lectores de B llegarían a entender estas ilustraciones”... ¿Qué tienen las literaturas gráficas que en ocasiones son más difícilmente extrapolables a otras realidades geográficas, a otros contextos lectores que las meramente textuales?
V.F.: No creo que eso sea cierto. No creo que la lectura de imágenes plantee dificultades mayores que la lectura de textos a ningún público, sea de A, de B, de C o de más lejos. Claramente, es al revés. Es una cuestión de educación. También de mercado. Los que deciden qué se vende y qué no se vende, qué es adecuado y qué no lo es, son comerciantes, no son lectores. Nuestros libros, en español, se venden sin problemas en otros países. Se venden por las imágenes. También es verdad que si estuvieran traducidos tendrían muchos más lectores.


Imagen de la antología Libro de nanas, ilustrada por Noemí Villamuza. Media Vaca, 2004.

R.B.: ¿Qué le dice a Vicente Ferrer un premio internacional como el Bologna Ragazzi y otro nacional como el de libro mejor editado?
V.F.: ¿Qué me dicen estos premios? No pienso mucho en ello, la verdad. Los premios son importantes, porque ayudan a dar a conocer nuestro proyecto. El Premio de la Feria de Bolonia lo ha hecho a nivel internacional y estamos muy contentos de que sea así. La importancia de ese premio se la da la composición del jurado, formado por profesionales independientes, y su gran participación, ya que concurren las principales editoriales comerciales de todo el mundo. Si este premio, que nos han concedido varias veces, lo hubiera ganado una editorial con más medios, seguramente sabría explotar mejor esa publicidad, pero nosotros no hemos aumentado significativamente las ventas por ese motivo. Eso sí, vendemos derechos a Corea, cuyas empresas editoriales probablemente nunca se habrían acercado a nuestros libros.


Imagen de las guardas de Así es la dictadura de Equipo Plantel y Mikel Casal (il.), Media Vaca, 2015.

R.B.: Sin embargo, esa visibilidad que tiene Media Vaca en el extranjero no se extrapola a las librerías de nuestro país. A veces me cuesta ver sus libros en los escaparates. ¿Qué ocurre con la distribución de sus libros?
V.F.: Cuando empezamos, hace casi veinte años, tuvimos distribución comercial regular. Hemos trabajado con más de diez distribuidoras, casi todas pequeñas, repartidas por toda la geografía. Había quien entendía nuestro proyecto, apreciaba los libros y los vendía mejor. Otros, vendían 200 ejemplares de un título y al cabo de unos pocos meses nos devolvían 180. El libro que parecía un gran éxito solamente había llegado a 20 personas. La actividad de vender libros era un continuo movimiento de cajas a través de transportistas, que eran los que realmente hacían negocio. En un momento determinado, dos distribuidores nos estafaron y los denunciamos. Ganamos uno de los juicios y perdimos el otro, porque el comercio de libros es extraño y hay determinadas prácticas perversas que no hay quien las entienda. Decidimos entonces que no era posible competir en un mercado desigual que se basa en la venta en depósito y en un sistema de continuas novedades que favorece a los editores grandes que implantaron el modelo; tomamos la decisión de convertirnos en nuestros propios distribuidores y trabajar principalmente con los libreros que nos apoyan y que quieren tener nuestros libros. Así es desde hace varios años. Les ofrecemos mayores descuentos, facilitamos al máximo las condiciones de pago y organizamos actividades en sus espacios. Aunque apartarse de las prácticas habituales dificulte nuestra visibilidad, es mucho más gratificante trabajar con personas a las que consideramos aliados.


R.B.: Este país de provincianos y pobres, donde el recelo y la envidia alimentan ese vicio insano de faltar al reconocimiento de lo nuestro, también ha procurado abrigo a las genialidades de muchos artistas. A pesar de haber leído sus críticas hacia nuestro contexto cultural y compartirlas, démosle una oportunidad: ¿Qué tiene de bueno España en lo que se refiere al mundo de la Literatura Infantil?
V.F.: Creo que lo mejor de este país son los provincianos y los pobres. Los capitalinos y los ricos dejan mucho que desear. El mundo de la literatura infantil —si es un mundo y no un callejoncillo—también deja mucho que desear. En España miramos mucho lo que se hace fuera, estamos muy pendientes de los modelos de éxito, de los grandes nombres, de los premios, y desconocemos casi todo sobre nuestra propia tradición, que es muy rica y merece más atención. Hablo de los libros y autores de la época de la República, como Salvador Bartolozzi, pero también de libros y autores mucho más recientes. ¿Por qué no se han recuperado las series que realizaron José Luis García Sánchez y Miguel Ángel Pacheco en los setenta? ¿Por qué no existe una edición contemporánea del Bestiario que Andrés Rábago —firmando como Ops— publicó en Alfaguara en 1989? ¿Y la serie de Fricandó, de Montse Ginesta y Arnal Ballester? Esos libros, y otros más, deberían permanecer siempre al alcance de nuevos lectores.


R.B.: ¿A qué le gusta jugar, qué le gusta comer y qué lecturas comparte con su otro yo en Media Vaca y en la vida, Begoña Lobo?
V.F.: Jugar, juego al juego de la vida, como dice en su canción Cecilia, pero no sé si eso me acaba de convencer como juego. Comer, como de todo, gracias a mi abuela, y no me dejo ni una miguita. Las lecturas que comparto con Begoña son casi todas, pero ella lee aún más que yo, y más deprisa, y se entera de todo el doble. El último libro que hemos leído los dos, hace unos días, no es un libro infantil. Es El comensal, de Gabriela Ybarra.

17 enero-11 marzo 2017

Begoña Lobo y Vicente Ferrer retratados por Rosa Barber.
Vicente Ferrer Azcoiti (Valencia, 1963) es ilustrador y editor. Estudió Bellas Artes y Ciencias de la Información, además de realizar cursos de grabado calcográfico y decoración cerámica. Entre 1980 y 1998 fue autor-editor de publicaciones ilustradas de corta tirada como Té con Limón, PIENSA, Sabiduría Fallera y 1/2 Vaca, y desde 1998, es editor junto a Begoña Lobo de libros ilustrados bajo el sello Media Vaca, una editorial que produce libros muy ilustrados para niños y niñas de todas las edades, cuyo catálogo se compone en la actualidad de sesenta y cuatro títulos repartidos en seis colecciones: Libros para niños, dirigida a los niños de todas las edades; Últimas lecturas, para los no niños y también para los no lectores; Grandes y pequeños, para proyectos que requieren diferentes tamaños y formatos; Libros para Mañana, destinados a interesar a los niños por la política; Mi hermosa ciudad, que es un alfabeto de ciudades, y El mapa de mi cuerpo, que se ocupa de algunas partes interesantes del cuerpo humano. Algunos de sus títulos se han traducido al francés, italiano, portugués y coreano, y se venden en librerías de varios continentes. Entre las distinciones internacionales recibidas por Media Vaca destacan los cuatro premios Bologna Ragazzi Award obtenidos en la Feria del Libro para Niños de Bolonia en los apartados «Ficción» y «No ficción».


La dictadura de las redes sociales

$
0
0

Nada como las redes sociales para proveernos de todo tipo de desórdenes psicológicos, egos mal resueltos, miserias humanas y gestos bizarros. A pesar de que medio mundo hacemos uso de estos escaparates vomitando todo tipo de mensajes, hay usuarios y usuarios...
Dentro de los que las utilizan con poco decoro (no me refiero a aquellos que les dan carácter de herramienta), podemos definir dos facciones... A un lado tenemos a los inofensivos. Me encantan esas personas que utilizan feisbuq como vehículo terapéutico colgando todo tipo de mensajes que ponen en evidencia sus necesidades amorosas o familiares. Feisbuq, tu mejor amigo: para sentirse querido, buscar algo de apoyo, un abrazo cibernético. Para que no te digan “¡Triste! ¡Que eres un triste!”...
También están los rimbombantes. Éxito por aquí, éxitos por allá. “Acaba de sentenciar el charcutero que me merezco el cielo eterno”, “Soy la mejor, mi perro dixit”. Que bien mirado, más que de publicidad, la cosa peca de propaganda y lo que buscamos es la visibilidad entre el rebaño. Diferenciarnos, vamos...


Al otro lado están los dañinos, los que ofenden con descaro. Eso de usar las redes sociales para poner a la gente a caldo debería estar penado (¡Ah! Que lo está... “Me se” había olvidado). Lo mejor de todo es cuando huele a podrido y nos anquilosamos: se muere algún político de un bando, y los del otro ya se están cagando en su puta madre. Y así seguimos: involucionando.
También los entrometidos, bien que joden a la chita comentando. Mucha gente se enfada porque, claro, le comentan la jugada e, irremisiblemente, se enzarzan dimedireteando. Esta claro que el que hace uso de las redes sociales se expone a críticas de toda clase, pero que también sepan los comentaristas que de elegancia también vive el hombre (¡No borren los comentarios! Y que cada cual luzca su pelaje). Si ya me lo decía mi madre: “Nene, no señales, que está muy feo”.


Sin lugar a dudas y pese a quien pese, los mejores son los que se quedan, a pesar de las poses, en el medio. No porque nos alegren el día con cirugía estética, morritos y garbo, sino porque dan muestras de que el postureo es una lección de vida y para vivir, se nace. Que sí, que sí, que en ver de hozar en la mierda de otros, buscarse algún noviete o echar una canita al aire es más saludable (que no sano) y amable.


Y con tanto lío, ¿por qué las redes sociales? Feisbuq, tuiter o istagram no dejan de ser más que una pequeña (o grande, quién sabe...) dictadura impuesta por nuestras bajas necesidades ya que, a pesar de recitar el “yo controlo” no nos damos cuenta que el producto, las víctimas (consentidas, como siempre) somos nosotros. Nos creemos dueños de lo nuestro, pero actos, imágenes o palabras son la moneda de cambio para los caprichos de cuatro mang(one)antes. Nos obligan (sutilmente) a ser sus dóciles mamporreros, perdemos las formas (violenta o complacientemente amaneradas), y enajenados por una gloria que, al fin y al cabo, es de tres al cuarto.
Una buena salida sería leer ¡De aquí no pasa nadie!, un álbum maravilloso de Isabel Mihnós Martins y Bernardo P. Carvalho editado en castelano por Takatuka, que tomando como excusa el espacio de la doble página nos plantea un acto de rebeldía social ante las normas un tanto ficticias e incomprensibles establecidas por un general. Metafórico a la par que divertido me ha parecido una historia con un componente coral maravilloso en la que todos los personajes aportan su grano de arena a cambiar la perspectiva de las cosas, principalmente el soldado insurrecto que da el primer paso. Con multitud de detalles, tanto técnicos (las guardas son una verdadera delicia o el uso del espacio físico como recurso narrativo para ensalzar el libro como objeto son verdaderas delicias), como discursivos, me parece un álbum ilustrado más que recomendable para mostrar los avatares dictatoriales a pequeños y grandes.


Y si, ni aún así, logramos enfrentarnos a la dictadura de las redes sociales, les recomiendo que piensen antes de publicar y comentar en ellas, más que nada por imprimirles algo de elegancia, que como dice la Miriam, “para ser hay que estar”. Y si estamos que por lo menos seamos... humanos.

P.S.: Y de propina... mis paisanos:



Recitando a Miguel Hernández

$
0
0

Joan Castejón. 2009. Miguel Hernández. Retrato imaginario. Tríptico. Óleo y cera sobre cartón.

Yo no venero mártires, ni siglas tatuadas ni credos ni religiones. Cosa harto difícil teniendo en cuenta que, en los tiempos que corren, hay mucho interesado en confundir significado con significante. Las ideologías son, sobre todo, para quienes las trabajan. Y mientras, el resto de los mortales nos dedicamos a pagarlas, tanto en sentido literal, como figurado.
Y pasa que estoy de vueltas de todo. Y me dedico a lo literario. A honrar las palabras. A recitar en voz baja. A pensar a Miguel Hernández. Mi poeta junto a Machado.
Que ventee sus versos mi voz. Y escurran por la tierra, si no rozan el aire.

¡Miaumero! ¡Miaumero!
Una pelota roja.
Yo la quiero. Yo la quiero,
aunque me quede coja.
Yo llegaré hasta el costurero.
El costurero está muy alto.
Pero todo será cuestión
de dar valientemente un salto
aunque me lleve un coscorrón.

[…]

Miguel Hernández.
En: La gatita Mancha y el ovillo rojo.
Cuentos para mi hijo Manolito.
Ilustraciones de VV.AA.
Prólogo y edición de Víctor Fernández.
2017. Madrid: Nórdica Libros.


Libros móviles y libros pop-up, un monográfico

$
0
0

El objeto libro

La interacción entre el lector y el libro sucede a dos niveles. El primer encuentro entre ambos es aquel que se refiere al nivel intelectual, al mundo de las ideas, a un nivel intangible. La segunda interacción tiene lugar en el nivel físico: cualquier lector puede abrazar al libro entre sus manos, pasar sus páginas, olerlas y subrayar las palabras con la yema del dedo. El libro es un objeto, y como tal, ocupa un espacio del que participa el lector en un momento determinado.

El movimiento en los libros

La magia que encierra el hecho de pasar las páginas de un libro mientras lo leemos, ese movimiento, aunque nos puede parecer un hecho estúpido, es un acto reflejo con mucha trascendencia, todavía mayor cuando nos topamos con un libro móvil.
La denominación de libros móviles (movibles, quizá más acertada aunque menos utilizada, animados o desplegables) queda restringida a todos aquellos libros en los que el movimiento entra a formar parte de sí mismos, es decir, que sin el desplazamiento de las páginas o de otros dispositivos incluidos en ellos, el mensaje que encierran nunca podrá ser recibido en su totalidad por el lector.
Esa, la energía cinética, es de la que se sirven todos los libros recogidos en este monográfico para llegar al lector y potenciar la interacción con el objeto libro. El resultado, además de ser puro espectáculo, ayuda a que las palabras cobren vida.

Tipos de libros móviles

Los libros móviles se pueden clasificar, como todos, utilizando muchos criterios. Libros informativos, narrativos, álbumes ilustrados, libros de artista, novelas gráficas o libros-juego pueden ser algunas de las categorías que les podemos asignar dependiendo de los contenidos pero, generalmente los libros móviles se suelen clasificar por las técnicas que utilizan los ingenieros de papel a la hora de establecer qué movimientos o acciones realizarán los elementos que componen las escenas, así como el resultado o efecto que logran a través de ellos. Aunque hoy día la mayor parte de los libros móviles combinan varios dispositivos diferentes, la forma de clasificarlos tiene en cuenta el efecto que prima en cada uno.
Existen muchas clasificaciones al respecto pero considero que la más acertada es la que han realizado Ana María Ortega y Álvaro Gutiérrez, donde se agrupan en tres categorías los efectos posibles definendo varios suptipos en cada una de estas. A saber:
Transformación de imágenes: Una ilustración da paso a otra que está oculta. Incluye:
- Solapas: El más sencillo de todos. Lo constituye una pieza plana de papel o cartón que al ser levantada destapa una ilustración oculta hasta ese momento a los ojos del lector.
- Imágenes combinadas: en estos libros, las páginas están divididas en dos, tres o más secciones, de manera que puede pasarse una página completa, con todas sus divisiones, y verse una ilustración nueva, o sólo una parte apareciendo un dibujo que es combinación de otros varios, permitiendo la posibilidad de lograr variaciones sobre la ilustración original.


Norman Messenger. 60000 personajes. Acanto.

- Imágenes transformables: estas pueden ser de tres tipos, por transformación horizontal, vertical o circular. En los dos primeros casos, dos imágenes están cortadas en lamas e imbricadas entre sí, de forma que al tirar de una lengüeta ubicada en la parte inferior o lateral de la página, las lamas de una imagen se deslizan sobre la otra, a modo de persiana veneciana, disolviéndose la imagen que veíamos y apareciendo una nueva. Si el dibujo es circular, lo que tenemos son dos discos ilustrados y cortados en sectores circulares, como una tarta, e interseccionados entre sí; deslizando con un asidero uno sobre el otro, se crea un efecto diafragma en el que una imagen se desvanece en otra.
- Panorama: todas las páginas del libro se desdoblan formando una tira con una única y continua ilustración.


María José Ferrada e Isidro Ferrer (il.). Un jardín. A buen paso.

- Encartes: dentro del libro se incluyen cartas y otros documentos que constituyen en sí elementos independientes a modo de reproducción de los originales.


Janet y Allan Ahlberg. El cartero simpático o unas cartas especiales. Destino.

- Troquelados: el formato de las hojas del libro difiere del rectangular o presenta perforaciones, siendo a su vez diferente el recorte de unas páginas del de otras, de manera que la superposición de varia páginas va creando variaciones de la imagen inicial.
Movimiento: Los personajes o artefactos ilustrados están animados. Como:
- Articulaciones:muchos libros disponen de imágenes que se ponen en movimiento al tirar, empujar o deslizar una palanca de papel que puede crear movimientos basados en giros producidos por rótulas y articulaciones de papel, metal o de plástico.
- Ruletas:un disco giratorio que al darlo vueltas provoca que la imagen que vemos en una ventana de la página, de paso a la siguiente.
Tridimensionalidad:Tratan de conseguir efecto de relieve o profundidad en la escena de las páginas:
- Teatrillos: la apertura del libro supone el levantamiento de un escenario sobre el que se sitúan, en distintas capas, los decorados y personajes que ilustran el tema del libro.
- Libros-túnel:en éstos, el contenido se alarga como un acordeón de manera que al mirar desde un extremo, se ven en perspectiva todas las páginas troqueladas que constituyen el libro, formando un escenario multicapa. A veces estos libros incluyen una mirilla en la portada por la que apreciar el efecto.



D. Westerfield. 1992. The rain forest. Colección particular.


Marie Helene Taisné. 2017.

- Libros carrusel:sus pastas se abren 360 grados hasta tocar una contra la otra, construyendo un tiovivo sobre el que las ilustraciones se disponen alrededor del eje formado por el canto del libro.
- Pop-up: la apertura de una página produce la energía necesaria para que una estructura tridimensional autoeréctil se despliegue, volviendo a su condición plana al cerrarse el libro.

¿Qué es un ingeniero del papel?

La ingeniería de papel, de manera estricta, trata la creación de estructuras utilizando como materia prima el papel. Aunque estas estructuras pueden ser muy variadas y con distintos fines, generalmente y de manera restrictiva, nos referimos a la ingeniería de papel en el desarrollo de todos los libros móviles que hemos definido ya. Por tanto, un ingeniero de papel se encarga del diseño, desarrollo, construcción y producción de diferentes piezas, ensambles y dispositivos realizados sobre papel u otros materiales de las mismas características (acetatos, plásticos o espumas laminadas) dentro de este contexto.




La formación de los ingenieros de papel es muy variada. Seguramente y como bien dice David A. Carter, si a cualquier ingeniero de papel le preguntásemos como ha llegado a serlo nos diría que deshaciendo y diseccionando muchos libros pop-up, ya que muchos de estos profesionales provienen del mundo del diseño industrial, las artes gráficas y la ilustración. Esto provoca que en muchos casos ilustrador e ingeniero de papel sean la misma persona.
Excepto en Japón, donde tradicionalmente el papel es una materia prima con gran interés (el origami o papiroflexia estática, el kirigami o papiroflexia dinámica o el llamado popigami, tres disciplinas muy relacionadas con este tema), se cuentan con los dedos de una mano las universidades que ofrecen a sus estudiantes formación específica, léanse asignaturas, seminarios o cursos, sobre las posibilidades de este material, por lo que los estudios en todas estas técnicas se ligan más a un plano autodidacta y extra-académico.
Entre los principales ingenieros de papel del mundo encontramos a Robert Sabuda, Matthew Reinhart, Tor Lokvig, Bruce Foster, David A. Carter y James Díaz, en Estados Unidos; David Pelham, Roer Van der Meer o Graham Brown en Inglaterra; Kees Moerbeek en Holanda; Anton Radevsky en Bulgaria; y Marion Bataille en Francia. Dentro del panorama español sólo podemos citar al estudio Fénix Factory, un grupo pionero en estos procesos.


Para profundizar más en las bases de esta disciplina, me gustaría recomendarles Los elementos del Pop-Up, de David A. Carter y James Díaz (Combel), un libro esencial a la hora de comprender todo lo que se relaciona con la terminología especializada y las técnicas que utilizan estos profesionales a la hora de dar forma a estos libros, así como el canal de YouTube, The Pop-Up Channel, dirigido por Duncan Birmingham y que cuenta con unos 30 vídeos.


¿Cómo se hace un libro pop-up?

En el libro animado clásico tenemos cuatro actores principales: escritor, ilustrador, ingeniero de papel y montador, cuya actividad esta muy relacionada entre sí.
En este proceso, el escritor elabora el texto sobre el que se irá construyendo el objeto libro. El texto se envía al ilustrador y al ingeniero de papel. El ilustrador elabora una serie de bocetos y se los presenta al ingeniero de papel. Este punto es importante ya que, a pesar de las ideas magníficas que pergeñe el ilustrador, el ingeniero de papel tiene limitaciones considerables en cuanto al formato, el tamaño, el efecto deseado, las dimensiones o las características de los materiales se refiere. 
El ilustrador realiza las modificaciones oportunas si las hubiera y entrega los bocetos finales al ingeniero que comenzará a preparar el tipo de dispositivos que utilizará. Una vez las ilustraciones estén terminadas, el ilustrador imprime las ilustraciones en los materiales convenidos (Nota: La primera impresión es en blanco, lo que se llama "white dummy") y se las entrega al ingeniero para que realice el montaje, terminando así una maqueta inicial que se presenta a edición. 
Tras la aceptación del proyecto, en el proceso de edición se establece todo lo que se refiere a la maquetación, el color y, por supuesto, la definición de los troqueles para obtener las piezas que se necesitan en el montaje de estos mecanismos. Una vez hecho este trabajo se lleva a imprenta de la que saldrán los materiales para producir una serie limitada (de 5 a 10 ejemplares), ya que es necesario ver su efectividad en la cadena de montaje y barajar posibles modificaciones. Todos ello se hacen llegar a los montadores (“packager” en inglés), el cuarto pilar sobre el que se sustenta la producción de estos libros. Una tarea manual y casi artesanal que encarece bastante el precio final de estos libros. Si el producto es óptimo comienza la producción en cadena y si no lo es, se acometen las modificaciones oportunas antes de entrar en la cadena, para llegar, finalmente, al lector.

Algo de historia...

Hace más de setecientos años que alguien tuvo la genial idea de añadir un dispositivo móvil a un libro. No sabemos muy bien quién fue ni cómo ni dónde, pero el caso es que los primeros libros con esta característica datan del siglo XIII. Teniendo en cuenta esto, merece la pena echar un vistazo mucho más profundo a los datos históricos que referiré a continuación.
Algunos estudiosos creen que fue el mallorquín Ramon Llull (1233-1316) el primero en incluir las primeras volvelas o ruedas de papel giratorias en sus escritos para poder explicar sus teorías sobre la numerología y la existencia de Dios de un modo más visual en su obra Ars Magna. También se cita a Matthew Paris, un monje benedictino inglés y contemporáneo de Llull, que incorpora estos dispositivos en el libro Chronica Majora, un libro sobre el cálculo del tiempo.


Astronomicum caesiarumx Apianox (1540). BNE.

Posteriores a estos dos pioneros son el matemático alemán Peter Bienewitz (o Pedro Apiano en castellano) que en 1524 publica Cosmographia, un libro que incorpora elementos móviles de papel para ilustrar sus trabajos sobre geografía e instrumentos astronómicos, el flamenco Andrea Vesalio con su De humani corporis fabrica (1543), en el que figuran ilustraciones realizadas en el taller de Tiziano y que muestran la anatomía humana en detalladas capas superpuestas utilizando la técnica de la solapa, y el cosmógrafo y navegante aragonés Martín Cortés Albácar, que editó en 1551 el Breve compendio de la esfera y de la arte de navegar, una obra de formato similar y de gran valor científica.


Tadeo Felipe Cortés del Valle y Castillo. Calendario romano (s. XVIII). BNE.

Como apunte y para un recorrido más detallado sobre todos estos ejemplos y muchos más, les recomiendo el catálogo de la exposición maravillosa titulada Antes del pop-up, una muestra realizada en la Biblioteca Nacional (Madrid, España) durante el año 2016, y que algunos tuvimos la suerte de disfrutar en vivo y en directo.
Teniendo en cuenta todo lo anterior hay que apuntar a que los libros móviles, aunque con cierta intención didáctica, durante todo este tiempo están dirigidos al mundo adulto y que no es hasta bien entrado el siglo XVIII, cuando se desarrolla el concepto moderno de infancia y se incorporan estos elementos en los libros dirigidos a los niños.
Los primeros libros para niños que incluyen recursos propios de los libros animados se empiezan a fabricar a partir de 1775, en Inglaterra, gracias al editor Robert Sayer, que publica sus “harlequinades” o “metamorphoses books”, unos libros de versos con solapas que pueden alternarse para dar diferente aspecto a los personajes que en ellos se recogen.


R. Sayer. 1770. Harlequinade de Adán y Eva. Colección particular.

A estos les siguen las muñecas de papel que fabrica la firma de juguetes S. & J. Fuller entre 1810 y 1816, y los “toilet books” de William Grimaldi (1820), unos libros que tienen su origen en el que este artista de miniaturas idea para su propia hija con el fin de enseñarle modales y que más tarde se reproducirá en serie. Durante la misma época aparecen los llamados “peep-show books” o libros-túnel, unos libros que se recogen en la tipología y cuya autoría se desconoce.


W. Grimaldi. 1821. The toilet. Colección particular.

Todos estos libros, aunque basan su atractivo en la inclusión de este tipo de recursos, no pueden considerarse libros móviles propiamente dichos ya que el movimiento no queda integrado dentro del mensaje. Es en 1856 cuando la casa editorial Dean & Son, fundada en 1800, comercializa los primeros libros móviles propiamente dichos, media centena de libros que ellos llaman “toy-books” y en los que los personajes pueden actuar y moverse de acuerdo con cada historia gracias a mecanismos como las lengüetas y las persianas venecianas.
A esta le sigue la editorial Tuck & Sons, fundada por el alemán Raphael Tuck (N.B.: No olvidemos que Alemania es un país donde las artes gráficas evolucionan más rápidamente gracias a la cromolitografía), que publica la llamada “Father's Tuck Mechanical Series” (1890), unos libros impresos en Baviera, montados en Londres y que incluyen imágenes desplegables y escenarios en relieve.


E. Nister. 1896. Peeps into Fairy Land. Colección particular. 

Otro editor de libros mecánicos es Ernest Nister (Nuremberg) cuyas series de libros móviles más conocidas se producen a partir de 1891. Sus libros con ilustraciones preciosistas y con escenarios multicapa que se levantan automáticamente al pasar la página, “panorama picture books”, o con láminas de transformación rotatoria, “dissolving pictures”, se comercializan en Europa y América gracias a la colaboración con la casa neoyorkina Dutton.
Sin lugar a dudas los libros de imágenes móviles más originales del siglo XIX son ideados por Lothar Meggendorfer (1847-1925), el llamado rey de los libros móviles, que da nombre al premio más prestigioso de este tipo de creaciones y de quien les recomiendo buscar su biografía. Este artista de Múnich tiene una visión cómica muy especial que transmite a través de ingeniosos dispositivos mecánicos. En contraste con sus contemporáneos, Meggendorfer no esta satisfecho con una sola acción en cada página, sino que es capaz de dar movimiento a cinco partes de la ilustración en diferentes direcciones y simultáneamente. Idea intrincadas palancas ocultas entre páginas, remaches metálicos e hilos de cobre que dan enormes posibilidades de movimiento a sus personajes. Como nota curiosa decir que Maurice Sendak era el propietario de varios de estos libros que se pueden contemplar en el Rosenbach Museum and Library.


L.Meggendorfer. 1887. Internationaler Circus. Colección particular.


Los primeros en producir los primeros libros animados estadounidenses son los hermanos McLoughlin en 1880 (Nueva York) con sus dos series de Little Showman, cada una de las cuales contenía escenas tridimensionales que se desplegaban en pantallas multicapa.
A finales del siglo XIX y comienzos del XX, el editor francés A. Capendu de París produce una serie infantil de libros con movimiento (1910) que utilizan solapas o lengüetas entre los que destaca Caperucita Roja.
Pasamos al siglo XX y con él a la Primera Guerra Mundial, una época en la que pocos libros pop-up se producen en la Europa de las contiendas debido a su coste, la elevada mano de obra y la escasez de papel. Termina así la Edad de oro de los libros móviles.
En 1929 y pasado este primer enfrentamiento bélico, el editor inglés S. Louis Giraud junto al inventor de juguetes ópticos Theodor Brown, inicia una nueva serie de libros móviles que pueden considerarse auténticos libros pop-up ya que contienen ilustraciones que se erigen de forma automática, se mueven y son visibles desde todos los ángulos. Tienen un precio moderado gracias al tipo de impresión utilizada y son muy populares. Se publican dos series, la primera dentro de la publicación Daily Express Children's Annual durante más de cinco años, y la segunda (Bookano Stories, 17 números) en Strand Publications una editorial que fundan tras abandonar la primera.


L. Giraud. 1930. Daily Express Children's Annual. Colección particular.

Es así como en plena Gran Depresión, las editoriales estadounidenses buscan maneras de reavivar la compra de libros. En los años 30, Blue Ribbon Publishing, acuña y patenta el término “pop-up” para referirse a unas creaciones dirigidas por Harold B. Lenz en las que combinan elementos de los libros móviles con personajes de Walt Disney y cuentos de hadas tradicionales para producir animaciones dinámicas.
También en este periodo, acontece en España la producción de libros desplegables. Destacan casas catalanas como la editorial Molino, la editorial Maravilla (colección Cuentos en Movimiento), Gráficas Manén (colección Teatrines), la editorial Selva (Albums Relieve) o la editorial Juventud que publicó en 1935 un precioso Peter Pan.


A. Saló. 1935. Peter Pan y Wendy. Juventud.

A finales de los 30 y primeros 40, la cosa se anima... McLoughlin Brothers vuelve a entrar en el mercado del libro móvil en 1939 con la publicación de la serie Jolly Jump-up, con diez títulos ilustrados por Geraldine Clyne, la primera figura femenina de los libros desplegables. También se lanza la serie de Finnie the fiddler, el libro inaugural de Julian Wehr, que desarrolla una ingente labor artística con libros que utilizan el sistema de lengüetas o pestañas que se accionan para crear movimiento. Entre 1942 y 1950, Wehr publica más de 40 libros infantiles y vende más de 9 millones de copias. Sus ilustraciones se imprimen en papel ligero, por lo que su precio es bajo (un dólar). En España son publicados por Ediciones del Zodiaco.
Aunque suene testimonial cabe destacar la simbiosis que a partir de los años 40 establecen el arte y el libro animado, ya que aparecen en Europa los libros infantiles de Bruno Munari, el gran diseñador, donde troqueles y solapas invitan al juego en unos libros sencillos, una realidad que continuará Andy Warhol en Estados Unidos con la publicación en 1967 de su Index Book.


V. Kubasta. 1965. Tip Top Tap y los dragones. Colección particular. 

A partir de finales de los años cincuenta, Artia, una agencia de importación/exportación, produce una serie de libros pop-up muy innovadores en la entonces Checoslovaquia. Vojtech Kubašta es su artista preeminente y creador de docenas de libros pop-up que son comercializados por los ingleses Brancroft & Co de los que se llegan a vender 10 millones de copias. En muchos casos estos libros están formados por una doble página que se abre y crea una escena.
A mediados de los años sesenta, Waldo Hunt, pretende comercializar las creaciones de Kubasta en Estados Unidos pero el Pacto de Varsovia se lo impide, por lo que funda Graphics International, una compañía con sede en Los Ángeles que comienza a producir sus propios libros pop-up gracias al ingeniero de papel Ibn Penick. Entre estos destacan los libros de adivinanzas de Bennett Cerf (1965) que produce para Random House.
Hallmark Cards (Kansas City, Missouri) absorbe Graphics International al final de la década y Waldo Hunt decide abandonar la compañía para fundar Intervisual Communications en 1974 (California), que será una de las grandes compañías gracias al ingeniero Roer Van der Meer.
En este momento empieza la Edad Moderna de libros desplegables que llega hasta hoy día y en la que numerosas compañías como Compass Productions, White Heat, Ltd., Van der Meer Paper Design, Sadie Fields Productions o Designimation producen al año entre 200 y 300 nuevos libros pop-up.

Los elementos móviles y el discurso literario

Como acabamos de ver, en el siglo XIX, son dos las principales orientaciones que han tenido los dispositivos móviles incluidos en estos libros. Mientras que en al principio tenían un aspecto más informativo o académico ya que servían para apoyar y afianzar teorías, conocimientos y hechos, conforme pasa el tiempo, estos artilugios pasan a ser más lúdicos y quedan enmarcados en la esfera del juego, un hecho que deriva de su orientación hacia el público infantil y por el que han merecido en muchas ocasiones la denominación de libros-juego o juegos de papel.
Entra el siglo XX y estas dos realidades, lo informativo y lo lúdico, conviven con lo literario desde dos nuevas vertientes. Por un lado tenemos todas aquellas producciones literarias (o no) que debido a su gran éxito son remozadas en formato pop-up, un fenómeno que tiene más que ver con la orientación comercial que con el desarrollo y mejora del discurso literario. Y por otro están aquellos libros móviles o pop-up que nacen desde la originalidad y lo creativo, se alejan de lo decorativo y pretenden construir un nuevo tipo de discurso utilizando recursos dinámicos.
Dado que este es un espacio donde los monstruos leen, a continuación, presentaré muchos de los libros animados contemporáneos (álbumes ilustrados en este caso) donde esos componentes dejan de ser puramente atractivos y se integran de manera notable en la narración, participan de ella y contribuyen a la lectura. Libros que gozan, algunos de ellos, de un reconocimiento y aceptación unánime dentro del mundo del libro infantil. ¡Ahí van!
Me gustaría empezar por Bruno Munari y su serie infantil de los años cuarenta que incluye títulos como Nunca contentos, El ilusionista amarillo o Buenas noches a todos, editados recientemente en español por la editorial Niño. En ellos el gran autor interviene con la técnica de las solapas la materialidad del libro, establece sinergias con el juego, la curiosidad o las adivinanzas entre el texto y las imágenes e invita al lector a participar del sinsentido y a descubrir, tanto los mundos conocidos, como los desconocidos. 


En esta línea podemos citar algunos clásicos de Eric Carle que a base de troqueles, disminución en la longitud de las páginas o troqueles permite al lector una experimentación con el objeto libro sin menosprecio alguno.
La casa embrujada de Jan Pienkowski (Norma), además de ser el primer libro que incluye varios mecanismos en espacios secundarios de cada doble página, tiene un componente dinámico muy interesante ya que crea una atmósfera de misterio y sorpresa al recrear ruidos (interacción sonora, fabuloso...) relacionados con el argumento.


Tras estos dos clásicos llegan los imprescindibles contemporáneos de David A. Carter y de los que tomaré como ejemplo Un punto rojo (Combel). Como muchas veces ha apuntado, el autor concibió estas narraciones a partir de los dispositivos de ingeniería de papel y no a partir de un texto o una serie de ilustraciones como se suele hacer, es decir, dio prioridad y por tanto identidad a los recursos del papel para posteriormente dotarlos de continuidad. Decide que sea el lenguaje del movimiento el que narre en primer lugar mientras que los del texto y la imagen queden supeditados a él.


Uno de los ya clásicos libros pop-up de Marion Bataille es ABC3D (Kókinos), un álbum abecedario que, además de una estética minimalista y cuidada donde el color y la forma son las protagonistas, ofrecen una visión tridimensional de las letras -en este caso- haciendo uso de multitud de técnicas de este tipo 


También me gustaría hablar de dos de los libros de Anouk Boisrobert y Louis Rigaud, En el bosque del perezoso (Hipòtesi) y Popville (Kókinos), centrándome en la capacidad para narrar en un escenario mutable donde la continuidad está erigida en base al movimiento de decrecimiento y crecimiento respectivamente.



No me puedo olvidar del Animalario universal del Profesor Revillodde Javier Sáez Castán (Fondo de Cultura Económica), uno de los mejores libros de imágenes combinadas que, para mi gusto, existen, ya que supone un ejercicio de fantasía quimérica exquisito, ni de los Cuentos infinitos de Ediciones Tralarí (Consuelo Digón y Cintia Martín), creaciones móviles españolas que se sirven de las técnicas del plegamiento y la manipulación del soporte por parte del lector para construir una narración cíclica e interminable y que, a pesar de carecer de páginas reales, se sirven de la cinética para establecer tres escenas en un mismo espacio físico.




Son muy interesantes las creaciones de los japoneses Katsumi Komagata y Megumi Kajiwara y Tathuhiko Nijima. El primero se centra en páginas monocromas, superpuestas, plegadas, texturizadas y troqueladas que invitan al lector a sumergirse en lo fantástico desde unos espacios aparentemente desérticos, algo que ya conseguiría Munari desde sus primeras series de libros. Los segundos son dos artistas que recientemente han publicado dos obras innovadoras, Shilouettey Motion Shilouette, que utilizan un elemento erguido entre dos páginas para establecer un lenguaje basado en las sombras. Es este recurso cinético el que se utiliza como conector en una serie de escenas en cada una de las cuales se narra una historia gracias a dos escenas conectadas por una sombra proyectada en diferente perspectivas y que necesita de la manipulación del libro para alcanzar el mensaje.





Como colofón y dentro de este epígrafe me gustaría hablar de Á l'intérieur des méchantsun libro de Clotilde Perrin (Seuil Jeunesse) inédito en nuestro país donde los malos de los cuentos infantiles son los protagonistas gracias al juego de descubrimiento que establece gracias a la inclusión de solapas. Mientras que en el caso de la serie de Munari el dispositivo abre nuevas puertas al discurso, en este caso funciona como técnica de desbordamiento literario y se relaciona con lo metaficcional. Hurgamos y descubrimos multitud de detalles humorísticos, metáforas, elipsis, que se esconden en los bolsillos y la ropa interior de los villanos de las narraciones clásicas infantiles. Aunque no es novedoso (les remito a un título como El cartero simpático o unas cartas especiales de Janet y Allan Wahlberg), es más que destacable por combinar intertextualidad con elementos móviles y el fenómeno del álbum-catálogo.




Selección de libros móviles y pop-up contemporáneos

Aunque en el apartado anterior he diseccionado muchos de aquellos libros móviles o pop-up con los que establezco un completo diálogo y en los que me encuentro muy cómodo como lector literario, en este hueco hay que hablar de otros libros donde se recogen otros muchos mundos y en los que destacan aspectos literarios, gráficos, técnicos y/o arquitectónicos. Volúmenes, formas, rápidos movimientos, escalas, efectos sonoros y nuevos materiales que conciben otras posibilidades merecen también una mención. No están todos los que son, pero sí son todos los que están. Disfruten de ellos...



Lewis Carroll adaptado por Robert Sabuda. Alice in Wonderland. MacMillan.





 Philippe UG. Robots. Watch out, water about!. Prestel.


Philippe UG. Pop-Up Op-Art: Vasarely. Prestel.





Ronald King. Alphabeta Concertina. Circle Press.


Scott L. Mc Carney. Alphabook 3. Autoedición.


Kveta Pacovska. Unfold/Enfold. The Art Book. Chronicle.


Kveta Pacovska. Rund und eckig: Ein Formenspielbuch. Revensburger.


R. Vidaling. Yeux t'aime. Tana


Hélène Druvert y Jean-Claude Druvert. Anatomie. De la Martinière Jeunesse. 



Para ampliar información

Aunque he ido citando numerosas fuentes a lo largo de todo este monográfico sobre los libros móviles y pop-up, no me quiero marchar sin enlazar con algunas espacios de la red donde viven los libros móviles y los libros pop-up. En primer lugar les recomiendo pasarse por la página personal de Ana María Ortega y Álvaro Gutiérrez, la mejor página web en español, a mi juicio, sobre cuestiones técnicas e históricas relacionadas con estos libros ya que poseen una extensa colección privada de la que han podido ver numerosos ejemplos a lo largo de este monográfico y que también participan en exposiciones organizadas por todo nuestro país (la próxima en Valladolid, ¡no se la pierdan!). 
También en lengua española me gustaría hacer referencia a este artículo de la Revista Babar que es bastante completo en cuanto a datos históricos se refiere, y al grupo de facebook No es solo de niños (libros po-up, álbumes ilustrados y libros especiales) donde el “género” del libro en tres dimensiones está muy presente, hay gran cantidad de vídeos demostrativos y se tienen en cuenta novedades y tendencias dentro de este mundo.
Como estudios académicos en profundidad también les recomiendo dos tesis doctorales realizadas en universidades españolas, El libro como juguete, sus tipologías y recursos para la interacción de José Joaquín Roldán Jiménez (Universidad Politécnica de Valencia) y la de Marta Serrano Sánchez titulada ¡Pop-up! La arquitectura del libro móvil ilustrado infantil (Universidad de Granada).
En tercer lugar les recomiendo irse de viaje y dar un garbeo por las páginas de dos asociaciones de amantes de los estos libros. La de The Movable Book Society, una organización norteamericana que reúne a muchos apasionados de este tipo de libros y que tiene en su web muchos enlaces interesantes, así como listados de los últimos libros pop-up editados en lengua inglesa, y la de Livros Animes, organización francesa dedicada al disfrute y estudio de los libros móviles y que contiene información útil sobre las técnicas, la historia y las publicaciones más recientes del género dentro de Francia y fuera de ella.
Además de todo esto, les dejo unos cuantos lugares de otros países donde se recogen contenidos referentes a estos libros como Best Pop-Up Books (completísima y con muchísima información), Pop-Up Lady (ambos en inglés) Pop-Up Kingdom (en japonés) yLa boutique du livre animé (en francés).


Y como colofón, un guiño al libro

Han pasado diecisiete años desde que entramos en el nuevo milenio, uno en el que esperábamos desterrar al papel de nuestras vidas a tenor de una fe ciega en los formatos digitales que tanto bueno nos han dado. Pero no ha sido así, el papel está más presente que nunca: hace unos días se publicaba una encuesta en la que los niños preferían el libro físico al libro digital. No creo que todo sea tan blanco o tan negro y, seguramente, esas inclinaciones dependan de muchos factores y den lugar a interacciones muy variopintas, diferentes, e incluso, complementarias.
Lo único que sé es que, cada vez que abro un libro pop-up ante los ojos de un niño, una historia cobra vida en el papel y unas cuantas bocas se abren. Quizá muchos libros de estas características pequen de comerciales, pero lo cierto es que son magníficos señuelos para atrapar a los lectores, para buscar una estrecha relación entre el objeto llamado libro y el actor lector.
Llámenlos libros-juego, libros de autor, libros de artista o libros dinámicos, pero son el máximo exponente de que el libro, en su naturaleza, en su forma, también es capaz de expresarse a través de los materiales que lo componen, de su sola existencia, de su vida.



Entre ficción y realidad

$
0
0

Las carteleras lucían la semana pasada el estreno de la última superproducción de la factoría Disney, La bella y la bestia, una película -se supone- para todas las edades (N.B.: Estos saben lo que hacen... Los niños necesitan cuentos de hadas, los adolescentes babeando con la Emma Watson, y los que empiezan a peinar canas recordando su infancia con la versión de dibujos animados que cautivó a medio mundo. Resultado: negocio redondo) que está basada en la versión homónima de esta historia (y bastante edulcorada, por cierto) de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont. Y digo versión porque, aunque se le atribuye a esta señora la autoría del relato, en realidad pertenece a Gabrielle Suzanne Barbot de Villeneuve (1740). No obstante y teniendo en cuenta que la literatura es un proceso en evolución y revisión constante en el que suceden multitud de procesos de mutación, hay que decir que esta narración recibe muchas influencias de la literatura occidental ya que se pueden encontrar muchas similitudes en los cuentos de otros autores (ver La piacevoli notti de Gianfrancesco Straparola de 1550 u otros cuentos de Perrault, Madame d'Aulnoy o Giambattista Basile) que a su vez se pueden relacionar con narraciones clásicas entre las que destacan las de Cupido y Psique, Edipo o El asno de oro incluidas todas ellas en La metamorfosis de Apuleyo (siglo II).



Otro dato interesante es que la historia de Villeneuve, además de estar influenciada por todos los autores que se han citado, parece ser que está relacionada con un hecho histórico protagonizado por un español, concretamente Petrus Gonsalvus un tinerfeño de origen guanche que nació en 1537 y que sufría hipertricosis, una mutación genética que provoca la hiperproliferación de vello largo y espeso por todo el cuerpo incluyendo el rostro y otras zonas que generalmente se encuentran lampiñas. Cuando contaba diez años de edad fue enviado como regalo a Bruselas, a la corte del emperador Carlos V. Durante la travesía, el barco en el que navegaba fue apresado por unos corsarios franceses que posteriormente lo entregarían como obsequio a Enrique II por entonces rey de Francia. Es allí donde Petrus recibió una educación refinada y se le concedió el tratamiento de “Don”. A la muerte del monarca, su esposa Catalina de Médicis, le concertó matrimonio con Catherine, una joven francesa. Tras la sorpresa inicial (ingrata) de Catherine, ambos se fueron conociendo, congeniaron y llegaron a tener seis hijos, cuatro de los cuales heredaron la mutación de su padre. Petrus Gonzalvus murió en 1618 con ochenta años.


He aquí dos pruebas más de que la Literatura, se oriente hacia los niños o los adultos, está relacionada con muchas cuestiones de la vida. la Literatura también tiene sus historias, coincidencias de las que muchos se olvidan pero que hay que recordar de tanto en cuanto (¿o cuento?). Lo único que espero es que, dentro de medio siglo (si llego), no tenga que escuchar que la bestia no es más que una invención de los estudios de Micky Mouse. Sería un varapalo para la historia, para Petrus Gonsalvus y Barbot de Villeneuve.


Brindando con la LIJ por el Día del Libro Infantil

$
0
0

La Literatura infantil (para los "lijeros", la LIJ) está que va y viene. Un día esto, el siguiente, lo otro. Tan pronto alegre, más tarde por los rincones llorando. Con ella no hay quien se aclare. No es poco todo lo que ha pasado (UVI, cuidados intensivos y mesas de quirófano) y a la primera de cambio, va y se desmorona... Bipolaridad, depresión, esquizofrenia..., nadie sabe lo que tiene, pero el caso es que suena a crisis de identidad. Vamos, que la pobre no se encuentra... Y no es de extrañar porque la cosa parece que tiene guasa (y no el del móvil precisamente)...


Unos dicen que sí, que la LIJ está ahí, que la ven venir de lejos. “Ha existido, existe y existirá” afirman con rotundidad. Aquellos, los de allá, la miran de reojo, “Yo no me fío de ésta” dicen al verla pasar. “Otro invento, otro producto falaz”, le oí decir ayer a uno mientras se la echaba de comer al perro. Unos cuantos se encargan de ocultarla "¡Shhh! Escondedla detrás de los premios nobeles, de los superventas, en ese estante remoto...""¡Que no salga en las noticias, ni en los periódicos ni en las radios!". Y los menos, con tanto jodernos, se nos va el santo al cielo. Así que he quedado a tomarme una caña con ella...


“Perdona que no te entienda, LIJ de mis entrañas. A ver, ¿quieres dejar de lloriquear? Aquí sigo, a tu vera, manque pierdas... LIJ, sigues vivita y coleando. Aunque te estén exprimiendo al máximo o te ninguneen sobremanera, permanecerás entera. Que tu eres mu' dura y tienes los huesos a prueba de estadísticas, ventas y otros varapalos. Y a lo que digan, ni caso... Lo mejor es brindar con un chupito... Toma, LIJ de mis amores, que con un trago de ingenio te vas a animar... Tu quiérete mucho y déjate de mandangas, que los que te critican no llevan mucho mejor panorama...”


“Tu haz como yo y deja que te quieran. ¡Eres pura FAN-TA-SÍ-A! ¡Ponte guapa y lúcete! ¡Que las estanterías sean tu pasarela!... Además, no te quejes: Tienes a los diseñadores más originales, las imprentas más modernas, los más frescos autores y unos libreros la mar de enrrollaos. ¿Y tu público? ¿Qué me dices de tus lectores? Sin lugar a dudas los mejores. Agradecidos, sesudos y exigentes. Nada, que te lleno el vaso de nuevo (Ten cuidao no te manches, que te empapas con demasiada facilidad)... ¡Por libro infantil, amiga!”

Y ustedes, lean y aplaudan, que la LIJ y los libros para niños se alimentan de lo mismo que las hadas. 


Nota: Las imágenes que acompañan esta entrada pertenecen a los álbumes:
Barney SALTZBERG y Fred BENAGLIA (il.). 2016. Abraza este libro. Editorial Phaidon.
Jennifer BERNE y Keith BENDIS (il.). 2014. Calvin no sabe volar. La historia de un pájaro ratón de biblioteca. Editorial Takatuka.

Los caminos se llenan de flores

$
0
0

Mientras muchos huyen de las flores, al aquí escribiente le encantan. Que si les recuerdan a los cementerios, que si son evanescentes, que si olores penetrantes. Pamplinas y chorradas. Estos órganos reproductivos vegetales tienen mucho aquel...
Me acuerdo de Carmelo, el albañil jubilado que teníamos por vecino en la casa del campo, que siempre decía “Este chiquillo, ¡lo que le gustan las flores!” Y sí, la verdad es que siempre me han resultado muy llamativas. Aunque de un tiempo a esta parte me resultan más interesantes las formas y los colores que presentan (N.B.: ¿Han visto muchas rosas azules? Seguro que no... Hay familias de angiospermas sobre las que prima el azul, en otras el blanco, amarillos o rojos). También son importantes los ejes de simetría, bilaterales (véanse las orquídeas y labiadas) o radiales (cápítulos como los del girasol o la dalia) o la geometría de sus elementos (Hay una coincidencia fractal en la naturaleza más que hermosa). Me pirran del mismo modo la forma de agruparse de ciertas flores en eso que los botánicos llamamos inflorescencias, las cimas escorpioides o los corimbos, las espigas o las margaritas (¿No lo sabían? Pues sí, en la margarita hay dos tipos de flores: liguladas y tubulares). Lo de las adaptaciones para la fecundación cruzada también tiene usía, si no me creen echen un vistazo a aráceas y raflesiáceas entre otras.


Pero antes de que un servidor se adentrase en el mundo vegetal académico, buscaba en las flores otros significados más relacionados con la contemplación de su belleza y que se adscribieran a la esfera de lo emocional. Un beso para mi madre, un regalo para los amigos, para celebrar un nacimiento o cómo decirte “te quiero”. Las flores tienen un lenguaje muy diverso y, aunque generalmente adornen las tumbas o las habitaciones del hospital, siempre podemos encontrar otras posibilidades más divertidas o chanantes. Decía mi admirada Maruja, para los amigos, o María Andrea Carrasco de Salazar, para los desconocidos (las hay que abrevian con descaro, para reírse del mundo aunque sean muy señoras), que si quieres demostrarle desprecio a alguien, nada como regalarle un poto. Y los que sabíamos de qué iba la cosa nos descojonábamos.


Y así llego al libro del lunes, Un camino de flores, un álbum sin palabras con cierta vis de novela gráfica (combina la página y la viñeta como unidades espacio-temporales) cuya maqueta vi en la Feria de Bolonia de hace tres años (¡La de este año empieza hoy!) en el espacio que la editorial canadiense Groundwood Books tenía allí y para la que buscaban coeditores (Que por cierto, no era un negocio muy caro. Más que rentable diría yo teniendo en cuenta que fue incluido en la selección de los mejores del 2015 realizada por The New York Times). Cómo no, me quedé prendado de esta delicia de JonArno Lawson y Sydney Smith que Libros del Zorro Rojo ha publicado en castellano. En él existen numerosos puntos notables donde destaco la simbología floral como vínculo entre las personas o con el entorno, lo lineal de la narración, la crítica a la paternidad y la sociedad tecnócrata (el padre que no suelta el móvil ni a tiros, o esa mujer de la parada de autobús con atuendo floral: es la única que está leyendo.), lo transicional de la atmósfera (de un mundo en blanco y negro se pasa a uno completamente lleno de colores y viveza), el guiño metaficcional al personaje de Caperucita Roja, o multitud de detalles donde destacamos las guardas sintéticas.


En resumidas cuentas, que me encantan las flores y cualquier libro en el que sean protagonistas.


Viewing all 1625 articles
Browse latest View live